Durante 2023 las economías latinoamericanas navegaron, sin grandes crisis, un año de ajustes tras los desequilibrios causados por el gasto fiscal desplegado durante la pandemia.
Para 2024, el escenario sigue siendo moderadamente positivo, sostenido por el trabajo de los bancos centrales.
El pronóstico es parte del “Latam Outlook 2024” presentado por el think tank inglés Canning House en Londres. El documento abarca escenarios político, global, económico, comercial y social; y es innegable el tono más bien positivo. Excepto por un área: lo social. Específicamente: la seguridad.
“Nos preocupa la expansión y diversificación de los grupos criminales a lo largo de Latinoamérica”, afirmó Mariano de Alba, senior advisor of International Crisis Group (ICG).
La firma de consultoría de riesgo advierte que este fenómeno está causando la expansión de diversas actividades ilegales, dados los altos niveles de pobreza, agravados desde la pandemia, y la debilidad institucional que ha permitido la prevalencia de la corrupción.
Ya no se trata sólo de narcotráfico; ICG advierte que los grupos criminales están participando en actividades menos rentables, pero que ofrecen ingresos regulares como tráfico de personas, robo de combustible, minería ilegal, robo de madera y extorsión.
La expansión de estos grupos ha hecho del crimen y la violencia la principal preocupación de los ciudadanos en Latinoamérica. Un estudio de IPSOS en 29 países, incluyendo Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México y Perú muestra una gran diferencia con el respecto de otras regiones.
En el grupo de Latinoamérica, el 50% de las personas señala el crimen y la violencia como su principal preocupación. Mientras, en el promedio global es la inflación la que ocupa el principal problema señalado por casi 40% de los encuestados.
A pesar de que la inflación también ha causado estragos en la región, la seguridad se impone por sobre el alza de precios como el principal problema con casi 20 puntos de diferencia.
Desempleo y corrupción, precisamente dos factores señalados como agravantes del auge de los grupos criminales en la región, aparecen como otros dos puntos en los que la percepción de riesgo en Latinoamérica supera con amplitud el promedio global.
“La delincuencia y la violencia son una preocupación importante en Latinoamérica y ha ido creciendo con el tiempo. Si nos fijamos en la preocupación socioeconómica, como la pobreza, la inflación, el desempleo, en general ha bajado, si lo comparamos con los últimos años. Y la educación y la sanidad se mantienen relativamente estables”, explicó Jean-Christophe Salles, CEO de Ipsos para Latinoamérica.
Un desglose de los datos muestra que el crimen y la violencia es la primera preocupación para las personas en Chile, Perú y México. La preocupación de Brasil está encabezada por la pobreza y la desigualdad. Colombia está liderada por la corrupción y el desempleo; y en Argentina la principal preocupación es la inflación. “Si quisiéramos resumir, la preocupación latinoamericana, en general, está cada vez más concentrada en el crimen, la pobreza y la corrupción”, puntualiza Salles.
El riesgo de no frenar el avance del crimen organizado, apuntan los expertos de ICG, es que estos profundicen su control y relación con las comunidades. Similar a estrategias como la usada en su momento por el Cartel de Cali bajo el liderazgo de Pablo Escobar, grupo como el Clan de Medellín en Colombia construyen escuelas y consultorios médicos, desplazando al Estado.
“Los países de América Latina pueden mejorar la percepción sobre el crimen organizado, la seguridad de sus sociedades y la corrupción. No quiero exagerar estos temas. Pero son problemas reales y creo que es un error fingir que no lo son”, planteó Jeremy Browne, presidente del think tank Canning House, en conversación con DFSUD.
Considerando que los problemas de seguridad de la región están de vinculados a grupos de crimen organizado transnacionales, la solución o su control pasan también por respuestas que requiere de cooperación e integración regional. “Reducir el impacto del crimen organizado en las personas, y el desafío que representan para el estado de derecho y la democracia, será un tema crítico para los gobiernos de la región en los próximos años”, comentó Ivan Briscoe, director de ICG para Latinoamérica.
El panorama económico y político para 2024, en tanto, estuvo a cargo de Itaú y Control Risks, respectivamente.
La administración de Javier Milei negociará un nuevo programa con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que exigirá compromisos más estrictos tras la falta de cumplimiento de las metas impuestas para 2023. Se espera una devaluación del tipo de cambio oficial desde los 379 pesos argentinos por dólar actuales a 650 pesos hacia diciembre 2024. La inflación se moderaría de 200% en 2023 a 150% en 2024. El PIB se contraería un 2,5%.
A medida que el gobierno intenta avanzar con sus reformas, especialmente las que buscan reducir el tamaño del Estado y el gasto fiscal, empresas en Argentina podrían enfrentar interrupciones por protestas y otros bloqueos.
El segundo año del gobierno de Luis Inácio “Lula” da Silva podría ser más desafiante que el primero. Es probable que gaste gran parte de su capital político en la negociación de la reforma tributaria, que se espera sea aprobada el próximo año. El escaso espacio fiscal permite anticipar que el gobierno busque incentivar las concesiones e inversiones privadas en áreas como infraestructura, hidrógeno verde, créditos de carbono y energías renovables.
La economía enfrentará un proceso de desaceleración y pasaría de crecer 2,9% en 2023 a una expansión de 1,8% en 2024. El banco central continuaría con su proceso de baja de tasas hasta llevar la tasa Selic de 11,75% a 9,50%.
El fenómeno de El Niño podría amenazar la baja de la inflación al afectar eventualmente el precio de los alimentos.
El escenario externo podría obligar al Banco Central a desacelerar el ritmo de bajas de tasas. Las condiciones financieras más ajustadas y la fortaleza del dólar serían factores clave. Itaú proyecta que la tasa de política monetaria llegue a 5,75% en diciembre 2024, 75 puntos base por encima de lo previsto anteriormente y muy por encima de la tasa neutral estimada de 4%. La economía logrará crecer 1,5% en 2024, y el tipo de cambio tendría una baja moderada para ubicarse en 850 pesos por dólar hacia fines de 2024.
Control Risks no anticipa cambios para el sector privado independiente del resultado del referéndum constitucional. Al mismo tiempo, destaca que la falta de coronación y acuerdos entre los partidos de izquierda y centroizquierda complican aún más el escenario para la agenda del Presidente Gabriel Boric. Se ponen en duda el avance de las reformas de pensiones y tributaria.
Tras abandonar el tono conciliatorio que adoptó en los primeros meses de su mandato, el Presidente Gustavo Petro ha chocado constantemente con el Congreso y ha visto caer sus niveles de aprobación de 62% a 30%. Ambos fenómenos se extenderían a 2024, según Control Risks.
Con un presidente limitado y en conflicto con el Congreso, Colombia enfrenta un 2024 de incertidumbre política y regulatoria.
Sin embargo, no se proyectan quiebres institucionales ni cambios en los contratos de empresas internacionales. En lo económico, Colombia enfrenta un 2024 de ligera mejoría en la actividad, con un crecimiento proyectado de 1,2%. La inflación continuaría a la baja, y el banco central estaría por comenzar su proceso de recorte de tasas este mes o a inicios del próximo año. La tasa bajaría de su 13,25% actual a 8% a finales de 2024.
El próximo será un año electoral para México. El carismático presidente Andrés Manuel López Obrador dejará el cargo. Se espera que el proceso electoral esté marcado por mayores niveles de violencia, especialmente en municipalidades y pueblos del interior del país. Muy importante, está ganando terreno la idea de que independiente de quién gane la elección, el próximo gobierno tendrá una postura más abierta hacia la inversión extranjera y el capital privado.
El comportamiento de la economía mexicana estaría directamente influenciado por la desaceleración esperada en Estados Unidos. Itaú proyecta un crecimiento de 2% para 2024, tras una expansión de 3,4% esperada para este año.
El ritmo en la baja de la inflación y las tasas de interés sería más moderado que en otros países de la región. La inflación cerraría 2024 en 4,2%, no muy lejos del 4,6% esperado para este año. La tasa de interés pasaría de 11,25% a 9%.
La economía peruana sería una de las que registrarían el mayor repunte el próximo año, pasando de un crecimiento casi nulo en 2023 a una expansión de 3%. La actividad será impulsada por el relajamiento monetario esperado del Banco Central, de la mano de una caída de la inflación. Según los recortes esperados, la tasa de interés de referencia pasaría de 6,75% a 5%.
El repunte económico se daría a pesar de la esperada continuidad de la inestabilidad política. Si bien Control Risks anticipa que la presidenta Dina Boluarte continúe en el cargo por todo el próximo año, su permanencia se debería más a un agote de los recursos para financiar movilizaciones.
A pesar de ello, a Perú le espera otro año de inestabilidad y gobernabilidad limitada. También se anticipan más protestas en torno a proyectos mineros.