En un esfuerzo por abordar el creciente caos que azota a Haití, República Dominicana ha acelerado la construcción de un muro fronterizo que se extiende a lo largo de los 400 kilómetros que comparte con la nación vecina. La iniciativa, liderada por el presidente dominicano Luis Abinader, busca frenar el tráfico de personas y la entrada de criminales provenientes de Haití.
La decisión de erigir este muro surge en un momento en que Haití experimenta niveles alarmantes de anarquía, con su primer ministro incapaz de retornar de un viaje al extranjero y amplias zonas de Puerto Príncipe bajo el control de líderes de bandas y señores de la guerra, tal como Jimmy “Barbecue” Chérizier, quien aspira a una reestructuración completa del sistema político haitiano.
De acuerdo con The Wall Street Journal, el proyecto de construcción del muro, que tiene un costo de 120 millones de dólares, fue aprobado hace tres años, inspirándose en las fortificaciones que Israel construyó en los Altos del Golán para separarse de Siria.
Esta medida se une a los esfuerzos globales por controlar la inmigración ilegal, que incluye iniciativas similares en la frontera sur de Estados Unidos y las barreras fronterizas de Polonia con Rusia y Bielorrusia.
La primera fase del muro comprende una estructura de 3,6 metros de altura, mitad de concreto y mitad de valla metálica con alambre de púas, que se extiende por 48 kilómetros a lo largo de las áreas fronterizas más pobladas de Haití.
El muro, que se encuentra en construcción, ya cuenta con torres de vigilancia, cámaras solares y personal militar operando drones en las riberas del contaminado río Masacre, que separa a ambos países en Dajabón.
Ante el creciente descontrol en Haití, donde recientemente bandas asaltaron estaciones de policía y liberaron casi 4,000 presos, Dominicana ha desplegado miles de soldados, algunos equipados con drones, para fortalecer la vigilancia y evitar el cruce de fugitivos.
A pesar de las preocupaciones expresadas por oficiales haitianos y críticas de grupos de derechos humanos y religiosos, la construcción del muro cuenta con poco rechazo dentro de la República Dominicana. Incluso el principal oponente de Abinader, el ex presidente Leonel Fernández, ha reconocido la necesidad de la barrera debido a los riesgos de seguridad vinculados al deterioro de Haití, sugiriendo un refuerzo en las herramientas tecnológicas del muro para detener a los traficantes de personas.
El contraste social y económico entre República Dominicana y Haití marca un profundo abismo dentro de las Américas. Mientras la República Dominicana celebra su estatus como una potencia turística emergente con una economía de rápido crecimiento, Haití lucha contra la pobreza crónica y las secuelas de desastres naturales y políticos.
Según datos de La Voz de América, los ingresos medios en la República Dominicana son ahora siete veces superiores a los de Haití, un país que aún no se recupera del devastador terremoto de 2010, que destruyó gran parte de su capital y se estima que mató a 300.000 personas.
La emergencia de República Dominicana como líder en el sector turístico y su propuesta de lujo contrasta agudamente con la situación en Haití, donde la corrupción desenfrenada y una historia de intervenciones extranjeras y golpes militares han sumido al país en una profunda inestabilidad.
Más allá de la economía, el abismo entre República Dominicana y Haití se extiende a la cultura, la lengua, la religión, y hasta las preferencias deportivas y musicales. Mientras que los haitianos hablan un criollo basado en el francés, los dominicanos se comunican en español. Los primeros tienen una pasión por el fútbol, mientras que los segundos son fervientes seguidores del béisbol.
La República Dominicana ha iniciado una serie de deportaciones masivas, expulsando a cientos de haitianos diariamente, según revelan datos gubernamentales. En el último año, cerca de 225.000 haitianos fueron deportados o expulsados, incluyendo a más de 640 mujeres embarazadas.
Luis Abinader, presidente de la República Dominicana, justificó las acciones de su gobierno alegando que se están siguiendo los mandatos constitucionales del país. La problemática se acentúa con el hecho de que sólo alrededor del 15% de los haitianos cuenta con una tarjeta de identificación o pasaporte, lo que dificulta el seguimiento de quiénes cruzan la frontera.
En este contexto, el servicio de inteligencia dominicano está desarrollando un sistema biométrico con el fin de identificar a los haitianos que entran al país y verificar si alguno de los prisioneros que escaparon en la reciente fuga masiva de las principales cárceles de Puerto Príncipe ha cruzado la frontera.