Dar voz a las mujeres, víctimas de abusos y maltratos. Al recibir en el Vaticano a los participantes en el encuentro promovido por la "Strategic Alliance of Catholic Research Universities", SACRU, y la Fundación Centesimus Annus Pro Pontifice, el Papa Francisco condenó la discriminación de las mujeres en el trabajo, a menudo debida a la maternidad, y alabó el heroísmo de tantas "mujeres de la puerta de al lado"
Desde hace demasiado tiempo las mujeres han sido el primer “material de descarte" y "es usada", víctima de violencias y abusos. Francisco piensa en las numerosas y persistentes discriminaciones en el trabajo, a menudo debidas a la maternidad, en la diferencia salarial entre los dos sexos, pero también en el heroísmo de tantas mujeres anónimas, las de la puerta de al lado, que constituye la "fuerza silenciosa de nuestros días". "La diversidad", advirtió, recordando la importancia de una mayor inclusión, "nunca debe traducirse en desigualdad, sino en una acogida agradecida y recíproca".
La ocasión la brindó al Papa la presentación del volumen, del que Francisco redactó el prefacio, "Más liderazgo femenino para un mundo mejor. El cuidado como motor de nuestra casa común" por parte de unos noventa miembros de la Fundación Centesimus Annus Pro Pontifice y de la red de universidades católicas SACRU, a quienes recibió en la Sala Clementina.
"Toda persona debe ser respetada en su dignidad y en sus derechos fundamentales", reiteró el Papa, pensando en el drama de la violencia contra las mujeres.
No podemos permanecer callados ante esta lacra de nuestro tiempo. No dejemos sin voz a las mujeres víctimas de abusos, explotación, marginación y presiones indebidas. Seamos la voz de su dolor y denunciemos con firmeza las injusticias a las que son sometidas, a menudo en contextos que las privan de toda posibilidad de defensa y de rescate.
El claro rechazo del Obispo de Roma a cualquier forma de discriminación contra las mujeres, así como contra otras categorías débiles de la sociedad. De ahí su llamamiento a "caminar juntos integrando a todos, "especialmente a los más frágiles desde el punto de vista económico, cultural, racial, religioso y de género":
Nadie debe quedar excluido: éste es un principio sagrado. De hecho, el proyecto de Dios Creador es un proyecto "esencialmente inclusivo", que pone en el centro precisamente a "los habitantes de las periferias existenciales"; es un proyecto que, como hace una madre, mira a sus hijos como a los dedos diferentes de una misma mano.
La contribución de la mujer al bien común es insustituible e innegable en este sentido según el Pontífice, puesto que así lo demuestran las mujeres de la Sagrada Escritura, decisivas en momentos determinantes de la historia de la salvación; o incluso en la historia de la Iglesia, figuras como Catalina de Siena, Josefina Bakhita, Edith Stein, Teresa de Calcuta, "impresionantes por su determinación, valentía, fidelidad, capacidad de sufrir y transmitir alegría, honestidad, humildad y tenacidad".
También vuelven a la mente de Francisco muchos ejemplos de heroísmo cotidiano vivido en la clandestinidad, el recuerdo va a las muchas mujeres que el entonces padre Bergoglio conocía en el autobús que iba a la cárcel de Buenos Aires: el noventa por ciento de las personas que visitaban la prisión eran mujeres. Las mamás son la fuerza silenciosa de nuestros días, según el Papa, que cuenta también la historia de otra mujer. Era de condición humilde, sin marido, vivía en una casa muy pequeña, y todas las mañanas salía a limpiar. Antes de cerrar la puerta volvía los ojos hacia su hijo dormido en la cama del comedor, tras la borrachera de la noche anterior. La mirada constante y cotidiana de la madre cambió con el tiempo el corazón del muchacho.
Nuestra historia está literalmente tachonada de mujeres así, tanto las famosas como las desconocidas – ¡pero no para Dios! – que hacen avanzar a las familias, a las sociedades y a la Iglesia. Lo notamos incluso aquí, en el Vaticano, donde las mujeres que "trabajan duro", incluso en funciones de gran responsabilidad, son ahora muchas.
Asimismo, en un momento de profundas transformaciones, ante cambios de época como el progresivo y rápido desarrollo de la inteligencia artificial, las mujeres – según el Papa – pueden ayudar a la humanidad a no decaer y tienen mucho que decir gracias a su capacidad de sintetizar los tres lenguajes de la mente, el corazón y las manos.
Es una síntesis propia sólo del ser humano y que la mujer encarna de un modo maravilloso, como ninguna máquina podría lograr, porque no siente latir en su interior el corazón de un niño que lleva en su seno, no se derrumba, cansada y feliz, junto al lecho de sus hijos, no llora de dolor y de alegría al compartir las penas y las alegrías de las personas que ama.
Francisco agradeció a los participantes en esta audiencia y elogió el volumen que se le presentó, "fruto de una notable variedad de contribuciones" y de la "colaboración hasta ahora inédita entre Universidades de todo el mundo y una Fundación vaticana enteramente laica". "Una nueva modalidad – subrayó – en la que la riqueza de los contenidos deriva de la aportación de experiencias, competencias y modos de sentir complementarios”. La multidisciplinariedad, la multiculturalidad, el compartir sensibilidades diferentes son de hecho, según el Papa, "valores importantes no sólo para un libro, sino para un mundo mejor".