En plena resaca de las elecciones europeas que culminaron ayer por la noche, el papa Francisco reivindicó esta mañana que los políticos “den testimonio de que la autoridad es plenamente tal cuando se pone al servicio de todos, cuando utiliza su poder legítimo para satisfacer las necesidades de la ciudadanía y, en particular, de los más débiles, de los últimos”. El pontífice argentino dirigió estas palabras a los políticos presentes en el Capitolio, con el alcalde de Roma, Roberto Gualtieri, al frente.
Una reflexión que vino acompañado de un empeño personal, puesto que al referirse a la atención que los servicios públicos han de dar a los excluidos, especialmente a los presos, anunció por sorpresa y fuera de su discurso una acción inédita para el Jubileo de 2025: “He decidido abrir una Puerta Santa en una cárcel”.
Desde la sede del Ayuntamiento romano, Francisco puso en valor cómo la civilización romana se enriqueció con los valores del Evangelio. “Esta Buena Nueva, es decir, la fe cristiana, con el tiempo impregnaría y transformaría la vida de las personas y de las mismas instituciones”, destacó Jorge Mario Bergoglio, en tanto que ofreció “una esperanza mucho más radical e inaudita”. Este aporte se tradujo en elementos tan concretos como la abolición de la esclavitud.
Al traer al presente este hecho, Francisco alertó de que “incluso las civilizaciones refinadas pueden tener elementos culturales tan profundamente arraigados en la mentalidad de los individuos y de la sociedad en su conjunto que ya no se perciben como contrarios a la dignidad del ser humano”. “Lo mismo ocurre en nuestros días, en los que, casi inconscientemente, a veces se corre el riesgo de ser selectivos y parciales en la defensa de la dignidad humana, marginando o descartando a ciertas categorías de personas, que acaban sin una protección adecuada”, subrayó el Papa.
En su repaso a la historia de la capital italiana, recordó que “ala Roma de los Césares le sucedió, por así decirlo, la Roma de los Papas, sucesores del apóstol Pedro, que “presidieron en la caridad” a toda la Iglesia y que, en algunos siglos, también tuvieron que desempeñar un papel de sustitución de los poderes civiles en la progresiva desintegración del mundo antiguo”. “En algunos casos, se dieron comportamientos desafortunados”, apostilló el Papa de forma espontánea en un ejercicio de autocrítica.
Acercándose más al presente, Francisco celebró en público los 40 años del Concordato entre el Estado italiano y la Iglesia católica y puso la mirada en el próximo Jubileo de 2025. De nuevo, dejando a un lado los papeles, subrayó la necesidad de una colaboración mutua “sin caer en la mezquindad de pensar que todo se reduce a una aportación económica”. “Eso es secundario, debemos llevar a cabo una colaboración desde lo humano”, subrayó, recibiendo un aplauso de su auditorio.
En este punto, dejó un recado al alcalde con la vista puesta en los actos del año próximo: “No puede dejar de implicar a la ciudad en cuanto a las atenciones y obras necesarias para acoger a los numerosos peregrinos que la visitarán, además de los turistas que acuden a admirar su inmenso tesoro de obras de arte y las grandiosas huellas de siglos pasados”. De esta manera, presentó a Roma como “una ciudad con espíritu universal” que quiere “estar al servicio de la caridad, al servicio de la acogida y de la hospitalidad”, tanto hacia los peregrinos como hacia los más pobres.