Ginebra.-La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda, para evitar nuevas infecciones y muertes por hepatitis B y C, facilitar el acceso al tratamiento para todas las mujeres embarazadas que viven con hepatitis B, o suministrar vacunas contra esta enfermedad para los recién nacidos.
En el caso de la hepatitis B, la transmisión de madre a hijo durante el embarazo es la más habitual y se produce fundamentalmente en la región del Pacífico Occidental, África y el Sudeste Asiático, donde la detección en mujeres embarazadas mediante la prueba de la hepatitis B es clave para frenar la transmisión.
No obstante, un nuevo informe de la OMS muestra que solo el 78 % de los países estudiados (64 de 82) aseguraron contar con una política nacional sobre pruebas de detección de la hepatitis B durante el embarazo.
De ellos, solo la mitad (32 de 64) declararon aplicar finalmente estas medidas en las clínicas de atención prenatal.
En este sentido, la OMS insistió en que el aumento de las pruebas de hepatitis y su tratamiento dentro de los programas de VIH jugará un papel fundamental en la eliminación de la hepatitis B en los países más afectados por esta tipología del virus.
Además, la organización destacó la inclusión de una vacuna contra la hepatitis B a las dosis de nacimiento en la Estrategia de Inversión de Vacunas 2018 de la Alianza Gavi, pues considera que “impulsará los programas de vacunación de recién nacidos en África occidental y central, donde las tasas de transmisión materno infantil de la hepatitis B siguen siendo muy altas”.
Por su parte, la agencia internacional UNITAID, que promueve el acceso a tratamientos del sida, la malaria y la tuberculosis en países en vías de desarrollo, se unió a los llamamientos de la OMS e insistió en el hecho de que la hepatitis C es un problema sanitario mundial que se puede resolver “siempre que pruebas y tratamientos puedan llegar a las personas y comunidades que más los necesitan”.
“La falta de concienciación sobre los factores de riesgo y la necesidad de someterse a pruebas de detección de la infección, junto con una disponibilidad insuficiente y unas pruebas que siguen siendo demasiado complejas, dificultan gravemente el alcance de los nuevos medicamentos”, aseguró el portavoz de UNITAID, Herve Verhoosel.
Los datos expuestos por UNITAID indican que unos 58 millones de personas en todo el mundo tienen hepatitis C, pero sólo una de cada cinco es diagnosticada y muchas menos reciben tratamiento.
El 80 % de los casos de hepatitis C se concentran en los países de ingresos bajos y medios, donde las poblaciones con las tasas más elevadas -personas que se inyectan drogas o que están encarceladas- también suelen ser las que tienen peor acceso a los servicios sanitarios.
“Con 1,5 millones de nuevas infecciones de hepatitis C cada año, no podemos permitirnos esperar y debemos acelerar las mejores soluciones, eliminar las barreras y facilitar la ampliación de las intervenciones críticas para ayudar a alcanzar el objetivo mundial de eliminar la hepatitis vírica como amenaza para la salud pública para 2030”, concluyó el portavoz de UNITAID.