[”José de San Martín, el hombre detrás del mito” de Ismael Arce puede adquirirse, en BajaLibros, en formato digital, clickeando aquí]
“Como yo les digo a mis sobrinos, que son niños todavía: como a vos te gusta el Hombre Araña, a mí me gustaba San Martín”. El que habla, del otro lado del teléfono, desde su Córdoba natal, es Ismael Arce, historiador y profesor en Historia, autor de José de San Martín, el hombre detrás del mito, publicado por El Emporio Libros en el año 2022, disponible en formato ebook en BajaLibros. En sus 700 páginas aborda cada detalle de la vida del gran Libertador de América, “el héroe de la argentinidad por excelencia”: el nacimiento en Yapeyú, la carrera militar en Europa, el regreso al Río de la Plata, las sociedades secretas, su idea de revolución, de patria, los amores, su salud, la epopeya de los Andes, el conductor, el gobernante, el estratega militar, la victoria, el ostracismo, el descanso final. El recorrido es largo e intenso, pero a la vez minucioso e íntimo. ¿Por qué San Martín? Porque “constituye el núcleo de la argentinidad sin fronteras temporales ni ideológicas”, escribe.
La pasión de Arce por la Historia empezó desde chico. Por un lado, el colegio: “la escuela nos marca a fuego una serie de valores”. Por otro lado, la familia: su abuela era profesora de Historia y su figura siempre estuvo contorneada por un brillo para él. “Yo empecé a incursionar en la materia con los libros de ella”, cuenta. Así que sí: “La historia me apasionó siempre”, dice. “He tenido la suerte de, a través de todas las lecturas a lo largo del tiempo, ir aprendiendo, conociendo y viendo de distinta manera algunas cosas. Por eso lo del mito, el más allá del mito. San Martín no es un mito. San Martín es un hombre. Un hombre con nuestras virtudes, con nuestros defectos. Tiene sus pasiones, sus cosas buenas, sus cosas no tan buenas. Hay que entender que los personajes de la historia no son otra cosa más que hombres. Entonces no se les puede pedir perfección por más que uno quisiera que la tengan. Ellos no pueden ser perfectos, tampoco nosotros”, asegura.
San Martín, explica Arce en el libro, fue mitificado por otros “grandes hombres” de la argentinidad, Juan María Gutiérrez, Domingo Faustino Sarmiento, Bartolomé Mitre y Ricardo Rojas, quienes “fundaron, de algún modo, a José de San Martín, el héroe fundacional de los argentinos, pues ellos narraron su vida otorgándole un carácter casi imperturbable a su existencia”. Con El santo de la espada, quizás sea el más hiperbólico, publicado en 1933, Rojas “canoniza” a San Martín: “Hacerlo santo implica mucho más que agregarle una nueva virtud: valiente, desprendido, modesto o bienintencionado. Es más que eso”, dice Arce y cita a Martín Kohan: “lo potencia con un salto de trascendentalismo espiritual”. Desde ese preciso año el 17 de agosto es el Día de San Martín, y desde 1938 pasa a ser, además, feriado nacional. Ese día, a las tres de la tarde, año 1850, en una casona alquilada de Boulogne-sur-Mer, Francia, “el Libertador por fin descansa”.
—Intuyo que la figura de San Martín no cambió tanto en el último tiempo, por eso la idea de mito. ¿Es la figura más emblemática de la historia argentina?
—Sí, yo creo que es la más emblemática. Me acuerdo que hace unos años hubo como una especie de encuesta para determinar quién era el gen argentino, y salió elegido San Martín por varios cuerpos. Entonces uno se empieza a preguntar cómo puede ser que este personaje austero, serio, desprendido, con un espíritu de sacrificio enorme, sea el gen de los argentinos en un país asolado por la corrupción, por el delito, por un montón de los males que todos sabemos que tiene el país? Y no, no ha cambiado tanto. Lo que pasa es que lo que la mayoría de la gente no conoce es que esto de la figura de San Martín, como el gen o el núcleo fundamental de una nacionalidad, es una construcción que empezó un poquito antes de la muerte de San Martín y que terminó de construirse en la primera mitad del siglo XX, cuando termina elegido por la cultura, por la historiografía, por la política también como la figura central de la argentinidad. Pero él no murió sintiéndose, sabiéndose ni creyéndose el padre de la patria. Él fue un hombre que vivió su vida con una serie de anhelos, de objetivos, de deseos y los cumplió en mayor o menor medida, pero siempre viviendo como un hombre. Nunca con esa idea que uno tiende a atribuirle a estos personajes. Él era un hombre con la suficiencia modestia como para darse cuenta que su rol no era pasar a la historia, pasar a la posteridad, sino que su era ser una pieza clave en un proceso de independencia de las colonias españolas. Y lo cumplió.
—De hecho hoy en día está casi desideologizado: cualquiera de cualquier sector puede adoptarlo como propio. ¿Eso es algo positivo o es un problema?
—Yo creo que eso es beneficioso. Lo que pasa es que siempre tratar de razonar en todos los aspectos de nuestras vidas. Sí, es un personaje que tanto la extrema izquierda como la extrema derecha, como para catalogar a las ideologías a grandes rasgos, pasando por el centro, por supuesto, tienen en San Martín un punto de referencia ineludible. Y por otro lado, aún contra algunas verdades y atribuyéndole pensamientos o posturas o actitudes que son un poco forzadas para adaptarlas a la ideología que esté apropiándose de San Martín. Por ejemplo, el extremo nacionalismo, que uno tiene más asociado a lo que sería la derecha, hace mucho hincapié en la relación con Rosas, entonces toman una parte y otra parte la dejan de lado porque no eran tan buenos los conceptos de San Martín sobre Rosas. Porque Rosas es otra figura multifacética que no podés abarcar en dos palabras: tiene cosas que vos podés aplaudir y otras cosas que, por lo menos en mi criterio, son horribles. Entonces ese sector del arco ideológico toma ese aspecto de San Martín, pero tenés infinidad de aspectos. San Martín fue gobernante, fue legislador, fue ideólogo, fue estratega en lo militar. Su personalidad como gobernador de Cuyo, por ejemplo, sería materia de estudio para quienes quieran saber cóo se gobierna ante determinadas circunstancias. Entre 1814 y 1817, cuando gobernó Cuyo, que eran tres provincias, San Juan, Mendoza y San Luis, lo hizo con austeridad y sacrificio. Lo primero que hizo fue rebajar la mitad del sueldo del gobernador y de todos los empleados públicos hasta el más raso. Ahí se la tenía que jugar todo el mundo, pero él estaba poniendo el pecho y dando el ejemplo como el primer ciudadano que hacía ese sacrificio en pro de ese objetivo enorme que era construir un ejército de la nada. Es muy factible de ser utilizado por distintas ideologías, por distintos partidos o distintas formas de ver el presente y también el pasado.
—Uno se suele quedar con su carrera militar, pero San Martín también fue dirigente político.
—Es otra de las cosas que los argentinos no terminamos de entender y de conocer. Yo le dedico muchas hojas a su gobierno en Cuyo porque ahí se revela otra faceta de San Martín. Hasta este momento su actividad y su participación como militar está fuera de discusión: está entre los grandes estrategas de la historia universal. Se siguen estudiando las campañas de San Martín, no solo el cruce de los Andes, que es la proeza mayor, sino también la campaña al Perú, en todas las academias militares del mundo. Por ejemplo, West Point es una referencia permanente en la estrategia sanmartiniana en América del Sur. Es una guía, una referencia para los futuros oficiales del ejército norteamericano y también lo hacen las academias militares en Rusia y en otros países de Europa. En cambio, lo del político, aunque más que político, gobernante, es otra faceta. Es cierto que todo iba destinado a la creación del Ejército de los Andes, sí, de acuerdo, pero hay que movilizar una provincia, hay que ponerla a producir en vías de la formación de un ejército, sin descuidar otros aspectos como la educación de los niños, la protección del trabajo. Instauró la vacunación antivariólica obligatoria a principios del siglo XIX, él, como Gobernador de Cuyo, porque la viruela no solamente te dejaba la cara con pozos, sino que mataba gente de a miles. Es una obra enorme la que hace Mendoza. No la puede repetir demasiado en Perú por otras condiciones totalmente distintas de lo que él encuentra allá. Es una de las facetas que no se conocen del todo bien.
—Político como gobernante, pero también en el exterior, como diplomático, ¿no?
—Esa es una faceta muy importante que, incluso Dios mediante, será materia de un próximo trabajo. Él era un diplomático pero en la sombra, porque no quería sobresalir. Y una vez que se va de Europa a pelear para conseguir el reconocimiento de la independencia de los países americanos, que a él le parecía una condición ineludible, son muchos años de tareas que uno a medida que las va investigando se va dando cuenta de que eso se ha dado el reconocimiento de la independencia por Inglaterra, por ejemplo, que era la que más nos interesaba por una cuestión económica y política. En el año 1825, cuando hacía un año que se había ido a Europa, logra el reconocimiento de la independencia por Inglaterra. Hay mucho para para investigar y para aprender de San Martín, indudablemente.
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San Martín estuvo siempre en la cabeza de Ismael Arce. Es un personaje que lo atraviesa desde siempre. Pero fue en la pandemia, “aquel encierro que vivimos”, cuando todas las ideas que fue escribiendo alrededor de esta figura se volvieron libro. “Fue un proceso largo, sobre todo de maduración de la idea de escribir. A mí siempre me gustó escribir: he colaborado muchos años con algún con un par de diarios de acá, de Córdoba, siempre en una especie de relación entre historia y actualidad. Pero la cuestión era decidirse y todo terminó de madurar en la pandemia, como una especie de beneficio secundario y positivo de la pandemia. No sólo se trataba de volcar en la pelea todo lo que sabía y pensaba, también “refrescar libros, documentos, fuentes, para tener las cosas bien y seguir un hilo conductivo que haga que la narración sea coherente. Por eso tiene la forma de una biografía, pero no podemos poner a ningún personaje histórico aislado de su tiempo”.
Otro gran personaje sobre el que Arce trabajó es Manuel Belgrano. Este año publicó el primer tomo de Manuel Belgrano: el buen hijo de la Patria. Pero ya llegará el momento de hablar del abogado devenido militar, del creador de la bandera. Hoy es el Día de San Martín o, como suele decirse, su “paso a la inmortalidad”. “La humanidad de San Martín ha hecho, en mi caso por lo menos, valorar mucho más un montón de otras cosas, como por ejemplo su lucha contra su estado de salud precario, que era un luhca que daba día a día en condiciones muy desfavorables. Hay que imaginarse todos los sacrificios que hizo, noches y jornadas íntegras sin dormir, siempre a la intemperie, bajo fríos extremos, bajo calores espantosos. A medida que lo fui conociendo, lo fui haciendo más íntimo y, lejos de aminorar, ha aumentado enormemente mi admiración por el personaje. Cuanto más sé, más lo admiro y más me apasiona su vida”, cuenta el historiador.
—¿Qué idea de país tenía San Martín? Porque se forma en Europa, muere allá, pero también su proyecto de emancipación es más regional que nacional.
—Esa es otra particularidad y muy poco común en la historia Él nace aquí, como nos pasa a todos: producto del azar. Los padres eran españoles de nacimiento. El padre, que era militar, fue destinado en un momento dado al Río de la Plata y acá se quedó y se casó por poder con la madre de San Martín: se conocieron una vez que ya estuvieron legalmente casados. El traslado a la zona de las misiones es una especie de ascenso, pero fue bastante costoso para la familia porque era dejar la relativa comodidad de Buenos Aires para ir a vivir a un pueblito en medio de las misiones en lo que es Corrientes. Después, muy chiquito, se lo llevan a España, a él y a los cuatro hermanos, y de ahí no vuelve hasta 1812. La idea que él tenía del Río de la Plata, porque no hay que hablar de Argentina todavía, son recuerdos, alguna anécdota que le hayan recordado los padres, no más. Otra cosa extraña, pero que también lo va forjando, es que sin tener la edad mínima requerida por las leyes españolas, lo aceptan en un regimiento militar como cadete. No tenía la edad mínima para poder ingresar y sin embargo, entre las relaciones del padre y los pedidos, porque la moda era que los hijos fueran militares o curas, lo aceptan. Pero evidentemente la formación de él es totalmente española. Por eso los conocía tan bien. Conocía las estrategias, las fallas y las virtudes de los ejércitos españoles. Esa vida en España también lo relaciona muchísimo con los franceses primero y con los ingleses después. Él, de Napoleón, aprende muchas de las tácticas. Por ejemplo, el papel de la caballería lo toma de las estrategias napoleónicas. Después de los ingleses aprende otras tantas y a su vez consigue apoyos e información muy importantes que le brindan los ingleses antes de venir.
—¿Y en España cómo se toman su idea de venirse para acá?
—En España es un personaje raro: hasta bien avanzado el siglo XIX era un gran traidor. No lo podían entender. Pensá que era un oficial que se había formado allá, que había llegado hasta teniente coronel en base a acciones heroicas, porque no era de sentarse en un escritorio, se había jugado la vida un montón de veces. Era una persona valiente, de coraje. Para los españoles era un traidor al Rey, un traidor a España. Sin embargo, en la acción de San Martín está la relación con su tierra, pero preferentemente hay una cuestión ideológica que era la idea de libertad. Esa era la idea clave que explica por qué San Martín decide dejar todo lo que tenía allá, porque tenía su carrera, aunque como no era español de nacimiento la carrera militar tenía un tope, pero ¿quién sabe qué hubiera podido hacer después? Él decide venir para acá imbuido de todas esas ideas de libertad, de independencia. El veía y conocía los vicios y la decadencia de la monarquía española que estaba en su peor época. Emprende el viaje con varios conocidos que compartían las mismas ideas. Por eso es que también asciende rápido acá en la Argentina, en el Río de la Plata: tenía conexiones que había hecho en Europa y eso le posibilita a él de tener un ascenso relativamente rápido, porque acá no lo conocía nadie. Tenía principalmente una gran amistad con Carlos María de Alvear, eso lo catapulta en los círculos sociales y políticos porteños, hace que le den el rango de teniente coronel que él traía, que le encarguen la formación del Regimiento de Granaderos y un montón de cosas que quizás si él hubiera venido solo y sin ningún tipo de vinculación no hubiera logrado. O a lo mejor sí lo lograba, pero con mucho más tiempo y trabajo de por medio.
—Hablemos del cruce de los Andes, la gran epopeya.
—Eso está demostrado. Decenas de personas han cruzado con él la cordillera y luego dejaron sus memorias, sus escritos, más un montón de testigos. Lo de la enfermedad es absolutamente creíble, porque él era una persona bastante enferma. Tenía lo que hoy llamaríamos úlcera gastrointestinal o gastroduodenal. Tenía también asma, y con frecuencia tosía y vomitaba sangre. La salud de San Martín era precaria. ¿Cómo pudo ser? Con el espíritu de sacrificio y la forma de ser que tenía… es una epopeya. Yo crucé la cordillera por el aire y el avión se sacude. Fueron miles de caballos, miles de hombres, miles de mulas, montón de cañones, toneladas de materiales, de municiones de pólvora, de alimento, la artillería, el hospital de campaña que iba desarmado, había que armarlo y volverlo a desarmar. El cruce de los Andes fue una cosa incomparable. Siempre se decía que el cruce de los Alpes con Napoleón, cuando invade Italia por el norte, había sido algo inigualable. Lo mismo decían del cruce, también de los Alpes, por Aníbal en la Edad Antigua, cuando invadió Italia. Está bien, no digo que sean poca cosa, pero no tienen nada que ver con los Andes. La logística, diríamos hoy, hace que eso sea un hecho realmente increíble.
—Fue, además, una estrategia increíble.
—Sí, sobre todo porque nadie lo esperaba. Él divide el ejército en varios grupos, no va todo el ejército por un solo paso. Al grueso de las tropas lo manda por pasos un poco más sencillos, más fáciles de atravesar, y él va por el más bravo. Entonces toda esa táctica, que es la famosa guerra de zapa, que diríamos hoy de espionaje y contraespionaje, porque consistía básicamente en hacerle creer al enemigo que iba por el norte, pero iba por el sur. Por ejemplo, mandó a Álvarez Condarco, que era un ingeniero que después terminó siendo oficial del ejército, a llevar el Acta de Independencia del Río de la Plata a Chile, a que se la dé al gobernador. Obviamente que sabía que el gobernador lo iba a meter preso a Álvarez Condarco y que como medida drástica lo iba a deportar en el acto a este lado de la cordillera. El encargo a Álvarez Condarco era que tomara el paso más largo y el gobernador de Chile lo manda de vuelta por el paso más corto de la cordillera hacia Mendoza, para que no demorará mucho en volver. Entonces lo usó para hacer plano del camino más difícil y del camino más fácil. Y eso después se lo dio a San Martín y con eso trazó parte de los planes del cruce. Es increíble, es impresionante.
—Quisiera preguntarte por otra gran figura de la historia latinoamericana, Simón Bolívar: querían la independencia, lucharon por la libertad, pero exitsía una tensión entre sus ideas, ¿no cierto?
—Como suele pasar en la política, para el afuera las cosas eran de una forma, pero en lo íntimo eran diferentes. Sí, lo que pasa es que eran diametralmente opuestos en su forma de ser, en sus concepciones y en sus proyectos. A nivel político eran muy distintos. Ahora vamos a otra parte que suele ser controvertida: San Martín era un monárquico. Y lo digo sin ningún tipo de pudor, porque era la ideología o la forma de gobierno casi absolutamente general en aquel mundo. Vos pensá que la única república con éxito que existía eran los Estados Unidos, Todo el resto del mundo, por lo menos en Europa, se manejaba con el sistema monárquico: ya no era el absolutismo de siglos anteriores. El modelo era Inglaterra. El otro país que había optado por la república terminó siendo un baño de sangre y acabó en un imperio es Francia. Entonces San Martín era monárquico, pero un monárquico constitucional, con un rey que tenía que ser sometido a la constitución de su país. Él, cuando logra estabilizar más o menos las cosas en el Perú, como había prometido, se va para que los peruanos se rigieran o se gobernasen a sí mismos sin ninguna figura que esté influyendo. El ideal de Bolívar en algún momento fue ser él el emperador de Sudamérica. Así, sin más. Que nos perdonen nuestros amigos y hermanos venezolanos pero está documentado por cartas del mismo Bolívar: él se veía como un emperador del sur. Por eso nunca fue demasiado respetuoso de la voluntad de los congresos o de los parlamentos que se formaron en sus países. Él era la figura central de un sistema. Siempre tuvo una idea expansiva de su poder. Entonces en la entrevista de Guayaquil se dan distintas cosas: venía Bolívar en la cumbre de su poderío, San Martín no tenía apoyo ni del Río de la Plata ni de Chile, por distintas cuestiones internas de los dos países tenía un ejército cada vez más chico, cada vez más pequeño, que no era reforzado ni pertrechado tampoco por sus bases, que eran la Argentina y Chile. había también una crisis política interna en el Perú que también lo debilitaba. Entonces hizo lo que pudo, creo yo, lo que correspondía, porque en el fondo Bolívar no lo quería demasiado en la zona. Bolívar quería ser él. Entonces San Martín le dice, casi de manera anecdótica: ‘bueno, general, si usted quiere sirvo a sus órdenes’. El otro le dice que no, que no podía permitir eso, etcétera. En definitiva, era una cuestión de poder político y militar. Entonces, ante toda esa situación, la falta de poder y de apoyo, el hecho de que el mismo Perú se esté dividiendo entre sus partidarios y sus adversarios, lo que amenazaba con estallar una guerra civil, lo llevan a tomar la decisión de alejarse definitivamente. Pero no se va de América de vacaciones o hacer turismo, sino que gran parte de su exilio lo dedica a esta labor diplomática de lograr el reconocimiento y el apoyo a la independencia de los países americanos en Europa.