REDACCIÓN. – Al cierre de 2024, los dos primeros años del tercer mandato de Luiz Inácio Lula da Silva como presidente de Brasil están marcados por desafíos económicos, promesas incumplidas y creciente desaprobación pública.
Según una encuesta de PoderData de diciembre, el 48% de los brasileños rechaza su gobierno, frente a un 45% que lo aprueba, la peor evaluación desde su regreso al poder.
Aunque Lula logró avances como el aumento del salario mínimo por encima de la inflación y la ampliación del programa Bolsa Familia, ha fallado en otros compromisos clave. Entre ellos, no logró implementar una nueva ley laboral ni erradicar el cuestionado orçamento secreto. Además, la deforestación cero prometida sigue siendo una meta lejana, con incendios devastando 29,7 millones de hectáreas este año, un 93% más que en 2023.
En el ámbito económico, la situación fiscal y el aumento del costo de vida generan incertidumbre para 2025. La inflación, que cerró en 5%, y la subida del dólar a 6,19 reales afectaron a sectores clave como las commodities, encareciendo tanto productos importados como nacionales. A pesar del crecimiento inesperado del PIB en un 3,5%, el debilitamiento del real y la fuga de inversiones extranjeras han posicionado a Brasil en una situación vulnerable frente a competidores regionales como Argentina.
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La crisis en salud pública y el repunte de casos de dengue, con más de 6,2 millones de infecciones y un aumento del 400% en muertes, también han golpeado la gestión de Lula. Mientras el gobierno defiende su enfoque integrador y sostenible, los desafíos acumulados complican el escenario para los próximos dos años de mandato.