Londres.- Certificado de defunción número 370 DAZ 048850, del 31 de agosto de 1888. En el departamento de casos sin resolver de Scotland Yard, ninguno tan antiguo ni tan mediático como el de Mary Ann Nichols, la primera víctima oficial de un asesino en serie de identidad misteriosa, conocido como Jack el Destripador.
Relata el medio digital La Vanguardia que Mary Ann, conocida como Polly, era una madre de cinco hijos, separada de su marido, que se dedicaba a la prostitución para financiar su afición al alcohol. Pasada la medianoche, se la vio saliendo de un pub llamadoThe Friying Pan, en la esquina de Brick Lane y Thawl Street, camino de su residencia.
El verano de aquel año fue particularmente frío y lluvioso en Londres. La noche en cuestión, las aceras del barrio londinense de Whitechapel, en la orilla de la City y con más de cien burdeles, estaban llenas de charcos y los relámpagos daban al cielo un aire espectral.
Cuando las manecillas del reloj acababan de tocar las dos y media, le contó a una compañera que se había gastado todo el dinero, necesitaba beber algo e iba a buscar un último cliente
A las 3.45 fue descubierto su cadáver, estrangulado, degollado y mutilado, con varias cicatrices en la parte baja del abdomen. Sus únicas pertenencias eran un peine, un pañuelo y un trozo de un espejo roto.
Polly, que estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado, que fue identificada horas después por su marido y por su padre, y enterrada en la tumba número 210752 del cementerio público de Little Ilford, adornada desde 1996 por una placa con su nombre. “Era una chica buena pero descarriada, que no tenía enemigos”.
Whitechapel era en la Inglaterra victoriana del siglo XIX una zona depravada de Londres, con muchos inmigrantes búlgaros, polacos y de la Europa del Este (en eso no muy distinta que hoy en día), hogar de pequeños comerciantes.
Antes que él había habido sin duda otros asesinos en serie, pero Jack el Destripador fue el primero que hizo acto de presencia en una gran metrópoli, en un momento de disturbios y cambio social, coincidiendo con el boom de una prensa sensacionalista que encontró un filón de oro en los crímenes del misterioso asesino, que hasta tiene su museo.
El caso fue oficialmente cerrado como “no resuelto” en 1892. Pero si alguien tiene alguna pista, los detectives de Scotland Yard la escucharán con mucho interés.