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  • Por: Cándido Mercédes
  • viernes 12 enero, 2024

Prioridades políticas y sociales en la democracia dominicana

“La historia la escriben los que resisten”. (Pedro Sánchez: Manual de Resistencia).


Más allá de que la democracia ha devenido cada vez más en un modelo de gestión y reparto del poder, hemos llegado cuasi a un punto de inflexión para evitar las erosiones y eclipses a que estamos asistiendo en la región de Latinoamérica y otras partes del mundo. La política tiene como contenido y sustancia las relaciones de poder y con ella, la conflictividad que encierra.


República Dominicana no es un país que se encuentre en una crisis de gobernabilidad, que se caracterice por una alta conflictividad, violencia, problemáticas étnicas ni religiosas. El Banco Mundial en su más reciente informe señaló que 2022 se denominó como el año de la incertidumbre y el 2023 lo simbolizó como el año de la desigualdad. Dibujó el escenario mundial con las problemáticas del cambio climático, la fragilidad, los conflictos y la violencia o la inseguridad alimentaria, concluyendo con nueve lacerantes apostemas, ellos son:


1) Pobreza.
2) Deuda.
3) Perspectiva económica mundial.
4) Caída de la perspectiva de crecimiento a largo plazo.
5) Clima.
6) Mercados de productos básicos.
7) La mujer, la empresa y el derecho.
8) Informe sobre el desarrollo mundial relativo a la migración.
9) Trabajar sin fronteras.


En medio de las dificultades, el país puede, desde una perspectiva proactiva, crear oportunidades que se convertirían en un círculo virtuoso, que apalancaría todos los resortes potenciales que se anidan en el cuerpo social para encaminarnos hacia el verdadero desarrollo. Aquí nos encontramos que las prioridades políticas, económicas y sociales se conectan, hay una conexión directa con las reformas estructurales pendientes. Esas prioridades, que por su procrastinación muchas se convirtieron en problemas estructurales, que no pueden seguir posponiéndose y esperar una gran crisis.


Prioridades significan organizar, jerarquizar, coordinar dentro de un conjunto de necesidades, asumir las más vitales y las que realmente se pueden resolver en las tres dimensiones del tiempo y en función de los distintos recursos de una sociedad. Tenemos que aunar esfuerzos para sinergizar lo que más pueda funcionar para nuestra sociedad, en un horizonte de más inclusión y de más alcance social y económico, teniendo como eje nodal y transversal todo lo atinente a lo institucional, al soporte de un verdadero Estado de Derecho (legalidad, justicia, derechos humanos y legitimidad).


Dado que en la sociedad dominicana no hay una alta polarización ni en el plano político, económico e ideológico, sino una cruzada por el reparto del poder político, sería más fácil diseñar un programa común donde se planteen los elementos cardinales a desarrollar, para evitar soluciones reactivas, coyunturales, que nos llevan al borde de la esquina a encontrarnos con los mismos problemas. Se trata de esbozar con ahínco de reflexividad, soluciones inteligentes, que ejemplifiquen un contrato social de largo alcance y aliento.


Es impostergable, inexcusable, inexorable, reformas estructurales que toquen:


1) Las Reforma laboral.
2) La Reforma de la Seguridad Social. Pensiones.
3) Una asunción real con toda la problemática eléctrica.
4) La Reforma Fiscal Integral, pospuesta en violación a la Ley de Estrategia Nacional de Desarrollo 1-12. Desde el 2013 debimos comenzar.
5) La inversión en salud sigue siendo pírrica desde 1996, nunca ha pasado entre 1.5 a 2 cuando en la región es de 6.
6) Se requiere invertir más en el capital humano, con una educación de calidad y una protección social acorde al Siglo XXI.
7) Fortalecer y mejorar la calidad de las instituciones, que es la verdadera formación de un Estado de Derecho.
8) Reflexionar sobre la cultura como mecanismo de cohesión social, de diversidad, de tolerancia.
9) Tener, con seriedad, una verdadera política de Estado frente a Haití. Una agenda país, sociedad, estado, nación.


Esas reformas estructurales, que son prioritarias, generarían una gran revolución social, pues significarían una decantación, una diferenciación, para mitigar, neutralizar y disminuir la desigualdad y la pobreza. Por eso tenemos que coadyuvar con:


1) Seguir reduciendo la pobreza que estaba en 27 y se redujo a 23.7. Como sociedad deberíamos hacer un compromiso para llevarla en los próximos cuatro años a 15.


2) Disminuir aún más la indigencia. En el mundo, actualmente, hay 700 millones de indigentes que “viven” con menos de US$2.15 dólares. Un fracaso de la humanidad. Tenemos un 3.06% en nuestra formación social.


3) Dar un golpe de timón a la problemática del mercado laboral informal: 56%. El objetivo común es tratar en los próximos cuatro años de llevarlo a 40%, no importa el candidato que gane. La fuerte incidencia del mercado laboral informal trae consigo la precariedad laboral y los salarios exiguos. El Estado tiene que emprender una audaz política pata formalizar las empresas que surjan y buscar los factores que lo impiden.


4) En el Índice de Competitividad Global mejoramos 22 puntos, pasamos del ranking 104 al 82. En la región de 16/19 se pasó a la posición 12/21 países. Debemos seguir mejorando para realizar nuevos negocios y más innovadores. En el Doing Business, en flexibilidad para hacer negocios, pasamos del ranking 115/190 a 95/190.


5) República Dominicana representa la economía número 66 por volumen del PIB. El Producto Bruto per cápita es de US$10,800.00 dólares, ocupando el puesto 80/194 países en el Índice de Desarrollo Humano. Hay que trabajar en disminuir la desigualdad y asumir políticas públicas novedosas y audaces para una mejor y mayor distribución de las riquezas.


6) Por ello, hay que fomentar más el empleo, la inversión pública, el ingreso laboral real, pues en los últimos años se ha venido estancando y cuando no, reduciendo.


7) Desde el 2008 hasta el 2023 hemos tenido un déficit fiscal que ronda un promedio de 3.1% del PIB. Se hace urgente repensar la política fiscal. El pago del 3.9% del PIB solo de intereses de la deuda es una locura. Esto ha sido la “política más cómoda” de los sectores del poder para no enfrentar a los que más tienen y deben de pagar en una sociedad de mercado, en una sociedad capitalista.


8) El desempleo se encuentra en un 12% ampliado; sin embargo, en los más jóvenes es de 29%. En las mujeres de 23 y en los hombres de 9. Se requieren nuevas políticas que conduzcan a menos discriminación y exclusión. Necesitamos mejorar los indicadores sociales y generar mayor equidad social.


Si nuestra sociedad no acomete con audacia y rapidez estas necesarias reformas, transformaciones, nos encontraremos con lo que Michael Marder llama la Piropolítica. Nos veremos con un país en llamas, con fracturas sociales y una enorme crisis de liderazgo a todos los niveles y una confianza social ausente en todos los tramos de la estratificación social. Empujarán lo que nadie quiere. Pensar para la sociedad es como construir una alquimia que se cimente en algunos elementos claves, para evitar la necropolítica, el canibalismo visceral que nos acompaña como parte de una cultura política, que nos impide como país ser más eficiente, más eficaz y actuar con más sentido humano, con más espíritu de cuerpo, en el espacio de luz que envuelve la ceguera y la opaca.


Un clima catalizador ha de brillar para no sucumbir. Es la antorcha subliminal de más democracia. De apuntarnos y apuntalarnos a una democracia de más contenido económico, social e institucional. Que el mundo de la democracia no sea para un 33% de la población dominicana. El batiburrillo es fácil de desmadejar para generar una sociedad más plena. En medio de la entropía se requiere remontarnos a Antonio Gramsci cuando nos decía, parafraseándolo “El optimismo de la inteligencia con el optimismo de la voluntad”.


Si en los próximos cuatro años no hay una asunción real de las prioridades y de las reformas estructurales, nos abocaremos a una fragilidad y al crecimiento de una alta conflictividad, donde repercutirá en el populismo, la polarización y la fragmentación. Allí, donde se producen vacíos, es ineludible que alguien los llene. El gran dilema es que no sabemos ni cómo ni cuándo, y el calado de su transformación. Como nos dice Marcelo López Cambronero en su libro Salvemos La Democracia “…Cuando el ciudadano transforma el poder político en poder vital, en posibilidades de todo tipo que se ofrecen a nuestra existencia, incluidas las que tradicionalmente se clasificarían en el viejo orden de la política…”.

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