Chía (Colombia) (EFE).- De los 700 millones de rosas que Colombia envía cada año a floristerías de todo el mundo por San Valentín, nuevas variedades han nacido de mezclas que resultan en colores morados, rosados o anaranjados, todos ellos especiales y únicos en el mundo.
Las variedades de rosas colombianas que se exportan para ser regaladas en Estados Unidos, Japón, Canadá, Reino Unido o España, entre otros países, tienen derechos de propiedad intelectual a nombre de los creadores originales de las variedades, a los que la industria llama ‘breeders’ (criadores).
Es justamente ese carácter singular y exclusivo la razón por la que los floricultores colombianos deben pagar regalías por cada tallo sembrado, independientemente de si resulte exitoso o no.
Así lo explica a EFE el vicepresidente ejecutivo de la Asociación Colombiana de Exportadores de Flores (Asocolflores), Andrés Vernaza Guzmán, quien rodeado de cultivos de rosas blancas explica junto a uno de los floricultores el proceso previo a la siembra de las flores.
“Por cada semilla, las personas que siembran tienen que pagar regalías a los ‘breeders’, así que lo que sale caro en una finca de flores no es la tierra sino lo tienen que pagar por cada flor cultivada, que va de entre uno a cinco dólares”, dice Guzmán.
Una variedad puede ser resultado de millones de intentos de cruces en los que se prueban calidad, colores, durabilidad y resistencia, factores que se vuelven especialmente relevantes cuando se tiene en cuenta que los ramos tienen que llegar perfectos a todos los continentes, pues Colombia se mantiene como el segundo mayor exportador mundial, solo superado por Holanda.
Los floricultores que están a cargo de las plantaciones de la Hacienda Mongibello, una de las más importantes de Colombia, ubicada en el municipio de Chía, 10 kilómetros al norte de Bogotá, celebran haber estado preparados para los climas adversos originados principalmente por el fenómeno de El Niño no afecten los cultivos en esta época.
“Afortunadamente en esta finca no hemos tenido problemas”, explica uno de los floricultores, quien además agrega que la prevención que hacen “consiste en mantener la humedad relativamente alta para que la helada no dañe los cultivos”.
En los invernaderos que guardan las flores desarrollan el proceso de cultivo de las rosas completo, desde la siembra hasta el envío por aire o por mar para que los tallos lleguen a sus destinos finales dentro de grandes cámaras frigoríficas.
“La temperatura ideal para que las flores lleguen frescas es entre uno y tres grados”, describe el responsable de la cámara, Lisandro Martínez, y en esa misma temperatura mantienen la sala de frío en la que las almacenan antes de enviarlas al exterior.
Así, un centenar de cajas mantienen las flores hidratadas en todo momento para que los enamorados en otros países las regalen por el Día de San Valentín. El objetivo de la empresa es que “cuando te llegue la rosa a casa dure hasta 20 días perfecta”.
El cultivo de las flores en Colombia es un oficio con el que familias enteras han podido “salir adelante”, narra la clasificadora de poscosecha Loreney Serrato Rojas, mientras selecciona rosas, les limpia los pétalos exteriores y las junta creando el ramo.
“Mi sueño es conseguir mi casa, eso es lo que más anhelo”, dice esperanzada mientras se acuerda de sus hijos, los tres niños que ha podido sacar adelante gracias a los ochos años que lleva entre flores.
Ella es una de las mujeres que trabajan en la empresa, que representan el 60 % de toda la plantilla que suma más de 200 empleados.
Como ella, las mujeres toman el número de rosas que pide el cliente, las amarran y las dejan en una cinta transportadora para que las reciba la encargada y las deje en agua para que estén hidratadas en todo momento.
Es una plantilla formada en su gran mayoría por mujeres que sólo en la época de San Valentín genera 27.000 empleos temporales que permiten que mujeres cabezas de familia, como Loreney, puedan proveer para sus seres queridos, y a los enamorados del mundo regalar un arreglo salido de los campos colombianos.