Es la líder de Fratelli d’Italia, el partido heredero del creado por el Duce. La apoyan la Liga de Matteo Salvini y Forza Italia de Silvio Berlusconi. Sería la primera mujer en llegar a ese cargo
La Vía Apia sigue siendo desde hace dos milenios la calle más glamorosa de Roma. Entre los famosos residentes de la zona se encuentran estrellas de cine como Gina Lollobrigida y Valentino, el diseñador de moda de 90 años. Fue allí, en su Villa Grande de cinco habitaciones -que compró hace 20 años y prestó por mucho tiempo al difunto director Franco Zeffirelli- donde Silvio Berlusconi reunió el martes 19 de julio a un grupo de políticos de la derecha más rancia para discutir cómo hacer caer al primer ministro Mario Draghi y armar un nuevo gobierno con la neofascista Giorgia Meloni a la cabeza.
Berlusconi, el ex premier y multimillonario de 85 años, estaba acompañado por su novia de 32 años, Marta Fascina. Recibieron a los invitados en una magnífica terraza. El almuerzo consistió de pez espada a las brasas y ensaladas. Estaban Matteo Salvini, de la Liga de extrema derecha, y los representantes de los otros grupos de la derecha italiana. En el centro de la mesa había un teléfono abierto. Allí estaba al habla Giorgia Meloni, la líder de Fratelli d’Italia. Unas pocas horas más tarde, el destino del centrista tecnócrata Draghi estaba sellado y la pequeña rubia de ojos celestes, con la fuerza de un coloso y la dureza del tungsteno, aparecía como la primera mujer con posibilidades de convertirse en la próxima jefa del gobierno italiano.
Italia lleva meses de agitación. Es probable que pasen varias semanas después de las elecciones del 25 de septiembre antes de que se pueda formar una nueva coalición. La crisis política italiana es también un problema para la Unión Europea. El banco central continental está tratando de evitar una recesión inminente, mientras equilibra la necesidad de frenar la inflación con los riesgos de que estalle una nueva crisis de la deuda. Mientras la guerra continúa en Ucrania y el suministro de energía disminuye, muchos en la UE se preguntan si los antiguos “barones” de la derecha saben realmente lo que hicieron.
“Soy Giorgia Meloni, soy mujer, soy madre y es muy probable me convierta -a los 45 años- en la primera Presidenta del Consejo en Italia. Si Berlusconi y Salvini no realizan ninguna jugada, claro. Y quiero saludar con buena paz a los que me consideran una fascista o a los que, incluso en el extranjero, ya tienen miedo de lo que voy a hacer”, escribió un rato más tarde en su cuenta de Twitter. Está claro que ella sí sabe lo que hace y lo que quiere.
Meloni milita en la ultraderecha desde los 15 años, cuando se inscribió en el Frente de la Juventud del Movimiento Social Italiano, MSI, el partido que fundaron en 1947 los sobrevivientes de la élite de la República Social Italiana en el norte italiano, bajo la guía de Giorgio Almirante, ex ministro del Duce. Cuando el MSI se disolvió tras la muerte de Almirante, Meloni pasó a la Alianza Nacional de Gianfranco Fini, que era la continuidad del movimiento fascista tradicional. Se convirtió ahí en una periodista de los medios afines y cuando la alianza ya no tenía oxígeno, la joven Meloni fundó en 2012 Fratelli d’Italia (Hermanos de Italia), siempre en la misma línea sucesoria.
A los 29 años fue elegida por primera vez como diputada y enseguida se hizo famosa por sus posturas de derecha radical en materia de inmigración, derechos LGBT y aborto. Dos años después pasó a ser ministra de la Juventud en el gobierno de Berlusconi. Y desde entonces viene construyendo el andamiaje político para reemplazar a la vieja guardia de la derecha. Incluso, fue llevando a su partido hacia una forzada moderación. Meloni dio instrucciones a las filiales de su partido de que no se hicieran más declaraciones extremas, ninguna referencia al fascismo y, sobre todo, no utilizaran el “saludo romano”, con el brazo derecho extendido.
“Que Meloni haya llegado tan lejos en Italia es gracias a todos los que la blanquearon en el camino. Desde los medios de comunicación, que se empeñan en calificar de `centroderecha´ a Salvini y a Meloni, hasta una desorientada centroizquierda que la subestimó y legitimó”, explicó a la DW la analista Alba Sidera, que lleva años investigando a la derecha italiana. “Meloni no apareció de la nada. Lleva años preparándose para ser primera ministra y todos la dejaron avanzar sin mayores cuestionamientos”.
El apoyo al partido de Meloni fue creciendo de forma lenta pero constante desde las elecciones parlamentarias europeas de 2019, en las que Hermanos de Italia se hizo con el 6,4% de los votos. Ganó apoyos al exigir que la UE abandone el pacto mundial sobre migración, un acuerdo no vinculante de Naciones Unidas que es objeto de teorías conspirativas de la extrema derecha en muchos países, y al defender un bloqueo naval al norte de África para frenar la inmigración. Ese éxito fue a expensas del partido de Salvini, con el que no tiene diferencias marcadas.
El ascenso de Meloni se debe, sobre todo, a los periodistas de la radio y la televisión. Es una abonada a los programas políticos. No hay día en que esta mujer agradable, de contextura pequeña y lengua devastadora no aparezca opinando de algo. El periodista más famoso de la derecha dura, Vittorio Feltri, siempre la elogia. Incluso presentadores destacados y moderados la llevan permanentemente a sus programas porque la presencia de la carismática diputada les sube el rating.
Meloni también ganó protagonismo internacional, al convertirse en presidenta de la alianza de partidos de extrema derecha y populistas de la UE, Conservadores y Reformistas Europeos. En España se hizo famosa al presentarse en varios actos del partido ultraderechista Vox. “No hay término medio posible. O se dice sí, o se dice no. Sí a la familia natural, no a los lobbies LGTB. Sí a la identidad sexual, no a la ideología de género. Sí a la cultura de la vida, no al abismo de la muerte. Sí a la universalidad de la cruz, no a la violencia islamista. Sí a las fronteras seguras, no a la inmigración masiva. Sí a la soberanía de los pueblos, no a los burócratas de Bruselas. Sí a la civilización, no a quienes quieren destruirla”, dijo exaltada y en español la líder de Fratelli d’Italia en un mitin de Vox en Marbella en junio, y que incendió la campaña andaluza.
La autobiografía de Meloni, “Io sono Giorgia” (“Yo soy Giorgia”), publicado por Rizzoli, una de las principales editoriales italianas, lleva semanas encabezando las listas de ventas. Y esto también le permitió hacer campaña de vernissage. “Soy Giorgia, soy mujer, soy italiana, soy cristiana. ¡No me pueden quitar esto!”, grita en las presentaciones. Y las críticas apuntan que el libro es no solo eso, una diatriba homofóbica, sino que también está mezclada con conspiraciones y matices antisemitas. Dice en un momento: “Verás, la corrección política es una onda expansiva, una cultura cancelada que intenta trastornar y eliminar todo lo bello, honorable y humano que ha desarrollado nuestra civilización. […] Es un viento nihilista de una fealdad sin precedentes que intenta homogeneizarlo todo en nombre del Mundo Único. En definitiva, la corrección política -el Evangelio que quiere imponer una élite apátrida y desarraigada- es la mayor amenaza para el valor fundacional de las identidades”.
Meloni tiene el apoyo de los populistas autoritarios de Europa. Recibió recientemente una carta muy elogiosa del presidente húngaro Viktor Orbán, con quien la diputada se había reunido en Bruselas el mes pasado, junto con otros líderes nacionalistas, como Janez Janša de Eslovenia y Mateusz Morawiecki de Polonia. La última semana, su partido firmó una declaración junto con otros partidos europeos de extrema derecha (Vox español, Fidesz húngaro, Ley y Justicia polaco, entre otros) para lanzar una alianza política continental basada en la idea de la Unión Europea como un “superestado” centrado en la familia tradicional y contra la “inmigración masiva”.
Pero lo que más preocupa en Italia y toda Europa es la conexión que Meloni tendría con grupos de interés rusos cercanos a Vladimir Putin. La prensa italiana denunció que sus aliados recibieron dinero desde Moscú y que los famosos hackers que maneja el Kremlin pudieron haber estado detrás de algunas maniobras que terminaron con la caída del gobierno de Draghi.