Tenemos una casta, una oligarquía laboral en el Estado dominicano que desestructura y fomenta la inequidad salarial y con ello, la iniquidad, fragua ignominiosa de una fragilidad social y distancia brumosa de la cohesión social.
“¿Cuáles son las principales conclusiones a las que nos conduce esta nueva historia económica y social? La más obvia es probablemente la siguiente: la desigualdad es ante todo una construcción social, histórica y política. En otras palabras, para un mismo nivel de desarrollo económico o tecnológico, existen siempre múltiples formas de organizar un régimen de propiedad o un régimen de fronteras, un sistema social y político, un régimen fiscal y educativo. Son elecciones de naturaleza Política”. (Thomas Piketty: Breve historia de la igualdad).
En nuestra sociedad existe una multidimensionalidad de la desigualdad social, como expresión se genera en nuestro cuerpo social una enormidad de las “jerarquías” sociales verificada en el campo de la estratificación social. La estructura ocupacional no escapa a esa realidad social. Es en esa asimetría que comporta todo el tejido social dominicano que hace que tengamos tres mundos en mismo territorio con cinco agendas societales, donde existen tres singularmente subordinados y una que se mueve en el grito de la visibilidad mediática y otra, claramente dominante.
La elite dominante del sector estratégico de la sociedad en que nos encontramos, ha sido la más exitosa aun en medio de la abismal asimetría, desigualdad y exclusión con que una amplia franja social sobrevive en la sociedad dominicana. Verbigracia: No conocemos en ALC un Estado donde la clase empresarial incida tanto en las políticas, en las leyes, que en gran medida tengan que ver con el bienestar de la gente. Prueba al canto: la Ley 87-01 de Seguridad social y el rol preponderante de las ARS y AFP. Vale decir, de cómo el sector financiero terminó siendo el ganador de lo que debió constituir una verdadera revolución social. ¡La capacidad de cooptación y captura del Estado vía la “persuasión” a la partidocracia en los estamentos del poder (Congreso-Justicia) es muy significativa!
Esa multidimensionalidad de las desigualdades sociales (vertical, horizontal), y con ella, el poder como ente que regula y permea toda la reproducción social en una formación social determinada. Deviene como consecuencia una asimetría socioestructural,que es donde descansa el soporte ideológico de las elite y la alienación de los sectores subalternos. Esto es, la estructura económica que fragua, germina y recrea toda la estructura social. La estructura económica como el conjunto de las relaciones de producción, vale decir, como el embrión donde dimana la organización del trabajo, simultáneamente en los “modos en que los seres humanos establecen su división, sus tareas, se reparten responsabilidades, se apropian diferencialmente sus beneficios e ingresos y distribuyen entre si el privilegio, el poder y la autoridad en el proceso de producción, distribución y consumo de bienes”.
Es ahí donde entra la comprensión de la realidad social y el nivel económico. La Sociología económica trasciende la mera economía. Pone en contexto los efectos económicos sobre la vida humana, como cambia la vida humana con las repercusiones de la nueva tecnología y método de producción, todo el campo cultural, material, cómo se adentra en la psiquis humana el grado de explotación, la fuerza de la plusvalía en esa relación de poder, así como es el alcance de la distribución de la renta como esfera de desigualdad.
Precios, intereses, tasa de cambio, crecimiento de la economía constituyen el andamiaje de la punta del iceberg de un fenómeno de relaciones sociales que subvierten las necesidades de producción y consumo. La Sociología económica “es la rama de la sociología que estudia cómo los fenómenos económicos son influenciados por la cultura, la pertenencia a un grupo o la presencia real o imaginada de otras personas”. Es mirar al ser humano como una totalidad. Es asumir la incorporación, en el análisis económico, de los factores psicológicos, sociológicos y las ciencias políticas como entes que gravitan en la vida social y las condiciones materiales de existencia de las personas. Dicho de otra manera, la sociología de la economía “estudia la relación de un orden económico dado con la sociedad que lo practica”. Como vemos, es la incidencia de los factores económicos en la organización de la sociedad.
El mundo vital de cada uno de nosotros, en nuestra condición concreta, como cobra cuerpo en la estructura social, sombrilla en la que estamos cubiertos para bien o para mal. No existimos en el vacío y nuestra individualidad, como sujeto, queda atrapada en esa dimensión de construcción social que es diseñada por las relaciones de poder. Es esa estructura económica y estructura social que subraya en gran medida, la multidimensionalidad de las desigualdades expresada en las distintas facetas de la distribución de la renta, de la riqueza, de la propiedad. En nuestro país, cada una de estas manifestaciones de distribución ahoga a una inmensa mayoría de los dominicanos.
En el marco de esas distribuciones están los salarios. Los salarios en nuestra sociedad se han constituido en piedra angular de los empleadores (privado y público) para la “competitividad”. Es decir, es el precio de ajuste para obtener una plusvalía absoluta que explota a la fuerza laboral. En el sector privado hay 23 salarios mínimos que promedian RD$14,400.00 mensuales. Imagínense que, en Turismo, donde tenemos alrededor de 350,000 empleados, el salario mínimo mayor es de RD$14,000.00; empero, hay dos salarios menores de acuerdo al tamaño de la empresa en el sector que son de menos de RD$10,000.00.
En la Administración Pública, donde el Estado ha de tener política pública que neutralice y mitigue las desigualdades, es horrenda la asimetría salarial. Es lo que se llama violencia institucional. Vale decir, cómo los que tienen mayor jerarquía en las funciones públicas logran ponerse sueldos que significan el tamaño de sus egos, pues no tienen que ver nada con el horizonte económico y social de una sociedad pobre y vulnerable.
El sueldo mínimo en la Administración Pública es de RD$10,000.00 mensuales. Pero, ¿qué es en realidad un sueldo mínimo o salario mínimo? Es aquel que los Estados han diseñado para proteger el poder adquisitivo de los empleados y trabajadores. El mínimo vital para vivir con cierta dignidad, cierta decencia. ¿Puede vivir una persona, un hogar, con los sueldos mínimos de la sociedad dominicana? Obviamente que no. Solo entre un 11 – 13 % de la población ocupada (4.7 millones) gana más de RD$50,000.00. En la Administración pública un 46% gana menos de RD$30,000.00. Tenemos, quizás y sin quizás, una de las mayores tasas de desigualdad del mundo, generado desde el mismo Estado
El que más gana devenga un sueldo de US$30,000.00 dólares mensuales. Los que menos ganan: US$181.00 dólares. El que más gana es equivalente a 160 veces más, lo que significa trece años para los que menos ganan logren lo que el que más gana en un mes. Si agregamos los incentivos del que más gana, los que menos reciben requieren 30 años. Es más, para graficar desde la Pedagogía social, digamos que el presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos gana actualmente el equivalente a US$17,000.00 dólares mensuales. Esto es, el 58% del que más gana en República Dominicana. La Reserva Federal tiene más funciones que nuestro Banco Central y la economía norteamericana representa el 25% del PIB mundial, el más alto del mundo.
Esa violencia institucional se encuentra bosquejada en varias instituciones, incluyendo la manera como se liquidan y pensionan y el tiempo que han laborado para el Estado e indistintamente de la edad que tengan, violando las leyes de salarios, de Seguridad social y de Función Pública. Tenemos una casta, una oligarquía laboral en el Estado dominicano que desestructura y fomenta la inequidad salarial y con ello, la iniquidad, fragua ignominiosa de una fragilidad social y distancia brumosa de la cohesión social. Como nos dice Piketty “… El progreso humano existe, el camino hacia la igualdad es una lucha que se puede ganar, pero es una lucha incierta, un proceso social y político frágil, siempre en curso y cuestionado…”