El canciller dominicano Miguel Vargas urgió este miércoles a la comunidad internacional a encarar la situación de vulnerabilidad de los países caribeños ante fenómenos naturales y sus efectos devastadores, provocados por el cambio climático.
Durante su disertación ante los participantes en el 72° período de sesiones de la Asamblea General de la ONU, y en consonancia con una propuesta que el presidente Danilo Medina hizo al organismo internacional el pasado lunes, Miguel Vargas insistió en la necesidad de instituir un fondo para remediar los estragos que provocan los fenómenos de la naturaleza.
“Estamos ante un problema creciente, que no entiende de fronteras y que requiere de la cooperación y la solidaridad de todos, pero muy especialmente de los países más desarrollados, de los países más poderosos”, expresó Vargas.
En momentos en que el huracán María golpea al Caribe – razón por la cual el presidente Medina adelantó su regreso a la República Dominicana desde Nueva York- y varios fenómenos similares, así como terremotos, han golpeado la región durante el último mes, el canciller dominicano sentenció que no basta firmar acuerdos acerca del cambio climático. Exhortó a reconocer los peligros inherentes a esta realidad y poner en marcha acciones concretas.
Puso de relieve que Estados Unidos ha destinado quince mil millones de dólares a la reconstrucción de las zonas que dañó el huracán Harvey. Mientras, el Caribe insular, vulnerable a este y otros cataclismos, no los puede enfrentar por sí solo.
“Pese a la inexistencia de cifras definitivas, puedo decirles, para que se hagan una idea de cuán severamente hemos sido afectados, que los daños materiales producidos solo por esta temporada de huracanes superan con creces el producto interno bruto de la República Dominicana”, expresó el canciller.
Advirtió que este tipo de situaciones, que se desprende de la acción del hombre en el calentamiento global, podrían atrasar hasta en diez años el desarrollo de los países afectados.
Vargas enfatizó, asimismo, que las estadísticas no miden el dolor que provoca la destrucción y muertes inherentes a las catástrofes naturales.
“Hay escombros materiales, pero más que nada, vidas destrozadas”, subrayó.