La unidad es uno de los compromisos más traumáticos de la historia política dominicana. Se va a la calle unido por propósitos individuales, para dar el salto social, dejando lo colectivo fuera de acción.
Ni siquiera los que manosearon el concepto de que la unidad debe ser para la acción, cada quién sosteniendo sus individualidades, pudieron concretizar una marcha solidaria hacia el poder.
La versión dominicana de la rancia izquierda se dividía en cientos de pedazos, sin verdadera representación de apoyo comunitario, teniendo como una forma de existencia el enfrentamiento con el doctor Joaquín Balaguer.
Las tres principales fuerzas políticas están obligadas a pactar, pero con grupos individuales, minúsculos, sin fuerzas para cambiar la correlación de los acontecimientos. Sin embargo, tener una larga cola de partidos emergentes y movimiento que dan respaldo, es un atractivo de la política local.
Cuando se habla de reelección y de alianzas hechas a la carrera, surge la figura del doctor Balaguer. Para él la unidad se hacía con personajes o líderes individuales. Conocía las pasiones de los hombres, y que las ambiciones dividían a los que buscaban las míes del poder. Balaguer solo tenía una doctrina política, seguir en el Palacio a cualquier costa.
Cuando preparó los músculos para su primera reelección, pintó los colores locales de una frase original de un aldeano holandés, del cual ni siquiera la historia recoge su nombre. Abrahan Lincoln la escribió en la historia cuando buscaba su reelección, en la convención del Partido Demócrata, en el año 1864.
Balaguer, en los pasos iniciales de los sangrientos doce años, con la revolución de abril quedando en el recuerdo, señaló en uno de los mítines de las elecciones de 1970: no se cambia de caballo, mientras se está cruzando un rio.
Lincoln, décimo sexto presidente de los Estados Unidos, el emancipador de los negros, asesinado cuatro días después de terminar la guerra civil dijo: “No me permito, caballeros, concluir que soy el mejor hombre de este país, pero recuerdo sobre esto la historia de un viejo granjero holandés, que una vez le dijo a una compañera que no era lo mejor cambiar de caballo cuando se cruza una corriente. A veces un cambio puede ser la solución, pero es cierto que en momentos cruciales puede ser la causa del desastre”
La unidad, para la oposición y para el gobierno, cada cual en su esquina, es la principal bandera a ondear. Nadie en solitario gana unas elecciones. Se dan los primeros pasos por la enmarañada selva de las venideras votaciones. ¡Ay!, se me acabó la tinta.