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  • Por: La Redacción
  • sábado 25 mayo, 2024

Frontera entre la luz y la oscuridad en el poemario «Al Borde de la Luz» de Ike Méndez

Santo Domingo, RD.-En "Al Borde de la Luz", Ike Méndez explora la frontera entre la luz y la oscuridad, planteando si estamos al borde de la luz o de la oscuridad, o ambos. La dualidad de luz y sombra es una danza constante, donde la oscuridad puede prevalecer eventualmente. El poemario se construye desde la iluminación del autor, utilizando el metalenguaje para expresar su metapoesía.
La unidad temática de objeto y sujeto plasma el universo metapoético de Méndez, ofreciendo una experiencia sensorial y reflexiva para el lector. La voz del autor se revela como una brisa que nos lleva a los jardines del sueño, mientras que sus metaversos capturan la esencia de la vida y la conexión entre los seres humanos.

La obra también se sumerge en el mito y la historia, explorando la identidad femenina y la sensualidad en un contexto metapoético. Los poemas invitan al lector a reflexionar sobre la naturaleza del amor y la entrega, así como sobre los límites entre la realidad y el sueño.

En resumen, "Al Borde de la Luz" es un viaje poético que explora la dualidad de la existencia humana, la conexión entre el autor y el lector, y la frontera entre la realidad y la fantasía. Méndez utiliza el metalenguaje para crear una obra coherente y significativa que invita a la reflexión y la contemplación.
El poema "Palimpsesto" nos sumerge en la mirada errante de aquella luz desnuda que habita en lo más profundo del abismo cósmico. A través de versos desarticulados, el autor nos invita a reflexionar sobre la paradoja emotiva de las tinieblas y la huella que dejan en nuestra sombra.

El credo metapoético que emerge de estos versos es un reflejo del razonamiento automático emocional del yo, del otro y del aquel. En este sentido, el poema se convierte en un espacio donde se crea y se dice la identidad, explorando los límites entre lo posible y lo imposible, entre la mismidad y la otredad.

En "Orígenes esenciales", Méndez nos invita a reflexionar sobre el camino de luz hacia el Otro, tejiendo los hilos del tiempo y del destino. Este poema nos sumerge en la dualidad entre la luz y la oscuridad, revelando la grandeza de lo invisible y la revelación de la realidad.

A lo largo del poemario, el autor dialoga consigo mismo y con el lector, explorando la sexualidad, la sensualidad y la identidad en un erotismo metapoético universal. A través de imágenes vibrantes y evocadoras, nos sumerge en un trazado de luz que ilumina los bordes fronterizos entre la realidad y el sueño.

En resumen, "Al Borde de la Luz" es un viaje poético que nos invita a explorar los límites entre la luz y la oscuridad, la realidad y el sueño, la identidad y la otredad. A través de sus versos, Ike Méndez nos sumerge en un mundo de significados profundos y reflexivos, donde la poesía se convierte en un espejo de nuestra propia existencia.
Todo hacer metapoético implica un acto crítico reflexivo de sí mismo, hacia sí mismo, de la existencia humana, de la cosa vista como temática rizomática del mundo actuante, y en ello la ciudad, sus habitantes y todo lo derivado, como el mismo texto-poema o temas referencializados al mismo acto crítico reflexivo. "Al Borde de la Luz" se inscribe y describe dentro de esta conceptualización del hacer, utilizando concienzudamente uno de esos lenguajes, el metalenguaje, para la elaboración, construcción y creación de su metapoesía.

Ike Méndez sabe, también, como sabe Carnero que "La voz es una brisa que nos trae/los primeros jirones/de los aromas del jardín del sueño". Esto así, dejándonos todo cuanto posee como acervo, que son sus metaversos. Leamos estos versos de "Orígenes esenciales":

Hay un camino de luz hacia el Otro, encuentros y desencuentros mirándose a la cara, todo conectado a la danza que es la vida, tejiendo los hilos del tiempo, ese inasible tapiz del destino.

Aquí lo natural es dubitativo como significante y como significación. La luz, el borde. La oscuridad, lo oscuro, el borde. Luz y oscuridad. Oscuridad y luz. Dualidad que van juntas, siempre en compañía del borde. Él es la frontera. Es como el límite de ambas nociones, de ambas categorías. Esto, en lo esencial, es cognoscitivo y cognitivo. Y en el juego conceptual es lúcido. Y es lúdico en el conocimiento del otro, de aquel o de aquello. De aquello que es lo mismo y es desigual. Leamos "Dedos de la noche":

Un hilo radiante se desliza en los dedos de la noche, pregunto su nombre, su secreto, pureza y vida. Imagino la sustancia pura, la claridad que afirma el universo, la libertad vibrante.

Con tinta cósmica indeleble la piel de los dedos lo guarda todo, en su abrazo de luz cósmica y tibia, en el silencio que lo mantiene vivo como un latido incesante.

Así fluye desde la oscuridad el misterio que nos envuelve, revelándonos la grandeza de lo invisible, vertido en la realidad.

"Al borde de la luz" es contenido de contexto y de contraste, de voces polisémicas y politémicas. Es esquemática, específica y sémica. "Al borde de la luz" es sentido misceláneo en la construcción de identidades que se forjan en las ciudades, paralelamente a los sueños y los deseos de utopías del hombre, como nos lo hizo saber en uno de sus libros anteriores, "Flor de Utopía", el autor de este poemario. Y que ahora, en un movimiento presentido a futuro, nos lo vuelve a dejar, pero esta vez, buscando a la hermosamente bella Helena de Troya y/o de Esparta, en un paralelismo simbiótico de los dioses y diosas de la mitología griega.
También se la asume como simbología de fe, de fuerza, de amor, de poder y heroicidad. Aquí, el juego metapoético es con el mito, con la historia, las cultas mujeres de las distintas civilizaciones… Aquí el saber sabe y se hace metapoesía, eróticamente sensual. Veamos a "Éxtasis que se asume mujer":

Seda transparente tan fresca, imprecisa travesía hacia el amor, feromona aromática, lenguaje-puente, signo, gesto, silencio que alzan la voz. Cuerpo gimiente desde la original prohibición paradisíaca, a una virgen negra labrada en fertilidad y gracia. Geisha inmaculada suspendida en el arte, en la armoniosa acústica del universo. Cleopatra y el eco que danza en sus caderas, el coloquio amoroso de Teresa de Ávila. La Beauvoir ambivalente con su sexo de espada.

La identidad que fluye se asume como hembra, el éxtasis o el fluido llega a ser mujer.

El autor habla, mejor, dialoga consigo mismo, con el otro, con aquel, con aquello que le enciende, que lo prende, que le atormenta el espíritu, la tranquilidad, la paz, el sueño… Ike Méndez dialoga la sexualidad, dialoga la sensualidad, dialoga la mujer en un erotismo metapoético universal y equidistante a todos y al todo que sella los simientes tópicos del tropo en la cardinalidad o en la ordinalidad del símbolo, que está contenido en lo metapoético.

Sus imágenes se mueven por la textualidad en un trazado de luz que ilumina los bordes fronterizos entre la realidad y el sueño. Este poemario, además, en su conjunto, se hace explícito, coherente, fático y enfático en su decir. Su metalenguaje es entendible y explicativo en la afabilidad temática que sustancia el ejercicio de la escritura. Aquí, en "Al Borde de la Luz", se dice metapoesía y el autor se nombra en ella, metapoeta.

Bernador Silfa Bor

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