La llegada del visitante extranjero número diez millones corona una aspiración-meta del Gobierno, consciente del impacto encadenado que genera el sector turístico en toda la economía nacional, no solo en los lugares que representan las grandes ofertas y atractivos en la República Dominicana.
Tras el colapso global de todos los renglones como resultado de la pandemia de COVID-19, parecía inalcanzable la meta, pero afortunadamente, luego de la inmensa tragedia, el mundo empezó a dejar atrás aquella catástrofe de dimensiones bíblicas para entrar en una dinámica de superación del caos y de recuperación económica.
Seguir y afianzar la meta de atraer 10 millones de turistas extranjeros era un imperativo, y el Gobierno no se anduvo con tibiezas hasta lograr lo que se alcanzó la semana anterior.
Ahora, el siguiente tramo de la aspiración debe ser lograr la visita de un extranjero por cada habitante dominicano, es decir, unos 10.8 millones de hombres y mujeres, confirme el último Censo Nacional efectuado en 2023.
Y aquí quiero darle sentido al título de esta entrega, pues el objetivo de conseguir la visita de un turista por cada dominicano lo delineó como estrategia o política de Estado el presidente Danilo Medina en cuanto asumió el Ejecutivo en agosto de 2012.
Es decir, que el presidente Luis Abinader y el Ministerio de Turismo–conscientes de la relevancia de esa meta–no incurrieron en mezquindades, como suele ocurrir en los cambios de Gobiernos, incluso dentro de un mismo partido, lo que ha provocado un eterno comienzo en los planes y políticas públicas.
Una buena política de Estado no debe tener dueño, sino que corresponde a todos los que llegan al Gobierno, por lo que en este caso se trataba de un plan de inmensa trascendencia para el país, pues el turismo sigue como uno de los sectores de mayor generación de divisas, además del encadenamiento señalado anteriormente.
Está claro que si cada Gobierno hubiese aplicado con seriedad la continuidad de Estado, nuestro país hace décadas que tendría superados sus principales problemas.
Sin embargo, la constante ha sido la mezquindad como política gubernamental, la cual se ha expresado en que, si lo hizo la pasada administración, es malo por vía de consecuencia.
Así el país ha vivido en permanente arritmia, frenando su desarrollo pleno.