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  • Por: La Redacción
  • lunes 04 marzo, 2024

El legado irreverente de Iris Apfel, ícono del mundo de la moda

Saltó a la fama en universo fashion cuando tenía 80 años. Su guardarropa tremendamente ecléctico formó una exitosa exposición en el icónico Museo Metropolitano de Arte de Nueva York

Iris Apfel, una matrona de la alta sociedad neoyorquina y diseñadora de interiores que en los últimos años de su vida impactó al mundo de la moda con un atrevido estilo bohemio que mezclaba lo vintage hippie y la alta costura, y que encontraba tesoros en los mercados de pulgas y se regodeaba con las contradicciones, falleció el viernes en su casa de Palm Beach, Florida. Tenía 102 años.

Stu Loeser, portavoz de su patrimonio, confirmó la muerte.

Apfel, quien se presentaba como una “estrella geriátrica”, en sus 80 y 90 años marcó tendencia con conjuntos clamorosos e irreverentes: una chaqueta Bill Blass cuadrada y multicolor con falda de baile Hopi tintada y botas peludas de piel de cabra; un esponjoso abrigo de noche de plumas de gallo rojas y verdes con pantalones de gamuza rotos hasta las rodillas; un conjunto de suéter de angora rosa y falda de paneles de brocado chino del siglo XIX.

Sus accesorios, que combinaba de manera disruptiva, podían ser una máscara enjoyada o un collar de cuentas de jade que le llegaba hasta las rodillas, un bolso de hojalata con forma de terrier, bufandas peludas enrolladas al cuello como un montón de pitones y, casi siempre, sus característicos brazaletes y gafas de búho, grandes como platillos.

Apfel era alta y delgada, lucía su cabello corto níveo y tonos escarlata en los labios y las uñas, era una ancianita entre las modelos de la Semana de la Moda y una auténtica regateadora de “noo yawk” (“Nueva York” en acento marcado de la ciudad) en cualquier tienda de Harlem o en un bazar de Túnez.

Muchos la llamaron estridente, chiflada, estrafalaria, incluso vulgar, por sus atuendos como una capa de plumas de pato con puntas doradas y botas Yves Saint Laurent de satén fucsia hasta el muslo.

Pero Apfel tenía un gran argumento. “Cuando no te vistes como todo el mundo, no tienes que pensar como todo el mundo”, le dijo Apfel a Ruth La Ferla, de The New York Times, en 2011, cuando estaba a punto de salir en televisión nacional para vender en Home Shopping Network los pañuelos, las pulseras y los abalorios que había diseñado.

Durante décadas, a partir de los años cincuenta, Apfel diseñó interiores para clientes privados como Greta Garbo y Estée Lauder. Con su marido, Carl Apfel, fundó Old World Weavers, que vendía y restauraba textiles, entre ellos muchos de la Casa Blanca.

Los Apfel recorrían museos y bazares de todo el mundo en busca de diseños textiles. De manera regular, también añadía prendas a las enormes colecciones de su apartamento de Park Avenue, en Manhattan. Los Apfel vendieron su empresa y se jubilaron en 1992, pero ella siguió fungiendo como asesora de la firma y siendo una mujer vanguardista, un espíritu libre conocido en la sociedad y entre los entendidos de la moda por ignorar los dictados de la pasarela en favor de sus propios estilos artísticamente contradictorios.

En 2005, el Museo Metropolitano de Arte (MET), ante la cancelación de una exposición y buscando un sustituto de última hora, la contactó con una propuesta audaz: montar una exposición de su ropa.

El MET ya había expuesto piezas de colecciones de diseñadores, pero nunca el vestuario de una persona. La muestra, Rara Avis: Selecciones de la colección Iris Apfel, reunió 82 conjuntos y 300 accesorios en el Instituto del Vestido del museo: pulseras de baquelita de la década de 1930, brazaletes tibetanos, un traje de viaje con estampado de tigre diseñado por ella misma, un robusto abrigo de cordero mongol y ardilla de Fendi expuesto en un maniquí que se arrastraba desde un iglú.

“Esta no es una colección”, dijo Apfel. “Es un asalto a mi armario. Siempre pensé que para exponer en el Met tenías que estar muerta”.

Harold Koda, el curador que ayudó a organizar la exposición, dijo: “Para vestir de esta manera, tiene que existir un sentido visual educado. Hace falta valor. No dejo de pensar: No intentes esto en casa”. Poco después, la exposición era la comidilla de la ciudad.

Bajo una avalancha de publicidad, los estudiantes de arte, diseño e historia social abarrotaron las galerías junto a la multitud de la sociedad de las limusinas, autobuses llenos de turistas y grupos de niños parlanchines. Carla FendiGiorgio Armani y Karl Lagerfeld también asistieron.

“Una mirada inusual en un museo a una árbitra de la moda, no a un diseñador”, así fue como el Times calificó la exposición, añadiendo: “Su enfoque es tan inventivo y temerario que rara vez se ha visto algo parecido desde que Diana Vreeland puso su sello exótico en las páginas de Vogue”.

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