La pandemia de COVID-19 frenó muchos avances en los últimos tres años, pero en el ámbito de la inclusión financiera actuó como un catalizador que impulsó un gran aumento de los pagos digitales en medio de la expansión mundial de los servicios financieros formales.
Según la base de datos Global Findex 2021, este crecimiento creó nuevas oportunidades económicas, reduciendo la brecha de género en la titularidad de cuentas y generando resiliencia de los hogares para gestionar mejor las crisis financieras.
La inclusión financiera es importante y es la piedra angular del desarrollo. Cuando las personas tienen una cuenta financiera, pueden aprovechar otros servicios, como el ahorro, los pagos y el acceso al crédito.
A nivel mundial, el 76 % de los adultos posee una cuenta en la actualidad, una cifra que era del 51 % hace 10 años). Estos enormes avances también se distribuyen ahora de manera más uniforme y provienen de un mayor número de países que nunca antes.
El mayor crecimiento se ha producido en el uso de los pagos digitales, que aumentó durante las restricciones a la movilidad implementadas debido a la COVID-19 y cuando se percibió que el efectivo era poco higiénico.
En los países en desarrollo, sin incluir a China donde los pagos digitales están muy extendidos, alrededor del 40 % de las personas que efectuaron pagos digitales desde su cuenta (a un comerciante o a un servicio público) lo hicieron por primera vez desde el inicio de la pandemia.
Los pagos digitales suelen ser más seguros y más convenientes, y pueden ser una puerta de entrada al uso de otros servicios financieros. Los datos de Findex indican que los adultos que reciben un pago en una cuenta en las economías en desarrollo utilizan mucho más los servicios financieros que el promedio de los adultos.
En las economías en desarrollo, el 36 % de los adultos recibió algún tipo de pago en una cuenta, tales como pagos salariales del sector público o privado, transferencias gubernamentales o pagos de pensiones, pagos por la venta de productos agrícolas o remesas internas.
De ese 36 % que recibió un pago en una cuenta, el 83 % también realiza un pago digital, alrededor de dos tercios utilizan la cuenta con el fin de guardar dinero para la gestión del efectivo, y aproximadamente el 40 % señala que usan su cuenta para ahorrar o pedir préstamos.
“La pandemia de COVID-19 ha puesto de relieve el papel fundamental que puede desempeñar la infraestructura digital en la rápida prestación de servicios y asistencia social a las personas. Integrar la identificación digital, los pagos digitales y las plataformas confiables de intercambio de datos es fundamental para brindar servicios a los pobres a gran escala y conectar a las comunidades con las oportunidades”, dijo Christine Zhenwei Qiang, directora global de la Práctica Global de Desarrollo Digital. “En este informe se subraya que, para muchos consumidores de los países en desarrollo, la puerta de entrada a los servicios financieros innovadores es el dinero móvil, apoyado por las mejoras en la cobertura, la asequibilidad y la confiabilidad de la infraestructura digital”.
La brecha de género en la titularidad de cuentas también se ha reducido, bajando de 9 a 6 puntos porcentuales en los países en desarrollo. Los datos ahora indican que el 74 % de los hombres de las economías en desarrollo tenían una cuenta, en comparación con solo el 68 % de las mujeres.
Estas personas son las de más difícil acceso, y comúnmente se trata de mujeres, personas pobres, personas con menor nivel de educación y habitantes de zonas rurales.
Si bien la digitalización de los pagos de la administración pública y de otros sectores es el camino a seguir, se necesita mucho más. Los Gobiernos, los empleadores privados y los proveedores de servicios financieros, incluidas las empresas de tecnofinanzas, deben trabajar juntos para reducir los obstáculos al acceso y mejorar la infraestructura financiera, física y de datos.
“Para acceder a ellos, los Gobiernos y el sector privado deberán trabajar juntos para idear las políticas y prácticas necesarias que ayuden a generar confianza en los proveedores de servicios financieros, confianza en el uso de los productos financieros, y a diseñar nuevos productos adaptados [a las necesidades de los consumidores], así como un marco de protección del consumidor sólido y aplicable”, dijo Leora Klapper, economista principal de la Vicepresidencia de Economía del Desarrollo y autora principal del informe Global Findex.
Además, pese a este crecimiento constante de la titularidad de cuentas, solo alrededor de la mitad de los adultos en las economías en desarrollo informan que podrían acceder de manera confiable a fondos adicionales en un plazo de 30 días si se enfrentan a un gasto imprevisto, según las conclusiones de Findex. Y cerca de dos tercios de los adultos están muy preocupados por al menos un área que les causa estrés financiero, ya sea pagar facturas médicas, pagar matrículas escolares, pagar cuentas mensuales habituales, o tener suficiente dinero para la vejez.
“Findex nos muestra que la digitalización de los servicios financieros está cambiando la situación, lo que es muy inspirador para los que están incluidos financieramente, y para el personal del Banco que trabaja en estas cuestiones”, señaló Jean Pesme, director global de la Práctica Global de Finanzas, Competitividad e Innovación. “Se necesita mucho más. Debemos centrarnos en los países que registran menos avances y redoblar nuestros esfuerzos para acceder a los más vulnerables, en particular las mujeres. Esto es clave para fomentar la inclusión y aumentar la resiliencia”. Fuente Banco Mundial