“Los niños tienen más necesidad de modelos que de críticos”. (Carolyn Coats).
Dedicamos este artículo a Carlos Pimentel, por su dedicación y entrega, marcando la diferencia y demostrando que se puede cuando se hacen las cosas correctamente.
Cuando auscultamos la mayoría de las sociedades y con ello los Estados nos encontramos que hay una estrecha correlación entre un Estado débil y la causa última y fundamental de la corrupción. Porque la corrupción debilita al Estado y sucede que, de una manera causal, que el Estado débil facilita la corrupción. Ella constituye un lastre para el desarrollo social, para el desarrollo humano.
Existe un símil, paralelo, a más partidos políticos en un país, más débil es el alcance institucional de esa sociedad y menos desarrollo material tiene esa nación. En nuestro país hay 27 organizaciones políticas reconocidas y en Haití alrededor de 56. La corrupción contiene, lleva en su seno, de manera intrínseca más costos económicos y sociales, al tiempo que se destaca como eje nodal que ella afecta gravemente la democracia y sus instituciones.
La transparencia, contraria a la opacidad, es el resultado de normas ampliamente entendidas y claramente aplicadas. La transparencia reduce, en gran medida, la incertidumbre y reduce de manera medular los costos involucrados en las transacciones y conlleva como un emergente sistémico y sinérgico, de manera exponencial la confianza. En los países de ALC existe una verdadera crisis de confianza, lo que impide realizar pactos proactivos que miren con visión optimista el futuro.
¿Qué “motiva” en gran medida la perversión, la depravación y el abuso de buscar atajos? La ausencia de castigo como terrible aberración. Muestra fehaciente, indicador inexcusable de la debilidad institucional. Tener instituciones no significa institucionalidad. La institucionalidad tiene que ver con el grado de aplicación de las leyes y el horizonte de predictibilidad de las acciones y decisiones de los actores sociales y políticos en el marco de la estabilidad. Ello genera la gobernanza. La capacidad de gobernanza tiene que ver, en gran medida, con el hecho de hacer que el proceso sea tan transparente como sea posible, como indican las normas y se ejecuten o lleven a cabo siempre de modo sistemático.
La ética y con ello, la ausencia de opacidad, coadyuvan con una buena gobernanza. La buena gobernanza se recrea a través de cuatro componentes vitales:
Esto quiere decir que la corrupción y la impunidad tienen tres diques de contención:
La cristalización del poder institucional aborda y trasciende el marco normativo, jurídico de control. Conlleva para ser internalizado un horizonte de tiempo de una y dos generaciones. El poder institucionalizado, llega un momento, que opera como debe ser de manera automática y avisa cuando algo anda mal. En nuestra sociedad aprobamos más de 20 leyes de control y fiscalización, entre ellas:
La Ley de Estrategia Nacional de Desarrollo en su primer eje establece “Un Estado social y democrático de derecho, con instituciones que actúan con ética, transparencia y eficacia al servicio de una sociedad responsable y participativa que garantiza la seguridad y promueve la equidad, la gobernabilidad, la convivencia pacífica y el desarrollo nacional local”. Tanto el capital social como el grado de asociatividad, de colaboración en la búsqueda de objetivos comunes, de proyectos colectivos, en los últimos años no nos ayudaron como cuerpo social y la cultura como fuente de organización y convivencia social ha sido muy difusa, muy tenue. Desarrollamos la cultura de la tolerancia frente a los atajos, a los fraudes sociales.
Una cultura se forjó de la complicidad y del relativismo en el encuentro de una verdadera sociedad liquida. Se requiere de una resocialización que apunte a un nuevo ciudadano, que desmonte y cerque el pasado en todo lo que atañe a la cultura del éxito, sin importar como y a quienes daña. Los “motivos” de la corrupción prosperan allí donde los “beneficios” esperados de una transacción corrupta superan los costos esperados. Allí donde las personas juzgadas sientan que la condena sea baja. Dicho de otra manera, ha de haber una proporción entre el delito cometido y la sanción por la infracción, delito punible o conducta desviada.
¿Cuáles características generan oportunidades para la deshonestidad, envilecimiento y desenfreno?
Umberto Eco nos señalaba “que la ética, que diríamos nosotros, el buen vivir, comienza cuando los demás entran en escena, es decir, cuando nos vemos obligados a defender y fundamentar las propias decisiones bajo la mirada ajena”. Nos encontramos, como sociedad, en un buen momento de transición que esboza un boceto de decencia. Un momento para pensar todo lo que es dable, singular, como sujeto, al tiempo que sincronizamos el peldaño que nos conduce a la historia, mirando lo que hay de colectivo. Solo lo que anida lo individual con lo colectivo, viven y se fraguan dos veces. La cuneta del lodazal ni siquiera lo enturbia.
Nos encontramos en el momento de la voluntad política de una nueva gobernanza cimentada en la confianza, credibilidad y la horizontalidad de diferentes actores sociales y políticos. La corrupción en sus niveles:
No gravitan en la misma dimensión. Lo estructural, sistémico e institucional que permeaba a la sociedad, en materia de corrupción, mirando los matices, los colores que se desconfiguran han quedado diezmados, destrozados. El desafío es trillar el camino hacia lo irreversible para no tener una cleptocracia y una economía sumergida que nos graficaban como vergüenza en el concierto de las naciones, según todos los informes mundiales en materia de desviación punible y del coeficiente de impunidad.
Jabez Curry, ex Senador americano, dijo una vez “Un Estado próspero se debe construir sobre los cimientos de su carácter moral, y este carácter es el elemento principal de su fuerza y la única garantía de su permanencia y prosperidad”. Es claro que la corrupción corroe todo el tejido social de una nación, pues lacera no solo el alma nacional, sino que excluye y mata a los seres humanos que más necesitan protección. La sociedad dominicana en estos momentos de transición está demandando una versión ética del liderazgo. Se requiere saber, empero, no basta. Urge un elemento catalizador: la confianza, que se expresa en el grado tal de ser predecibles, que está aunada a la responsabilidad, que deriva estabilidad, consistencia y constancia. ¡Ser congruentes!
Actuar con integridad, que es al final de cuentas la autenticidad, la sinceridad y el compromiso con los valores. Porque como dice Byung-Chul Han en su libro La Sociedad de la Transparencia “La transparencia y el poder se soportan mal. Al poder le gusta encubrirse en secretos. La praxis arcana es una de las técnicas del poder. La transparencia desmonta la esfera arcana del poder. Pero la transparencia recíproca solo puede lograrse por la vigilancia permanente, que asume una forma excesiva…”