La canción más emblemática de la cantante estadunidense se convirtió en un himno para su vida ya que padeció el vínculo con los hombres y se sobrepuso. Desde su padre ausente y sus hermanos machistas hasta un esposo que la engañaba y un hombre, pareja de madre, que abusó de ella cuando tenía apenas 12 años. “La música sana y empodera”, asegura Gloria
NUEVA YORK.– Gloria Gaynor, que hoy cumple 80 años, metió en 1978 un hitazo imbatible que, con toda seguridad, va a sobrevivirla a ella y -tal vez- a los lectores de esta nota, por jóvenes que sean. I Will Survive (Sobreviviré), escrito por Freddie Perren y Dino Fekaris, nació como un tema de descarte en una época en que la diva de la música disco estaba casi postrada, deprimida y al borde de quedar desocupada. Por terquedad del sello Polydor, fue el lado B del simple Substitute, de Righteous Brothers, una canción que jamás trepó al top 100. “I will survive”, en cambio, iba a llegar a la cima de todos los rankings. Confiada, Gaynor se la recomendó a un DJ de Studio 54: desde entonces, en octubre del 78 arrasó en las discotecas, las radios, los premios y se convirtió en un himno a la resiliencia, expresión horrible pero cierta. Salvo que se la cante el lecho de muerte, tiene lógica, Y más para la vida -entre dura y durísima- de la cantante de música disco y soul nacida el 7 de septiembre de 1943 en Newark, Nueva Jersey.
Gaynor nació con padre ausente. Daniel Fowles, obrero y ejecutante de ukelele, abandonó a Queenie Mae Proctor, madre de Gloria, cuando estaba embarazada de ella. La nena se crió en un departamento de un ambiente con seis hermanos: una nena y cinco varones. “El menor y yo dormíamos en la parte de la cocina. Nos faltaba casi todo pero nos sentíamos felices. Los chicos no saben que son pobres cuando son queridos”, contó. Pero, a sus 12 años, aquella felicidad sufrió un embate feroz: Gloria fue abusada por la pareja de su madre. “Vino a mi cama una noche y me despertó tocándome de manera muy inapropiada”.
La historia se repetiría, con otro victimario, cinco años después. “A los 17 años fui abusada sexualmente otra vez, por el primo de mi novio. Se salió con la suya: amenazó matarme si gritaba. De todos modos, nadie iba a oírme, porque no había nadie más en el edificio. Nunca hablé de estos abusos y nunca lloré por ellos. Simplemente, me hicieron sentir indigna. Interioricé toda esa locura. Esos sentimientos se llevan en lo más profundo del propio ser. Te tocan en un lugar que ni siquiera sabes, te dejan cicatrices de las que ni siquiera sos consciente”.
La cantante reveló estas historias recién en 2013, a los 70 años, en el libro “We Will Survive”. ¿Por qué se decidió a hablar después de tanto tiempo? “Quería que la gente entendiera que la culpa jamás es de la abusada sino del abusador. Tristemente, esto le puede pasar a cualquiera. Nadie está a salvo de los depredadores sexuales, y más cuando sos joven. La víctima jamás debe plantearse si ha hecho algo mal. La responsabilidad es siempre de la persona que intenta propasarse. No quiero que las víctimas se martiricen por lo que les ha pasado. Decidí hablar de este asunto porque sólo así puedo ayudar a las personas que han pasado, pasan o van a pasar por esta situación traumática”, le dijo al diario El País, de España, en 2017, cuando grababa un disco de música cristiana: la religión era uno de sus refugios.
Música y matrimonio tóxico
En el monoambiente superpoblado de los Gaynor faltaba dinero pero sobraba música. Los cinco varones tenían una banda: cantaban en privado y en público. Pero, misóginos desde la cuna, marginaban a Gloria -fanática del jazz y de la voz de Ella Fitzgerald- por ser niña. “Una vez, cuando tenía 13 años, me dejaron afuera del departamento y me puse a cantar para mí. Una vecina bajó por la escalera y me dijo: ‘Dios mío, ¿eras vos? Pensé que era la radio’. En ese momento decidí seguir, aunque nunca estudié canto”. Su carrera profesional, de autodidacta, empezó en los 60 con la banda Soul Satisfiers. A mediados de esa década, editó su primer simple, She’ll Be Sorry/ Let Me Go, Baby. Durante los 70, en tándem con el productor Meco Monardo, se convirtió en estrella de la música disco. Tres de sus grandes éxitos fueron Never Can Say Goodbye, de 1974 (grabada cuatro años antes por The Jackson 5; I Will Survive y I Am What I Am (Soy lo que soy), de 1983. “No me gusta cantar canciones tristes”, explicó. “Soy lo que soy” se convirtió en emblema gay; “Sobreviviré” pasó de pieza feminista a alegato LGBT y de ahí a marcha política (antiTrump, por ejemplo).
La primera estrofa dice: “Al principio tenía miedo, estaba petrificada/ Seguía pensando que nunca podría vivir sin vos al lado/ Pero luego pasé tantas noches pensando en cómo me dañaste/ Y me hice fuerte/ Aprendí a sobrellevarlo”. La letra, no muy sofisticada, alude a una persona que se libera del yugo sentimental. Cuesta pensar que Gaynor la entonó en 1978 y que, al año siguiente, se casó con Lindwood Simon, policía cocainómano que la sometió a maltratos durante muchos años. “Cuando lo conocí venía de ser rechazada, de sufrir la falta de respeto y la negación de los hombres en mi infancia, mi pubertad y mi juventud. Pensé que Lindwood iba a ser el caballero de la brillante armadura, mi escudo protector. Era inteligente y generoso. Una vez que nos casamos lo convertí en mi manager. Y entonces empezó una etapa espantosa”.
Entre otros abusos, Simon la mandaba a trabajar a Europa mientras él se gastaba en los Estados Unidos, con otras mujeres, el dinero ganado por ella. Cierta vez, de regreso a su casa, Gaynor descubrió que él había instalado una cerradura en el sótano para poder tener sexo con sus amantes sin ser molestado. Gloria y Simon tuvieron un matrimonio infeliz (al menos ella) y demasiado largo. Hasta que la cantante pidió el divorcio, a los 62 años, y se separaron definitivamente en 2005. “Creo que duramos tanto tiempo juntos porque yo le temía a la soledad, tal vez por lo que había visto en mi madre con mi padre”, explicó. Una de sus tantas amarguras era no haberse convertido en madre. Había quedado embarazada durante su luna de miel, pero luego perdió el embarazo. “Tener hijos fue algo que siempre quise, pero a mi ex marido nunca le interesó. Es curioso, fui la única de mis hermanos que siempre quiso tener hijos, pero soy la única que no los tuvo. Ya lo he aceptado y además no hubiera querido criarlos en un matrimonio roto”.
Caída y recuperación
Otro episodio triste, en este caso accidental, le ocurrió apenas unos meses antes de grabar I Will Survive. Se cayó, en pleno concierto, en el escenario del Beacon Theatre de Nueva York. “Me di un golpe muy fuerte en la espalda contra un monitor. Me levanté, terminé el espectáculo, me fui a casa y me metí en la cama. A la mañana siguiente, me desperté inmovilizada de la cintura hacia abajo. Estuve internada tres meses en un hospital y tuvieron que practicarme la primera cirugía, horrible, de columna. No sabía si algún día iba a volver a caminar”. Durante su convalecencia en el hospital, recibió una carta de Polydor en la que le comunicaban que no iban a renovarle el contrato. “Pensé que todo había terminado”, confesó. Pero no. Unos meses después grababa con corsé ortopédico su canción insignia, con la que ganaría un Grammy en 1980 y que luego seguiría su camino imparable.
La esperaba un porvenir ambiguo, una montaña rusa de éxitos artísticos, cirugías lumbares, inseguridades, bajones, resurgimientos, nuevas caídas y resurrecciones, algunas de ellas vinculadas con su conversión al cristianismo. “Durante un tiempo estuve en fiestas todos los fines de semana, aunque en el fondo no quería estar ahí. Estaba muy insegura y sentía que todos los que me rodeaban eran más bonitos, más populares, más interesantes y mejor vestidos. En mi cabeza yo era aburrida y torpe. Lo que más lamento ahora es haber perdido tanto tiempo. Hasta que el espíritu santo me agarró del cuello en 1985. Estaba rodeada de bebida y drogas, a punto de caer en el pozo más profundo. Corrí, confundida, hasta el baño: lloré y temblé. Me miré en el espejo. Me di cuenta de que estaba teniendo una epifanía. Dios me decía: “Gloria, ya basta. Después me uní a una iglesia que era muy estricta”. Aquella situación tuvo su correlato musical: la llevó a cantar gospel.
I Will Survive había sido y seguiría siendo el punto más alto de su carrera, no sólo por motivos musicales. Un número increíble de groupies le contó a Gaynor que el tema les había salvado la vida. Los ejemplos sobran. “Después de un concierto en Italia, se me acercó una joven y me dijo que estaba pasándola muy mal, que sentía tanta ansiedad y dolor que había planeado suicidarse, pero que al escucharme cantar “Sobreviviré” le había hecho cambiar la decisión. Otra vez, un muchacho africano, sobreviviente de una guerra civil, me contó cómo habían asesinado a toda su familia frente a él. Al tiempo, llegó en barco a los Estados Unidos. Sus vecinos de arriba escuchaban la canción y eso le dio ganas de seguir viviendo. La música sana y empodera. Nos ayuda a querernos más”.Gloria Gaynor en un escenario londinense, en 1975 (Photo by Michael Putland/Getty Images)
A los 65 años, Gaynor empezó a estudiar psicología en la Universidad de Walden; a los 71, obtuvo la licenciatura. Para ella, la música disco -género cuestionado en su momento, pero que envejeció muy bien- tiene el efecto de una buena terapia. “La música disco siempre sirvió de instrumento de unión entre la gente y la ayudó a liberarse del estrés diario, no veo qué se le podría criticar -opinó-. Yo no he vuelto a ver otro estilo capaz de hacer disfrutar por igual a personas de cualquier raza, nacionalidad, sexualidad o edad. ¿No es acaso nuestro objetivo final? ¿Compartir lo que tenemos? Para mí, la vida se trata de eso”.