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Nacionales 
  • Por: La Redacción
  • jueves 08 mayo, 2025

Treinta días de duelo: la herida abierta que dejó la tragedia del Jet Set

República Dominicana amaneció herida hace un mes. Y hoy, treinta días después, la herida sigue abierta, sangrante, palpitando con cada nombre que se pronuncia en voz baja, con cada fotografía que alguien abraza sobre su pecho en un velorio que parece eterno. El colapso del icónico centro nocturno Jet Set dejó 233 muertos, pero el número, frío y duro, no alcanza para medir el verdadero peso del dolor.

Era medianoche cuando la alegría se convirtió en horror. Rubby Pérez, "La Voz Más Alta del Merengue", entonaba sus canciones con la potencia de quien no sabía que serían las últimas. Su voz se apagó entre gritos, polvo y escombros. A su lado, su hija Zulinka logró salir con vida, pero con la imagen imborrable de su padre enterrado bajo concreto y acero. Entre los fallecidos: artistas, médicos, deportistas, ingenieros, camareros, empresarios. Todos reunidos aquella noche para celebrar, para bailar… y encontraron la muerte.

La estructura ya presentaba fallas. Se sabía. Pero nadie actuó. Nadie detuvo el calendario antes de que marcara la fecha de la tragedia. Bajo los escombros del Jet Set, no solo se buscaban cuerpos o documentos: se escarba también por la verdad, por justicia. La Procuraduría General ayer 7 de abril ha incautado el lugar, pero el pueblo se pregunta si esto es el inicio de la rendición de cuentas o un acto para ganar tiempo mientras las pruebas se cubren de polvo y olvido.

El balance es devastador: 233 muertos. 136 menores en orfandad. Familias enteras arrasadas. En una de ellas, cuatro miembros perecieron. De las 28 familias visitadas por la comisión interinstitucional que encabeza Supérate, 25 han solicitado ayuda económica. Porque el duelo es doble: se llora la pérdida y se clama por sobrevivir.

El primer día fueron rescatadas 146 personas, pero muchos más quedaron atrapados, algunos con vida durante horas, gritando por auxilio que llegaba tarde, o no llegaba nunca. Entre los muertos, seis empleados del local, incluidos camareros y miembros de seguridad. Los que sobrevivieron apenas pueden hablar.

Hoy, mientras una misa recuerda a los ausentes, los presentes apenas pueden sostenerse. Hay madres que no dejan de llorar, hijos que preguntan por qué papá no volvió.

La angustia no cesa. Cada día hay una nueva víctima que fallece en el hospital. La última, una joven de San Cristóbal, cuya familia ahora entra también en la espiral del luto. El silencio de las autoridades se vuelve más ensordecedor. ¿Por qué cayó el Jet Set? ¿Quién debía prevenirlo? ¿Quién pagará por cada vida que se apagó?

En este país donde tantas veces la justicia llega cuando ya no sirve, la esperanza es tenue. Pero no se apaga. Porque el clamor por justicia no ha sido sepultado. Aún resuena. Y aunque el polvo de los escombros intente silenciarlo, las voces no se callarán.

A un mes, la República Dominicana no olvida. Y no perdona. Porque el dolor, cuando es colectivo, se convierte en grito. Y este grito, tarde o temprano, tendrá que ser escuchado.

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