Pedernales.-A diferencia de lo que ocurre en Dajabón y en menor nivel en Elías Piña, las actividades entre dominicanos y haitianos se realizan prácticamente con la normalidad de antes de que se cerrara la frontera, si no fuera porque se restringe la entrada de los vecinos que vengan de turistas con su visado correspondiente.
A las 7:00 de la mañana de un día cualquiera, que no sea ni lunes ni viernes, que son los días de mercado binacional, los haitianos, jóvenes, adultos, mujeres y hombres, se agolpan en la puerta de entrada a territorio dominicano, calentado por el sol, que aquí pica desde que se deja ver.
¿A qué cruzan? Las mujeres en su mayoría a trabajar en casas de familias y algunos negocios, así como para llegar al hospital Dr. Elio Fiallo en busca de asistencia de salud, una buena parte con un embarazo avanzado.
Los hombres, también lo hacen algunas mujeres, entran en su mayoría a comprar lo que sea, desde alimentos, a cualquier artículo, que luego pasan a su país en motocicletas y motores de tres ruedas.
Las mercancías más grandes y las que se comercializarán en Haití, desde el vecino poblado de Anse-à-Pitre, hasta la capital, Puerto Príncipe. Para ello deben pagar un acarreo hasta llegar al puerto fronterizo y para cruzar, deben trasvasar la menearías a camiones de su país, porque los transportistas dominicanos no pueden penetran a territorio haitiano.
Hay que destacar que para entrar a realizar esas actividades a territorio dominicano, los haitianos, sin distinción, tienen que someterse al control biométrico, a través del cual las autoridades dominicanas llevan un control por su se quedan.
Más de una veintena de militares, uniformados y vestidos de civil se encargan de la seguridad y de organizar las filas de entrada, mientras que personal de la Dirección General de Migración y la Dirección General de Investigaciones (DNI) de asentar y fotografiar a los haitianos que desean entrar a la República Dominicana.
Pareciera que aquí vale de muy poco el muro fronterizo que construye el gobierno, que por esta parte tendrá alrededor de 7 kilómetros lineales y que al igual que en otras zonas deja una amplia franja donde los haitianos pueden pernoctar, pero no los dominicanos, porque son apresados inmediatamente por los militares, que comanda el teniente coronel Juan Luis Soriano Rosario, un militar gentil, que hace saber que allí se cumple lo que dispuso el Sr. Presidente de la República y la oficialidad.
Los haitianos que se acogen a la nueva realidad de la frontera, deben retornar a su país antes de que llegue la noche, claro los niños, que pululan por doquier en Pedernales, pidiendo o tratando de lograr algo para saciar el hambre, no están sometidos a las reglas.
El río que divide ambas naciones, parece ser de los haitianos. Ahí ellos se bañan, lavan y hacen todo lo que quieren. Los dominicanos no pueden usar la parte que les corresponde porque los militares criollos no los dejan, pero no se le ocurre hacer como sus vecinos de Juana Méndez, que comenzaron a construir un canal para hacer uso del derecho al agua binacional.
El sol calienta, dos burros tratan de aprovechar la sombra de la cobija del mercado binacional y dos militares se recuestan del muro, mientras los conductores dominicanos y haitianos hacen de la polvorienta calle que de entrada y salida de territorio dominicano un pandemonio, ocupando ambos carriles de circulación, que son imaginarios, hasta que una camioneta cargadas de miembros del Ejército los hace organizarse y nosotros, finalmente pudimos dejar la zona y retornar a Santo Domingo con la experiencia que las medidas que se adoptan en la capital, no siempre se cumplen en la frontera.