Los fundamentos que dieron paso a la revolución de abril tienen que ser buscados en el golpe de Estado, la violación de las normas democráticas, la utilización vergonzosa de la iglesia en la actividad partidista y el resurgimiento de las fuerzas trujillistas, con nuevas caras e intereses.
El Golpe de Estado a Juan Bosch, aún sin ser sometido a un análisis histórico profundo sobre causas y consecuencias, lanzó al país a la búsqueda del retorno a la democracia, utilizando los medios que la coyuntura dictara.
La revolución del 1965 fue una muestra clara y tajante de que los dominicanos constituyen un conglomerado rebelde y luchador, que a pesar de que en su historia han conocido los gobiernos dictatoriales y las intervenciones extranjeras, nunca doblaron las rodillas ni bajaron la cabeza.
La democracia fue y sigue siendo una quimera inalcanzable para los dominicanos. En el siglo pasado se vivió más en dictaduras que en libertad. Más de 50 años fueron gobernados por Rafael L. Trujillo y Joaquín Balaguer.
La revolución de abril fue una explosión popular, que planteaba el retorno a la constitucional sin elecciones. No se pudo lograr. En lo político y en lo militar la revolución no logró el triunfo, no se pudo retornar a un régimen democrático, y mucho menos al respeto constitucional. La revolución quedó como pieza de anaquel de una biblioteca de la historia reciente.
Sin embargo, el pueblo en armas dejó bien claro que a pesar de los sacrificios, la sangre y los muertos, aquí no se permitirá la barbarie, el atropello, las violaciones al orden democrático y el desconocimiento del derecho a la vida.
El principal escollo para el triunfo revolucionario fue la intervención militar norteamericana. El fraccionamiento del ejército presagiaba una larga guerra civil, donde la correlación de fuerzas favorecía al pueblo en armas. Las botas norteamericanas cambiaron el panorama, y aseguraron la victoria de los que ya estaban derrotados.
Los planteamientos centrales de la revolución todavía están por cumplir. Las circunstancias son distintas, y las soluciones también. Sigue siendo un anhelo perdido en el tiempo el surgimiento de un régimen democrático, donde todos tengan el derecho al estudio, a la salud, a una vida decente. Llegamos al final del camino, y ahora hay que abrir nuevas trochas para conquistar la cúspide de la montaña. ¡Ay!, se me acabó la tinta.