Boaz Anglade, economista especialista en el area de desarrollo, de nacionalidad haitiana y quien trabaja como consultor de desarrollo internacional ha lanzado la advertencia de que, "Dadas las crecientes tensiones entre los dos países, los temores de otra atrocidad importante contra los haitianos en la República Dominicana son cada vez más fundados."
Anglade, quien además tiene un doctorado en economía aplicada de la Universidad de Florida, indica igualmente "El objetivo de Trujillo era claro: impedir lo que llamó la "haitianización" de la parte dominicana de la frontera. En la masacre que siguió, más de 20.000 haitianos y dominicanos de ascendencia haitiana fueron asesinados sin piedad."
En un articulo de opinión publicado en el diario haitiano Ayibopost, el intelectual y académico recuerda que "El intento de Trujillo de "blanquear" su parte de la frontera llevó al uso de una prueba lingüística: los individuos debían pronunciar la palabra "perejil" (perejil en español). Muchos de los que lo pronunciaron con marcado acento haitiano fueron asesinados. Este trágico episodio, ahora infamemente conocido como la “Masacre del perejil”, es un recordatorio escalofriante de los peligros del nacionalismo y el racismo desenfrenados."
A continuación in extenso, y ante las preocupaciones que se han generado en ambas partes de la isla, reproducimos el escrito del economista e intelectual del vecino pais, Boaz Anglade:
1937 marcó un hito oscuro en los anales de la historia. Bajo las siniestras directivas del presidente dominicano Rafael Trujillo, tuvo lugar una masacre inimaginable en la frontera entre Haití y República Dominicana.
El objetivo de Trujillo era claro: impedir lo que llamó la "haitianización" de la parte dominicana de la frontera. En la masacre que siguió, más de 20.000 haitianos y dominicanos de ascendencia haitiana fueron asesinados sin piedad.
El intento de Trujillo de "blanquear" su parte de la frontera llevó al uso de una prueba lingüística: los individuos debían pronunciar la palabra "perejil" (perejil en español). Muchos de los que lo pronunciaron con marcado acento haitiano fueron asesinados. Este trágico episodio, ahora infamemente conocido como la “Masacre del perejil”, es un recordatorio escalofriante de los peligros del nacionalismo y el racismo desenfrenados.
El objetivo de Trujillo era claro: impedir lo que llamó la "haitianización" de la parte dominicana de la frontera.
Actualmente, una disputa por el agua sobre el río Dajabón, también conocido como río Masacre, está aumentando las tensiones entre Haití y República Dominicana. Este río, que forma una frontera natural entre la parte norte de las dos naciones, es de gran importancia histórica debido a su asociación con la trágica Masacre de Perejil, donde muchas víctimas murieron cerca.
En septiembre de 2023, un grupo de haitianos reanudó la construcción de un canal para extraer agua del río, con el objetivo de proporcionar riego a los agricultores haitianos locales. Este es el primer intento haitiano de explotar el río. Sin embargo, República Dominicana, que ha construido más de 10 canales anteriores a partir del río, se opone a la iniciativa haitiana, diciendo que viola los acuerdos existentes. En respuesta a la determinación de los haitianos de continuar con el proyecto, el presidente dominicano Luis Abinader tomó medidas severas al cerrar todas las fronteras con Haití y ordenar la deportación masiva de haitianos.
Dadas las crecientes tensiones entre los dos países, los temores de otra atrocidad importante contra los haitianos en la República Dominicana son cada vez más fundados. El conflicto actual ha despertado profundas animosidades, revelando viejos resentimientos entre dos naciones unidas por la geografía y la historia. La hostilidad dirigida contra los haitianos en la República Dominicana ha aumentado en los últimos tiempos.
En los últimos años, las deportaciones masivas, a menudo llevadas a cabo con clara indiferencia hacia los derechos humanos, han sido comunes. Han aumentado los casos de comunidades haitianas que enfrentan amenazas y desalojos forzosos, a menudo con la observación pasiva de las autoridades locales dominicanas.
El conflicto actual ha despertado profundas animosidades, revelando viejos resentimientos entre dos naciones unidas por la geografía y la historia. La hostilidad dirigida contra los haitianos en la República Dominicana ha aumentado en los últimos tiempos.
Incluso hay informes inquietantes de mujeres haitianas embarazadas que son retiradas de los hospitales en preparación para su deportación. Violaciones tan graves, arraigadas en un racismo y un colorismo profundamente arraigados, se destacan habitualmente en los informes de derechos humanos del Departamento de Estado de Estados Unidos. Fue impactante ver al presidente dominicano, en una plataforma global en Nueva York, negar la existencia de racismo y colorismo en su país. Su afirmación de que debido a que el 85% de la población dominicana es de origen mestizo no existen tales problemas es a la vez ingenua y engañosa.
La naturaleza insidiosa de los asesinatos en masa modernos reside en su alarmante velocidad. A menudo, antes de que el mundo pueda siquiera comprender la magnitud de la atrocidad, suele ser demasiado tarde. Incidentes históricos como el genocidio en Ruanda subrayan esta dura realidad. En la era de las redes sociales, la información errónea puede difundirse rápidamente, provocando potencialmente enfrentamientos violentos a una velocidad sin precedentes. Esta amenaza se vuelve aún más pronunciada cuando los políticos explotan las emociones divisivas para su beneficio personal.
Una táctica común utilizada por los políticos dominicanos es culpar injustamente a los haitianos por los desafíos del país, en lugar de reconocer sus propias deficiencias. Recientemente, el presidente Luis Abinader planteó la idea engañosa de que Haití es una carga para la República Dominicana, sentimiento del que muchos dominicanos se han hecho eco. Sin embargo, los hechos indican que Haití es un socio comercial crucial para la República Dominicana, en lugar de simplemente recibir ayuda dominicana.
Han aumentado los casos de comunidades haitianas que enfrentan amenazas y desalojos forzosos, a menudo con la observación pasiva de las autoridades locales dominicanas.
La pregunta apremiante es: ante una creciente ola de animosidad y la reapertura de cicatrices históricas, ¿cómo podemos evitar otra tragedia?
La fuerza de una nación reside en la capacidad de su pueblo para luchar contra el odio. Por ejemplo, así es como Estados Unidos ha demostrado consistentemente una fuerte resistencia al autoritarismo: por cada estadounidense que defiende ideologías xenófobas o racistas, siempre hay una multitud de otros dispuestos a desafiar tales puntos de vista utilizando una variedad de estrategias, incluso si eso significa arriesgar su propias vidas. Esta resiliencia surge de una creencia profundamente arraigada en los valores estadounidenses de diversidad y la idea fundamental de que Estados Unidos es una tierra de inmigrantes.
Estoy convencido de que por cada individuo prejuicioso, existen innumerables patriotas dentro de la sociedad dominicana comprometidos con la preservación de los valores de su nación. Sin embargo, en la actualidad, parecen prevalecer los relatos de sentimiento antihaitiano, particularmente en las plataformas de redes sociales. Insto a la sociedad civil dominicana a elevar el llamado a la armonía y hacer más para ahogar las voces del odio y los prejuicios.
No debemos esperar hasta que otra tragedia subraye la urgencia de adoptar una postura contra la intolerancia. La obligación de anteponer el amor a los prejuicios está en manos de los patriotas dominicanos que se mantienen fieles a los ideales de su país, y ahora es el momento de actuar.
► Por Boaz Anglade , economista de desarrollo haitiano que trabaja como consultor de desarrollo internacional. Tiene un doctorado en economía aplicada de la Universidad de Florida.
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