Con la misa Crismal comienzan los ritos de la Semana Santa y se conmemora también la institución del sacramento del orden sacerdotal, según la tradición cristiana.
Por ello, la homilía del papa está dedicada siempre a una reflexión sobre la labor sacerdotal.
Además durante el rito, como es habitual, se pide a los sacerdotes que renueven las promesas sacerdotales (pobreza, castidad y obediencia) y también se bendicen los óleos que durante el año se utilizaran para ungir a los que se bautizan, a los que se confirman y para la ordenación sacerdotal.
Sobre el rito de la unción, Francisco advirtió de que los sacerdotes no pueden ser "repartidores de aceite en botella".
"Ungimos ensuciándonos las manos al tocar las heridas, los pecados y las angustias de la gente; ungimos perfumándonos las manos al tocar su fe, sus esperanzas, su fidelidad y la generosidad incondicional de su entrega", indico.
Y aseguró que "el que aprende a ungir y a bendecir se sana de la mezquindad, del abuso y de la crueldad".
Francisco recordó a los sacerdotes que "el Señor nunca perdió este contacto directo con la gente", mientras que a veces los discípulos le decían que despidiese a la multitud.
Una actitud de querer alejar a la gente que para Francisco fue "el origen del clericalismo", que el papa siempre indica como uno de los males de la Iglesia.
Reiteró que los modelos evangélicos para los sacerdotes deben ser los más desfavorecidos, como los "pobres, ciegos, cautivos y oprimidos".
"Hemos sido elegidos entre ellos y sin temor nos podemos identificar con esta gente sencilla. Ellos son imagen de nuestra alma e imagen de la Iglesia. Cada uno encarna el corazón único de nuestro pueblo", explicó.