La hecatombe en la que está sumida el planeta Tierra está presente en cada mensaje, en cada homilía, que el Sumo Pontífice ha hecho en esta última década. Su preocupación la crisis climática, la juventud, la contaminación ambiental, el agua y los modos de consumo y producción
Ciudad del Vaticano.- La crisis climática, la juventud, la contaminación ambiental, el agua y los modos de consumo y producción que han llevado a la humanidad a esta relación de crisis con la naturaleza son protagonistas en las manifestaciones que el papa Francisco ha realizado en estos 10 años de Pontificado.
Porque Francisco es un Papa político y es la hecatombe en la que está sumida el planeta Tierra la que está presente en cada mensaje, en cada homilía, en cada encuentro con jefes de Estado la que utiliza para llamar a la acción. A la acción solidaria y humanitaria, cada día más necesaria, con la naturaleza y con el otro.
El punto de inflexión que marcó este camino fue, definitivamente, la primera encíclica que redactó enteramente a tres años de haber sido elegido para la máxima prelatura: Laudato Sí, que se publicó en mayo de 2015. En la conocida como “encíclica verde”, Francisco identifica los apremiantes problemas ecológicos modernos: la contaminación del medio ambiente y el cambio climático, el tema del agua, la pérdida de biodiversidad, la disminución de la calidad de vida humana y la destrucción de la sociedad y la desigualdad global.
Respecto del cambio climático, el Papa enfatiza que “el clima es un bien común, de todos y para todos. Hay un consenso científico muy consistente que indica que nos encontramos ante un preocupante calentamiento del sistema climático debido principalmente a la actividad humana”.
En la conocida como “encíclica verde”, Francisco identifica los apremiantes problemas ecológicos modernos: la contaminación del medio ambiente y el cambio climático, el tema del agua, la pérdida de biodiversidad y la disminución de la calidad de vida humana
En la encíclica también destaca que la crisis climática “es un problema global con graves dimensiones ambientales, sociales, económicas, distributivas y políticas, y plantea uno de los principales desafíos actuales para la humanidad. Los peores impactos probablemente recaerán en las próximas décadas sobre los países en desarrollo y los pobres”.
El documento papal no sólo describe la realidad y sus causas, fundamentalmente llama a la acción: “Se ha vuelto urgente e imperioso el desarrollo de políticas para que en los próximos años la emisión de dióxido de carbono y de otros gases altamente contaminantes sea reducida drásticamente, por ejemplo, reemplazando la utilización de combustibles fósiles y desarrollando fuentes de energía renovable”.
Y va por más cuando señala que no debe culparse de la degradación ecológica al crecimiento de la población sino al “consumismo selectivo y extremo”.
Nueva preocupación
Sin embargo Francisco no siempre había estado tan preocupado en las cuestiones ambientales. Lo contó él mismo, en una entrevista a la agencia Télam el año pasado: “Voy a contar una experiencia personal: en 2007 estaba en el equipo de redacción del Documento de Aparecida y entonces llegaban las propuestas de los brasileños hablando del cuidado de la naturaleza. ‘Pero estos brasileños, ¿qué tienen en la cabeza?’, me preguntaba en aquel momento, no entendía nada de esto.”
Años después llegaría una oportunidad que no dejó de pasar y que fue un punto de inflexión, una gran impulso para alcanzar el tratado por el clima más importante firmado hasta el momento: el Acuerdo de París. “Con los años, cuando viajé a Estrasburgo el presidente François Hollande mandó a recibirme a su ministra de medioambiente, quien en aquel momento era Ségolène Royale. En un momento me preguntó: ‘¿Es verdad que usted está escribiendo algo sobre el ambiente?’. Cuando le dije que sí, me pidió: ‘Por favor, publíquelo antes de la Conferencia de París’. Entonces, me volví a reunir con los científicos que me dieron un borrador, después me junté con los teólogos que me entregaron otro borrador, y así salió el Laudato Sí. Fue una exigencia para crear la consciencia de que estamos abofeteando a la naturaleza. Y la naturaleza se la va a cobrar. Se la está cobrando”, prosiguió en el mismo reportaje.
“Observo que el papa Francisco es el líder mundial que con mayor crudeza e insistencia pone el tema del cambio climático en la agenda mundial. ¿Por qué? Porque se asume como custodio y promotor del Bien en todas sus expresiones. En su interés y compromiso por la crisis ambiental y el cambio climático se ponen en evidencia algunas características permanentes de su pontificado: el deseo de bien para todos los seres humanos -sean o no cristianos, adhieran o no a una religión-; una mirada realista e inteligente de este”, le dijo a Infobae Silvina Premat, periodista que cubrió temas de la Iglesia durante los años en los que Jorge Bergoglio presidió el episcopado argentino y autora de varios libros de temática religiosa.
La vida austera y el modelo de consumo
Entre quienes han escrito sobre la vida de Francisco también se menciona la austeridad, compromiso fundamental de la Compañía de Jesús, los jesuitas. Sin embargo, sus propios amigos, aquellos que hicieron sus primeras experiencias con él en la Compañía de Jesús reconocen que su opción por los pobre va mucho más allá de su voto de austeridad. “Eso a Jorge le viene de la casa. Él es así. No le gusta derrochar. En su casa no había necesidades, pero tampoco sobraba nada.
Esa pasión y militancia por la austeridad no le vino sólo de los jesuitas sino de su familia. Los padres llegaron como inmigrantes y con mucho esfuerzo se hicieron un lugar. Él mamó en su familia la fe católica pero a su vez el estilo austero, porque eran cinco hermanos y el dinero no alcanzaba. Los hijos de otros inmigrantes se rebelaron contra ese estilo de vida, que obligaba por ejemplo a comer todo ‘con pan para que alcance’. Así, la generación siguiente fue mucho más consumista. Pero Jorge no. El abrazó ese estilo austero de su casa, donde administrar muy bien los recursos era la única opción para que lo que había alcanzara para confía un amigo personal de Bergoglio, que lo conoce desde su adolescencia”, detalla a Infobae Evangelina Himitian, biógrafa del Papa y coautora del libro Deseo Consumido, escrito junto a la periodista Soledad Vallejos.
Desde la perspectiva del consumo y de los modelos de producción también se pueden analizar estos 10 años de papado. El documento de Aparecida, aquél de 2007, menciona algunos puntos clave para entender el pensamiento de Francisco sobre el consumismo y la cultura de la acumulación. “Según la Doctrina Social de la Iglesia, el objeto de la economía es la formación de la riqueza y su incremento progresivo, en términos no sólo cuantitativos, sino cualitativos: todo lo cual es moralmente correcto si está orientado al desarrollo global y solidario del hombre y de la sociedad en la que vive y trabaja. El desarrollo, en efecto, no puede reducirse a un mero proceso de acumulación de bienes y servicios. Al contrario, la pura acumulación, aun cuando fuese en pro del bien común, no es una condición suficiente para la realización de una auténtica felicidad humana”, apunta.
Y agrega: “El consumismo hedonista e individualista, que pone la vida humana en función de un placer inmediato y sin límites, oscurece el sentido de la vida y la degrada. (…) El Señor, que nos invita a valorar las cosas y a progresar, también nos previene sobre la obsesión por acumular”.
Francisco también predica con el ejemplo, no sólo con el voto de pobreza. El año pasado el Vaticano tomó una decisión que hubiera parecido una locura en otro momento: firmó el Tratado de No Proliferación de los Combustibles Fósiles. Aunque el título pueda parecer un anuncio más, esto significa que ni más ni menos que millones de dólares que las congregaciones católicas invierten en títulos y bonos no pueden favorecer la ampliación de la industria del petróleo y el gas.
Las instituciones de la fe representan el 35% de los compromisos de desinversión en combustibles fósiles al 2021, según se lee en el reporte Invest/Divest de ese año.
Conscientes de la contribución de los combustibles fósiles a la crisis climática, en 2020, el Vaticano solicitó desinvertir en estas empresas. Luego de varios llamados realizados por la Santa Sede, 35 instituciones en seis países diferentes, las cuales juntas tienen un patrimonio de $1,25 millones en activos, han hecho una desinversión de $500 millones en esta industria. Un año más tarde, en 2021, 250 instituciones católicas habían desinvertido en las compañías de combustibles fósiles. Según el reporte citado, de las 1485 instituciones comprometidas con la desinversión, 521 son organizaciones basadas en la fe (no sólo católicas, este número incluye otras denominaciones religiosas).
“Ya es suficiente. Toda nueva exploración y producción de carbón, petróleo y gas debe terminar inmediatamente, y la producción existente de combustibles fósiles debe ser eliminada urgentemente. Esto debe ser una justa transición para los trabajadores afectados hacia alternativas ecológicas. La propuesta del Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles es muy prometedora para complementar y mejorar el Acuerdo de París”, comentó el cardenal Michael Czerny, prefecto del dicasterio para la Promoción del Desarrollo Humano Integral del Vaticano.
El papa Francisco considera este tiempo como una oportunidad para realizar una conversión ecológica a nivel mundial. El Pontífice expresa que los más pobres son los que reciben el mayor impacto de los desastres. También comenta que las personas de los pueblos nativos han perdido sus hogares y han tenido que desplazarse. En ese sentido hasta ha llamado a repensar los mecanismos de cobro de las deudas de los países en desarrollo con los organismos multilaterales de crédito.
“Estamos en deuda con la propia naturaleza, así como con las personas y los países afectados por la degradación ecológica y la pérdida de biodiversidad inducidas por el hombre. A este respecto, creo que la industria financiera, que se distingue por su gran creatividad, se mostrará capaz de desarrollar mecanismos ágiles para calcular esta deuda ecológica, de modo que los países desarrollados puedan pagarla, no sólo limitando significativamente su consumo de energía no renovable o ayudando a los países más pobres a promulgar políticas y programas de desarrollo sostenible, sino también cubriendo los costes de la innovación necesaria para ello”, escribió Francisco al FMI y al Banco Mundial para su reunión cuando el mundo empezaba salir tras la pandemia.
Dos años después, en la próxima reunión de la primavera europea, los organismos se reunirán ya con una agenda propuesta por países en desarrollo liderada por Mía Motley, primera ministra de Barbados.
Francisco y sus acciones colaboraron para plantar esa semilla y esas discusiones y debates que la humanidad se debe. Especialmente la de visualizar que la crisis en la que la humanidad está sumida sólo puede encontrar la ventana de oportunidad con solidaridad genuina, recuperando la preocupación por el otro. Y Francisco muestra que esa salida es colectiva, pero que no se trata sólo de buenas intenciones, es necesaria una nueva acción política y económica para el nuevo paradigma que debe adoptar la humanidad. Ese es su gran legado.