SANTO DOMINGO, RD. – El presidente Luis Abinader ha confirmado su participación en la Cumbre mundial impulsada por el presidente francés, Emmanuel Macron y que se efectuará esta semana en París.
También estará presente en otra reunión cimera en Bruselas, Bélgica, convocada por la Unión Europea, para mediados del próximo mes de julio.
En la reunión internacional de la capital francesa se formulará un "nuevo pacto financiero mundial". Impulsada por el presidente anfitrión Emmanuel Macron.
Además se analizaran los efectos que desde un contexto internacional han impactado diversos sectores como crisis climáticas, energéticas, sanitarias y económicas, especialmente en los países más vulnerables.
La cumbre se propone adoptar acciones para luchar contra la pobreza, cuyo tema resalta que más de 120 millones de personas han caído en la pobreza extrema en los últimos tres años. Se estima que las crisis múltiples han dejado a los países en desarrollo sin recursos para responder a los efectos persistentes sobre los precios de los alimentos y los fertilizantes, y al creciente impacto del cambio climático.
Cientos de millones de personas pueden verse afectadas por crisis humanitarias y catástrofes naturales (incluidas las derivadas del cambio climático). Si no se abordan, pueden sumir a los países en una espiral permanente de crisis. Hay que crear mecanismos e instrumentos de seguro y financiación específicamente adaptados a su situación para protegerlos.
La transición hacia un mundo de «neutralidad climática» requiere enormes transformaciones de sectores clave de la economía. Exige financiación a largo plazo, entregada progresivamente y entraña riesgos para los inversores.
Estos flujos deben incentivarse y regularse adecuadamente a nivel nacional para garantizar la estabilidad. Un crecimiento económico constante, una sólida base de capital humano y cambios en los patrones de consumo son elementos necesarios para esta transición.
Mientras tanto, todos los países deben ser capaces de adaptarse y hacer que sus economías sean resilientes frente al cambio climático.
La clave está en reconocer que, en un mundo amenazado por la fragmentación, los retos y necesidades globales (clima, biodiversidad, salud) sólo pueden afrontarse mediante la cooperación.
Tras décadas de consenso en torno al enfoque del desarrollo y la reducción de la pobreza, el mundo avanza hacia una prosperidad menos compartida y hacia el recorte de las interdependencias.
El marco en el que se sustenta el orden mundial ya no garantiza la reducción de la pobreza y el camino adecuado para los beneficios y el bienestar comunes, ni produce bienes públicos mundiales.
Es importante asegurarse de que los países en desarrollo -a menudo los más afectados por las crisis actuales- no sólo participen en estas conversaciones, sino que también las dirijan.
También es fundamental restablecer la confianza y garantizar que la Cumbre ofrezca unas «condiciones de financiación equitativas» que beneficien más claramente a los socios en desarrollo y emergentes, en un espíritu de asociación más equilibrada.
Tras la crisis de Covid, la deuda pública ha alcanzado niveles elevados en muchos países: un tercio de todos los países en desarrollo y dos tercios de los países de renta baja corren un alto riesgo de sobreendeudamiento.
La inflación se ha disparado y las condiciones financieras se han endurecido, creando volatilidad financiera y reduciendo el apetito por asumir riesgos.
La guerra en Ucrania ha generado consecuencias mundiales en los precios de la energía y de los alimentos, así como en la seguridad. El proteccionismo comercial va en aumento.
Todos esos retos van sumándose para las economías en desarrollo, y especialmente para los países de renta baja, con una amplitud y una complejidad sin precedentes.
El punto de partida es reconocer que existen vías diferenciadas para la transición hacia la Agenda 2030, el Acuerdo de París y el FG Kunming-Montreal. Cada país tiene derecho a determinar su propia estrategia de transición hacia el objetivo común de una economía mundial libre de carbono.
Llevar a cabo una transición justa debe ser una prioridad a la hora de diseñar marcos políticos.Serán necesarios ingentes recursos para cumplir los objetivos de reducción de la pobreza y la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible, luchar contra el cambio climático y proteger la biodiversidad. La transición a una economía con bajas emisiones de carbono será extremadamente intensiva en capital, especialmente en las economías emergentes y en desarrollo, donde el coste del capital es el más elevado.
La formación de capital será necesaria para transformar los sistemas energéticos, financiar la adaptación y responder a la creciente exposición de los países en desarrollo al cambio climático.
La sanidad, la seguridad alimentaria y otros bienes públicos mundiales clave también siguen estando muy infra financiados.
Los objetivos climáticos y de desarrollo están estrechamente interrelacionados. El crecimiento económico y el desarrollo no se oponen a la seguridad climática, sino que son claves para su eventual éxito.
La salud, las habilidades y el conocimiento que las personas acumulan a lo largo de su vida es la fuente de riqueza más importante que tienen muchas personas y países, y es clave para cualquier transformación ecológica y digital a la que se enfrente cada país.
La vulnerabilidad a las catástrofes naturales y humanas se ha convertido en un reto clave en el siglo XXI.
Las perturbaciones climáticas y naturales tienen efectos inmediatos y directos sobre la pobreza y el crecimiento.