Rafael Botí fue el pintor que forjó el imaginario de los patios del Palacio de Viana en Córdoba, ya que fue «el primero en convertirlos en objeto de su pintura» y los plasmó en una obra visual.
El historiador del arte David Ledesma (Córdoba, 1975) ha destacado en una entrevista con EFE que Botí (Córdoba, 1900-Madrid, 1995) «fue prácticamente un pionero en detectar los valores estéticos de los patios» de Viana, cuya primera construcción data del siglo XV.
Y fue así porque, en 1924, cuando aún no existía ninguna imagen de los patios del edificio, pintó el de los Naranjos, que «es la primera aparición del Palacio de Viana en una obra de arte», un óleo sobre lienzo de 41 por 23 centímetros.
Ledesma, miembro del grupo de trabajo Aldaba, surgido para catalogar las aproximadamente 3.000 piezas artísticas que atesora el Viana, ha concluido su labor tras estudiar un óleo sobre lienzo titulado ‘Fuente de la Madama’ (1982), de 56 por 65 centímetros, que pertenece a la Fundación Cajasur, al igual que el palacio.
Este llegó desde la colección de la Caja Provincial de Ahorros de Córdoba, anterior propietaria del inmueble, gracias a una donación del propio pintor en agradecimiento por una exposición antológica que organizó en 1990. Esta entidad fue absorbida por Cajasur en 1995.
Botí había pintado este patio anteriormente, en 1961. Se trata de otro óleo sobre lienzo de 38 por 46 cm, que el libro "La Córdoba de Rafael Botí", editado en 2022 por Rafael Botí Torres, el hijo del pintor, sitúa en una colección privada de Madrid.
«Me propuse contextualizar ‘Fuente de la Madama’ no solo en lo artístico propio de Rafael Botí, sino también en las representaciones gráficas y artísticas del Palacio de Viana a lo largo de la historia», ha subrayado.
Del primer cuadro de un patio de Viana, el de 1924, solo existen imágenes en blanco y negro en algunos catálogos, como ‘La Córdoba de Rafael Botí’, que lo sitúa en una colección privada de Granada.
Se desconoce cómo el joven Botí, de quien en 2025 se celebra el 125 aniversario de su nacimiento y el 30 de su muerte, logró tener acceso al inmueble, que en ese entonces estaba en manos del segundo marqués de Viana, José de Saavedra y Salamanca.
Ledesma ha reconocido que no sabe cómo llegó al Palacio de Viana en los años 20 porque, además, en esa época ni siquiera era visitable, salvo para invitados de la casa nobiliaria, como Alfonso XIII.
El investigador ha destacado que el marqués «era consciente de que los patios de Viana serían un atractivo para los visitantes de la ciudad y, con el tiempo, un referente identitario de la propia ciudad de Córdoba». Así, fue quien transformó la fisonomía de estos recintos y, en especial, la del patio de la Madama, que Botí plasmó en sus pinceles en dos ocasiones.
«Los propietarios del palacio se esforzaron especialmente en convertir este patio en un rincón particularmente hermoso», ha agregado.
Sea como fuere, Botí coloca sus caballetes en el Patio de los Naranjos del Palacio de Viana (en 1924) y después continúa haciéndolo en distintos patios. En las décadas de los 60, 70 y 80 del siglo XX, se convierte en un asiduo visitante y pintor de los patios del palacio.
Se sabe que tenía una buena relación con la marquesa de Viana en los años 60. Ella le agradeció que le permitiera acceder al palacio para pintar sus patios, y él también le respondía agradecido por su interés en plasmar los patios en sus cuadros.
Esto hace que, a lo largo de toda su trayectoria, desde el principio hasta el final, el Palacio de Viana aparezca en la obra de Rafael Botí.
Según ha explicado el investigador, antes del óleo de Botí sobre uno de los patios de Viana, existen referencias gráficas de otros patios cordobeses, cuya forma de vida es Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO desde 2012.
Se trata de dos grabados de Taylor (1826) y David Roberts (1836). Ya en 1925, un año después de la pintura de Botí, el mismo Patio de los Naranjos de Viana aparece como único elemento arquitectónico en el cartel de la Feria de Mayo cordobesa, obra de Aristóteles Télez. En 1926, Georges Gromot lo destaca en ‘Jardins d’Espagne’, ha relatado Ledesma.
Este hecho ha llamado la atención sobre que, a pesar del recurrente recurso de Julio Romero de Torres de plasmar en sus cuadros lugares de la ciudad, nunca pintó el Palacio de Viana.
David Ledesma ha destacado que una prueba del impacto del cuadro de Botí en el imaginario de los patios de Viana y en el propio edificio es que, en el cartel de la Feria de Mayo de 1945, su autor, el pintor del Grupo Cántico Miguel del Moral, sitúa la fachada del inmueble al mismo nivel que la Mezquita-Catedral o la torre de la iglesia de San Lorenzo, dos iconos de la ciudad.