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  • Por: Cándido Mercédes
  • lunes 21 noviembre, 2022

Violencia estructural y seguridad pública en la sociedad dominicana

Aun cuando no tenemos una tasa de homicidios y de criminalidad más alta que en tiempos anteriores, la tasa de victimización, esto es, robos, asaltos, atracos, estafas, haya crecido en la realidad independientemente de la percepción que está en la estratósfera.

“Como decía Aristóteles, si no se comprenden las preguntas, nunca se hallarán las respuestas justas “cuando se desea resolver una dificultad, conviene plantearla correctamente, pues el éxito posterior depende de que se deshaga la dificultad anterior, y no se puede deshacer un nudo que no se conoce…”. (Mauro Bonazzi: Sabiduría antigua para tiempos modernos).

La complejidad de la seguridad pública se vive penosamente y se recrea en la lacerante vida cotidiana, empero, no develamos los nudos gordianos que penetran y explican ese fenómeno social en su real dimensión. Solo así, cuando haya una real asunción de las aristas y caracterizaciones que holísticamente ahondan en sus raíces, podremos conocerlos y más importante, deponer el engaño que los gobiernos y las elites han configurado alrededor de un tema tan significativo, estructural, que no puede ser politizado.

Es un tema de Estado, de nación, de país. Desarticulando el maniqueísmo que encierra su “debate”. ¿Qué es la violencia estructural y como se expresa para entender, como esencia y corolario, toda la problemática de la seguridad pública, de la seguridad ciudadana, que se deriva de su vientre? Es el conjunto de necesidades humanas básicas, vitales, del ciclo de vida de nuestra existencia, esto es, nuestro curso vital, que es “el movimiento de los individuos durante el curso de sus vidas a través de varias transiciones creadas socialmente: bebe, niño, joven, adulto, adulto mayor… y morimos”.

Estas construcciones naturales que con el avance de la ciencia han devenido, al mismo tiempo, en construcciones sociales, se producen individualmente, no obstante, no operan en el vacío. Existen estructuras económicas y sociales que en gran medida nos instrumentalizan como requisitos estructurales de la sociedad en diferentes funciones. Como nos dice Antonio Lucas Marín en su libro Sociología, “Tres son las funciones que debe asegurar al menos cualquier sociedad: 1) Un sistema de fijación de objetivos o fines; 2) Un procedimiento de adaptación de los medios disponibles a los fines propuestos; y, 3) Un poder integrador de los individuos en el grupo”.

Las necesidades que conforman esa violencia estructural, multidimensional hoy en día son: calidad de vida, nivel de vida, bienestar, libertad, identidad, esperanza de vida al nacer, educación, salud, ingreso per cápita, etc. Esas necesidades constituyen una violencia estructural que se deriva simultáneamente, concomitantemente, con la seguridad pública, esto es, con el comportamiento desviado en su más amplia acepción, delimitación. Esa violencia estructural que son necesidades se refleja en la pobreza, en la desigualdad y en la discriminación. Tres dimensiones execrables para un país de ingreso de renta media alta y con un índice de desarrollo humano alto.

La violencia estructural es la configuración de una estructura económica y de una estructura social de exclusión, de marginación, que diezma la mala distribución de la riqueza con su enorme asimetría social y conduce, al mismo tiempo, una fuerte debilidad institucional. La violencia estructural que se expresa en conflictos estructurales no resueltos y que las elites (económicas y políticas) posponen permanentemente, generando una paz social aparente. Esa violencia estructural, ¿cómo se expresa en la desigualdad en nuestro país? El promedio de ingreso per cápita en dólares es de US$8,332.00. Sin embargo, el 10% más pobre apenas recibe el equivalente a US$1,708.00 dólares anuales. Resalta que, aunque el promedio es de US$8,332.00 dólares, el 65% de los hogares dominicanos tiene ingresos por debajo del mismo. Cuando hablamos de seguridad estamos aludiendo como “la protección ante un peligro, daño o riesgo que se puede desarrollar en un entorno, también podemos decir que es la sensación de confianza que se le tiene a algo o a alguien”.

Rosa Cañete, directora de Análisis de Pobreza y Desigualdad del Ministerio de Economía y Planificación, recientemente abordó el estudio que realizaron el Ministerio, CEPAL y Word Inequiality Lab., donde resalta:

  1. 100,000 personas más ricas tienen el ingreso de 8 millones de las personas más pobres.
  2. Que el 10% más rico tiene el 55% del ingreso nacional.
  3. Que el 90% restante tiene solo el 45%.
  4. Que el 10% más pobre apenas alcanza el 1% de la riqueza creada en el país del ingreso nacional.

La brecha es sencillamente demencial en el campo de la asimetría económica social, donde al mismo tiempo, la pobreza es muy alta tanto monetaria como multidimensional. De los países desarrollados donde existen mayores niveles de desigualdad son Estados Unidos y Reino Unidos, sin embargo, la pobreza en ellos no es tan alta y ser pobre no significa estar desprotegido como ser humano. La protección social en esos pises es un derecho universal e institucional. Por eso nos encontramos que en los países de alto bienestar cuasi no existe esa violencia estructural que deviene en delitos, delincuencia, criminalidad, mayormente por causas sociológicas. El comportamiento desviado tiene tres componentes: biológico, psicológico y sociológico.

La violencia estructural es en gran medida sociológica. Por ello, América Latina y el Caribe es la región con más violencia, con más alta tasa de homicidios, pues es la configuración geográfica con más desigualdad, enjambre social del hambre, la miseria, la muerte y los servicios públicos deficientes. Representamos en América el 13% de la población mundial, de 8,000 mil millones y el 37% de todos los homicidios del planeta. Mientras en el mundo la esperanza de vida al nacer es de 73 años, en los países donde prosperó el estado del bienestar ronda entre 81-83 años. En nuestro país es 73 en los hombres y 76 en las mujeres. Haití: 57 años. Costa Rica: 79. Chile: 80. Argentina: 80.

Los tipos de violencia estructural que hoy todavía en el Siglo XXI se reflejan son:

1) Pobreza.

2) Agua.

3) Vivienda.

4) Salud (Medicamentos, servicios sanitarios).

5) Escolaridad.

En relación al agua, en la República Dominicana la situación es la siguiente:

  • El 46% de los hogares no recibe agua en su vivienda.
  • Servicio de agua en los hogares: Promedio de horas por día (Provincias).
    1. Independencia: 6.4
    2. Pedernales: 6.1
    3. Hato Mayor: 5.7
    4. Hermanas Mirabal: 8.8
    5. San Pedro: 7.2
    6. Barahona: 9.3
    7. Azua: 9.7
    8. Puerto Plata: 10.6
    9. Samaná: 11.5
    10. Distrito Nacional: 11
    11. Santo Domingo: 11.2
  • La Provincia que más recibe agua por hora es Valverde con 20 horas promedio.

Solo el 49.3% de las personas que ingresan a la educación básica termina el bachillerato. Solo el 85% finaliza la básica, quedándose fuera un 15% en la Era del Conocimiento, la Era de la Información, lo cual impide crear capital humano, verdadero talento humano. Finalmente, la violencia estructural se bosqueja en:

  1. 21% de las niñas y adolescentes embarazadas, donde el 95% son pobres y el 90% no terminó la primaria
  2. Solo el 28% de los pobres terminó el bachillerato, mientras que en el Quintil 5 fue el 93%
  3. De las mujeres entre 21 y 24 años, el 49% ha tenido hijos. En cambio, solo el 6% en el Quintil 5

La tasa de pobreza en las 10 provincias más pobres va desde el 80-83%, 70, 72%. En las 5 provincias menos pobres: Distrito Nacional, Monseñor Nouel, Santiago, La Vega y Santo Domingo, va desde 21% al 31%.

La violencia estructural es, en gran medida, una violencia de Estado, una violencia de la sociedad, granulada en un orden económico, político, institucional. Es la violencia que no permite a la persona ser seres humanos, que lo anula como tal al crear un “orden de funciones excluyentes”. Un Estado que no propicia la legitimidad al no tratar por igual a sus ciudadanos en los territorios públicos. Es un Estado que empuja a la crisis de la seguridad pública, de la seguridad ciudadana: 31% de los jóvenes no tiene empleos. 21% de los jóvenes son NI NI. El empleo informal con la crisis post COVID ha crecido. Los ingresos reales, más allá de la inflación, habían disminuido como consecuencia de la pandemia en un 8%. Con la crisis de Rusia-Ucrania se aceleró de un 17 a un 20%.

Del 2020 para acá ha crecido la pobreza monetaria de 21% a 23%. La desigualdad, la deserción escolar, en todos los niveles. Es lo que explica que, aun cuando no tenemos una tasa de homicidios y de criminalidad más alta que en tiempos anteriores, la tasa de victimización, esto es, robos, asaltos, atracos, estafas, haya crecido en la realidad independientemente de la percepción que está en la estratósfera.

Necesitamos desestructurar esa violencia estructural donde el inicio comienza allí donde entendamos que el ser humano es un sujeto con derecho, donde impere la soberanía política con el derecho a la vida, registrada como una verdadera vida. Trascender, como nos diría Terry Eagleton en su libro Esperanza sin Optimismo “Las llamadas tres virtudes teologales de fe, esperanza y caridad”. Combinar inteligencia y voluntad para crear un mejor espacio fiscal que la composición de impuestos no sea el 65% indirectos, una mejor distribución de la riqueza, menos desigualdad y un mayor y mejor modelo económico ¡Todo ello para que la anomia permanente que nos acorrala como país disminuya significativamente!

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