El pasado domingo se produjo la tan anunciada marcha hacia el Hoyo de Friusa, una comunidad de la provincia La Altagracia, que desde hace varias décadas se ha convertido en una guarida de haitiano, población dominante en no menos de un 70%; y quienes han convertido aquello en una fortaleza en la que ni siquiera los cuerpos armados del país han podido penetrar e imponer el orden; contrario a lo expresado recientemente por nuestro presidente, que “en este país no hay territorios que no estén controlados por las autoridades”.
Lo cierto es que si analizamos la marcha, en primer lugar fue un fracaso en términos de organización, ya que muy al margen de lo que grográficamente tenía diagramado el presidente de la “Antigua Orden”, quien la había convocado, se incorporaron los “influencers” Alofoke, Rafael (de Corrupción al Desnudo), El Piro (de Somos Pueblo), Tolentino, Casals, entre otros, que surcaron una ruta muy diferente a la que había sido discutida entre las autoridades y los organizadores del evento, convirtiéndose aquello en un pandemonio, un show con indumentarias de dramas, caos y desorden; segundo, porque nunca se ha tenido claro contra quién fue la aludida marcha.
Ningún sentido tenía esa marcha si fue contra el gobierno, como tampoco lo tenía si fue contra los haitianos. En el primer caso, bastaba con marchar en las cercanías del Palacio Nacional, para llamar la atención de nuestras autoridades (el presidente, Interior y Policía, Migración, Policía Nacional y ministerio de Defensa), para que actúen y hagan cumplir las leyes y demás normas; también frente al Congreso Nacional, para que nuestros legisladores conozcan y aprueben leyes claras que se conviertan en políticas públicas para regular eventos de esa naturaleza. En segundo lugar, tampoco tenía sentido que nosotros como dominicanos, dueños de nuestro territorio, vayamos a mendigarles a intrusos e invasores que lo ocupan, a que se retiren; con ello les damos la señal de que no tenemos el control de sacarlos.
El efecto causado por la marcha de marras, fue muy contrario a lo que perseguían sus organizadores; es por ello que luego de su salida, si antes los facinerosos ilegales ocupaban el lugar en bajo perfil para no llamar la atención de los dominicanos y las autoridades, ahora de manera descarada están usando sus redes sociales para descalificar la referida actividad, advirtiendo que ese territorio les corresponde y que ningún dominicano tiene nada qué buscar en el Hoyo de Friusa. A partir de ahora, ese lugar se convertirá oficialmente en una especie de “embajada” haitiana, que alojará a todos los que puedan cruzar la frontera, sin temor a ser detenidos, perseguidos, ni deportados.
Los dominicanos somos seres únicos en el mundo; con ese mismo fervor, patriotismo y defensa de la dominicanidad que exhibieron muchos de los que participaron en la aludida marcha, son los mismos que tienen haitianos ilegales en sus fincas, en sus construcciones; quienes si le piden al dominicano que le limpie el jardín de su casa y les pide RD$5,000.00, le pagan RD$1,500.00 al haitiano ilegal para que lo haga; son quienes teniendo un inmueble para renta, dejan de entregarlo a un dominicano que sólo lo hanitaría con su esposa y dos niños, para alquilarlo a un ilegal que por RD$2,000 más, lo convertiría en un batey de no menos de una veintena de ilegales.
Estoy de acuerdo que los dominicanos a quienes realmente nos duele este país, los que no queremos dejarles un problema similar al anterior del 1844 a nuestros hijos y nietos; los que no deseamos sentirnos como extranjeros en nuestra propia tierra, que marchemos, que caminemos, que hagamos paros; pero no en contra de los haitianos ilegales, ya que no es necesario; sino lo haremos en contra de los gobiernos corruptos que hemos tenido, que sin preocuparse por las consecuencias, emiten diariamente más de 500 visas que representan más de 6 millones de pesos para los cónsules, pero que permite a esos extranjeros el tiempo suficiente para ubicarse y quedarse ilegales; además los irresponsables legisladores que van a hacer turismo legislativo al Congreso, no siendo capaces de crear leyes que regulen la invasión de extranjeros.