En octubre de 1974, La masacre de Texas irrumpió en los cines de Estados Unidos, marcando un antes y un después en el género de terror. Dirigida por Tobe Hooper, la película se convirtió en pionera del género slasher, caracterizado por la violencia explícita y los asesinos en serie que persiguen a sus víctimas de forma brutal.
Aunque inicialmente recibió críticas por su naturaleza gráfica, con el tiempo se estableció como un clásico de culto y como una de las películas más influyentes del terror moderno. Sin embargo, lo que pocos saben es que este inquietante relato no surgió solo de la ficción, sino que estuvo inspirado en dos de los casos criminales más perturbadores de Estados Unidos, protagonizados por Ed Gein y Elmer Wayne Henley Jr.
Cuando Hooper y su colega Kim Henkel comenzaron a escribir el guion de La masacre de Texas, buscaron en los archivos criminales las historias más siniestras. Su objetivo era crear un villano que reflejara los horrores de la realidad. Así, se toparon con las historias de Ed Gein y Elmer Wayne Henley Jr., dos criminales cuyas atroces acciones impactaron profundamente a la sociedad estadounidense y, más tarde, a la cinematografía.
Gein, conocido como el “Carnicero de Plainfield”, había sido responsable de crímenes inimaginables en los años 50, mientras que Henley participó en una serie de asesinatos en masa a principios de los 70, liderados por el asesino Dean Corll. Ambos casos ofrecían a los cineastas una base escalofriante para su creación: Leatherface, un personaje brutal y perturbador que perseguiría a sus víctimas armado con una sierra eléctrica.
Ed Gein creció en un entorno de aislamiento y represión extrema en Plainfield, Wisconsin. Su madre, una mujer profundamente religiosa, le prohibió cualquier tipo de interacción social y le inculcó ideas de pecado y castigo, aislándolo en una granja. Tras la muerte de su madre en 1945, Gein quedó completamente solo, lo que agravó sus problemas psicológicos.
En la década de 1950, Gein desarrolló una obsesión por la muerte y la anatomía humana, inspirándose en parte en Ilse Koch, esposa de un oficial nazi que coleccionaba pieles humanas en el campo de concentración de Buchenwald. Entre los años 1947 y 1957, desenterró los cuerpos de mujeres recientemente fallecidas, con la intención de usar sus pieles y huesos para fabricar objetos en su casa. Además, se le atribuyen al menos dos asesinatos, descubiertos en 1957 cuando la policía encontró en su vivienda restos humanos, incluidas máscaras y trajes hechos de piel.
El impacto de los crímenes de Gein fue tan profundo que inspiró no solo a Leatherface, sino también a otros villanos emblemáticos del cine de terror, como Norman Bates en Psicosis y Buffalo Bill en El silencio de los corderos.
La otra fuente de inspiración para La masacre de Texas fue Elmer Wayne Henley Jr., quien se unió a Dean Corll en una ola de crímenes que estremeció a Houston entre 1970 y 1973. Corll, apodado “The Candy Man” debido a su negocio familiar de golosinas, reclutó a jóvenes como Henley y David Brooks para atraer a otros adolescentes a su casa, donde serían secuestrados, torturados y asesinados.
Henley, que conoció a Corll a los 15 años, fue cómplice en al menos 28 asesinatos. La escalofriante colaboración entre ambos llegó a su fin en agosto de 1973, cuando Henley, en un acto desesperado, disparó a Corll, quien en ese momento atacaba a otra víctima. Henley confesó su participación a la policía, desvelando la magnitud de los crímenes que había ayudado a perpetrar.
La figura de Leatherface, el brutal asesino que protagoniza La masacre de Texas, fue concebida como una fusión de las perturbadoras características de Ed Gein y la naturaleza despiadada de los crímenes de Elmer Wayne Henley Jr. y Dean Corll. Los crímenes de estos personajes reales aportaron al guion la intensidad y el horror psicológico que definirían a Leatherface, dotándolo de una humanidad perversa y de un trasfondo sombrío que conecta con lo real y lo imaginario.
Con su estreno, la película no solo inauguró una era de terror psicológico y gore en la pantalla, sino que también abrió un espacio de reflexión sobre la delgada línea entre la ficción y la realidad en el género de terror.