Hace 25 años, el 26 de marzo de 2000, Vladímir Putin ganó las elecciones presidenciales rusas, consolidándose como el sucesor oficial de Boris Yeltsin, quien dimitió tres meses antes. En esa jornada, Putin, quien entonces era primer ministro y presidente en funciones tras la renuncia de Yeltsin, obtuvo el 53,4% de los votos, en lo que sería considerada la última elección realmente competitiva en Rusia hasta la fecha.
Desde su victoria, Putin ha logrado consolidar su poder, enfrentando varios desafíos constitucionales. Para cumplir con el límite de dos mandatos presidenciales consecutivos, en 2008 se convirtió en primer ministro mientras su aliado Dmitri Medvédev asumía la presidencia. Sin embargo, tras una reforma constitucional en 2012 que extendió la duración de los mandatos presidenciales de cuatro a seis años, Putin retomó la presidencia en 2012 con un 63,6% de los votos.
La tendencia de Putin a ampliar su permanencia en el poder continuó con su victoria en las elecciones de 2018, pero en 2024 se enfrentaba al límite constitucional de dos mandatos. Para abordar este "problema", Putin propuso en 2020 enmiendas constitucionales que esencialmente borraban sus mandatos anteriores, permitiéndole presentarse nuevamente a las elecciones de 2024 y, si lo decide, a las de 2028. Estas reformas podrían permitirle permanecer en el poder hasta 2036, si así lo desea.
Si Putin logra mantenerse en el Kremlin hasta más allá de 2030, se convertiría en el líder ruso más longevo, superando a Joseph Stalin, quien gobernó desde 1927 hasta su muerte en 1953.
En resumen, el 26 de marzo de 2000 marcó el inicio de un dominio presidencial que, en el contexto de las reformas constitucionales y elecciones continuas, podría prolongarse por varias décadas más.