Miles de dominicanos se tienen que transportar a diario, en medio del gran caos que es el tránsito del Distrito Nacional. Ni el Metro de Santo Domingo, ni los corredores han logrado mejorar el servicio.
Lo más lamentable del transporte está en que la autoridad lucen con poco peso y efectividad para enfrentar a los choferes de carros del concho y de las guaguas.
Los llamados corredores pueden estar bien intencionados en su planificación, pero no resuelven el problema y son un nuevo dolor de cabeza.
Las muertes recientes en accidentes de tránsito indican a las claras que ese sistema colapsó, y que la política tiene su red de operabilidad, con la consigna sálvese el que pueda.
El Metro está laborando bien, pero en ls horas pico las autoridades no saben cómo encarar las responsabilidad y actúan con torpezas e improvisaciones.
El corredor era una forma de aligerar el transporte, pero no cumple con lo planificado. Se sacó a los carros de concho de las avenidas Tiradentes, Abraham Lincoln y Núñez de Caceres, y ahora todo sigue igual, con nuevos actores creadores de problemas.
Los autobuses no tienen una periodicidad en su paso por esos corredores. Estan ofreciendo un buen servicio dentro de precariedades, pero hay variantes que dificultan una evaluación independiente.
Los carros del concho fueron sustituidos por paradas de motoconcho. Nadie controla esta situación y es frecuente ver los motoconchistas con sus vehículos corriendo por las aceras de estas tres importantes vías del casco central de Santo Domingo.
Si bien los motoconchistas tienen derecho a ganarse la vida, su llegada en una ruta tiene que ser planificada y no que se deje actuar por la fuerza de sus impertinencias, a un sector que dice ser padre de familia.
Uno de los principales problemas de los autobuses del transporte colectivo es que no tienen menudo. El usuario debe pagar la suma exacta, o pierde el vuelto. No hay uua versión clara de porque no se lleva menudo para devolver a los pasajeros.
Como siempre, los carros públicos son un verdedero infierno. Transitan como les da la gana, sin logo de identificación, sillones destartalados, exceso de ocupantes y choferes sin ningún tipo de preparación para guiar un vehículo del transporte de pasajeros.
Los funcionarios son posesionados en un cargo para que resuelvan y solucionen los inconvenientes, sin esperar que sea el presidente de la república s el que tenga que ir a controlar directamente el caos del transporte colectivo.