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Nacionales 
  • Por: Nicolás Mateo
  • jueves 30 mayo, 2024

Hace 63 años el país se llenó de gloria con el ajusticiamiento de Rafael Leónidas Trujillo

Santo Domingo,RD.-Después de más de 30 años de mantener al pueblo dominicano bajo la dictadura más sanguinaria del continente, un día como hoy,  hace 63 años, el país se llenó de gloria al caer abatido en la Autopista 30 de Mayo, el dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina.

Aunque el grupo que complotaba para liquidar al tirano se había preparado para llevar a cabo el tiranicidio un miércoles, por haber tenido la noticia de que ese día cada semana Trujillo viajaba a su natal San Cristobal, el destino  hizo que fuera martes cuando se llevara a cabo la acción de ajusticiar  a quien había gobernado por casi 31 años al país a sangre y fuego.

Los hombres que de forma voluntaria se ofrecieron para interceptar al tirano cuando viajara a San Cristobal fueron: Antonio de la Maza, Antonio Imbert Barrera, Salvador Estrella Sadhalá, el teniente Amado García Guerrero, Pedro Livio Cedeño, Huáscar Tejeda Pimentel y Roberto Pastoriza Neret, quienes en tres ocasiones anteriores habían montado el dispositivo para ajusticiar a Trujillo, resultando fallidos debido a que el sátrapa varió su itinerario o ruta, y no acudió a su pueblo los días 17, 24 y 25 de mayo.

El llamado grupo de acción o de la avenida  que iría a la autopista a llevar a cabo la acción  estaba conformado por nueve personas, que se distribuirían en tres vehículos, pero en vista de que fue necesario actuar con precipitación , al ser notificados que Trujillo iría a San Cristobal el martes, de los nueves, solo siete de los hombres que se habían hecho el propósito de darle fin a la dictadura, se encontraban disponibles en la ciudad de Santo Domingo ese día.

Fue  Antonio de la Maza que recibió la noticia de que esa noche “el hombre” iría a San Cristóbal, y de inmediato procedió a confirmar  que la información  era fidedigna, y resuelto a llevar a cabo la acción planificada sin dilación, procedió a contactar a los integrantes del grupo de acción, comprobando que solo siete de ellos estaban disponibles para enfrentar al tirano, y con ese número se procedió con a tarea.

De la Maza,logró convocar a seis compañeros, algunos personalmente y otros por teléfono,  a los cuales les informó que la hora decisiva había llegado. El teniente Amado García Guerrero se comunicó por teléfono con el ingeniero Roberto Pastoriza y le aseguró que había confirmado que el hombre saldría esa noche fuera de la ciudad capital. Este último contacto a su amigo el ingeniero Huáscar Tejeda, que ya había sido localizado por De la Maza,  y de esa manera las personas claves de la conspiración fueron recibiendo la “valiosa información”, del momento que se llevaría a cabo el plan.

 Tal y como se tenía planeado, tres vehículos fueron usados para transportarse el grupo que terminaría con la vida  de Trujillo. Ya  en la avenida, en las cercanías de la Feria Ganadera, aproximadamente a las 8:30 de la noche, los miembros del “grupo de acción” se repartió las armas y de inmediato decidieron separarse para esperar al tirano, de acuerdo a un croquis que para tales fines había diseñado el ingeniero Pastoriza.

De acuerdo con el plan, dos de los vehículos debían esperar por una señal de luces para bloquear la autopista y así obligar al carro del dictador a detenerse, de manera tal que los hombres del tercer  auto pudieran alcanzar el blanco entre dos fuegos.

En el primer auto, estacionado en las proximidades del Teatro Agua y Luz, en dirección oeste-este, viajaban Imbert Barrera, quien conducías; De la Maza, que ocupaba el asiento delantero; Estrella Sadhalá y el teniente García Guerrero, quienes iban sentados detrás. En un segundo carro, estacionado a 4 kilómetros de la Feria Ganadera, también en dirección oeste-este, se encontraban el ingeniero Huáscar Tejeda y Pedro Livio Cedeño; mientras que el tercer automóvil, estacionado en el kilómetro 9 de la autopista en dirección hacia San Cristóbal, lo conducía el ingeniero Roberto Pastoriza.

Como de costumbre, Trujillo viajaba en el asiento trasero de su Chevrolet azul celeste, modelo 57, contiguo a la puerta posterior derecha. En el interior del vehículo había tres ametralladoras, además de la pistola de reglamento que portaba el chofer, Zacarias de la Cruz. El sátrapa  también cargaba un revólver calibre 38, y su inseparable  maletín que siempre llevaba repleto de dinero.

Tan pronto los cuatro conjurados del primer automóvil avistaron el carro del déspota, se prepararon para perseguirlo.Encendieron el motor del  auto, e hicieron un giro hacia el oeste  y de inmediato salieron el objetivo.

 En el momento en que el vehículo conducido por Imbert Barrera se colocó paralelo al de Trujillo, De la Maza y García Guerrero dispararon sus armas creyendo, erroneamente, que habían fallado en su primer intento; pero en realidad el disparo de escopeta que hizo De la Maza dio en el blanco y provocó una herida al tirano.

Ante el inesperado ataque, el chofer de Trujillo frenó bruscamente lo que permitió que  el automóvil manejado por Imbert lo rebasara,  entonces  Imbert hizo un giro  en “U” aceleradamente y se situó a unos 15 metros de distancia del objetivo. De inmediato los cuatro ocupantes del vehículo atacante se desmontaron, armas en mano, dando así inicio a un intenso tiroteo quenduró aproximadamente diez minutos.

 Trujillo y su chofer  salieron del vehículo, detenido en medio del paseo central de la avenida en posición diagonal (pues De la Cruz quiso intentar un giro a la izquierda para regresar a la capital). Una vez fuera del carro, y parapetados detrás del mismo, el capitán De la Cruz respondía con ametralladora al fuego de sus atacantes, defendiéndose, al tiempo que trataba de proteger a su jefe.

Los  Imbert y De la Maza, tirados sobre el pavimento, solicitaron a Estrella Sadhalá y García Guerrero que los cubrieran, ya que tratarían de acercarse al carro de Trujilllo con el propósito de terminar rápidamente el enfrentamiento, que, según consideraban, se estaba prolongando demasiado.

De la Maza logró deslizarse por el pavimento hasta posicionarse detrás del vehículo de Trujillo, mientras que Imbert lo hizo por la parte delantera. La intensidad del tiroteo aumentaba cada vez más cuando, de repente, De la Maza, después de haberle disparado otra vez al tirano, gritó: “¡Tocayo, va uno para allá!”.

En medio de aquel intenso tiroteo, los atacantes no se percataron de que el chofer de éste había cesado de disparar, replegándose hacia la maleza, mientras que Imbert sí pudo notar que una persona, evidentemente mal herida, se tambaleaba frente al vehículo en donde minutos antes se encontraba el hombre más poderoso del país. Era Trujillo, cuyo metal de voz Imbert dice haber reconocido, pues el dictador naturalmente se quejaba de las heridas recibidas o profería palabras que en ese momento resultaron ininteligibles.

Un certero disparo de Imbert, que Trujillo recibió en el pecho, detuvo su marcha, desplomándose estrepitosamente a casi tres metros de distancia de su atacante. En ese preciso instante, Antonio de la Maza, apareció en la oscuridad de la noche aproximándose al cuerpo del dictador –que yacía sobre el pavimento “boca arriba, con la cabeza en dirección a Haina”– y le propinó un tiro de pistola en la barbilla, al tiempo que exclamó: “¡Este guaraguao no come más pollos.

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