
En una región donde los desafíos económicos y sociales abundan, una nueva preocupación se suma a la lista: la falta de sueño. Latinoamérica, al igual que muchas partes del mundo, está atrapada en una crisis silenciosa y creciente: el insomnio impulsado por la tecnología y los factores socioeconómicos.
Un reciente informe de WIN Voices!, basado en datos recolectados de 34.946 personas en 39 países, revela un deterioro alarmante en la calidad del sueño global. Según el estudio, mientras que un 62% de los encuestados a nivel mundial afirma dormir bien con frecuencia, el porcentaje de quienes sufren problemas de sueño ha crecido de forma constante: del 35% en 2021 al 38% en 2025.

En 35 de los 39 países analizados, más de una cuarta parte de la población reporta dificultades para dormir. Latinoamérica destaca especialmente por sus hábitos nocturnos ligados al uso excesivo de tecnología. En Chile, por ejemplo, un 77% de los encuestados confiesa quedarse despierto hasta tarde usando el celular o la computadora, mientras que en México, la cifra alcanza un preocupante 69%.
Este fenómeno, conocido como "vamping", está directamente relacionado con una disminución en la calidad y cantidad del sueño. El 52% de los participantes a nivel global reconoce esta misma conducta, lo que evidencia que el problema no es exclusivo de la región, pero sí más pronunciado.
El informe también señala que el insomnio no afecta a todos por igual. Las mujeres, las personas de 35 a 64 años, y quienes poseen menor nivel educativo tienen mayores probabilidades de dormir mal. Pero el factor más determinante es la situación laboral: el 47% de los desempleados reporta tener dificultades para descansar adecuadamente.
Aunque la tecnología ha transformado nuestras vidas de muchas maneras, también se ha infiltrado en nuestros hábitos más íntimos. Revisar redes sociales, responder mensajes o ver videos justo antes de dormir interfiere con los ritmos circadianos, prolonga la vigilia y reduce las horas de sueño profundo.
Esta dependencia digital nocturna se ha normalizado en muchos sectores de la sociedad, particularmente entre jóvenes y adultos en edad laboral, quienes combinan largas jornadas frente a pantallas con actividades recreativas digitales nocturnas.