La prueba de fuego de la Fuerza del Pueblo

El pasado domingo 3 de agosto fue celebrado por la agrupación política opositora Fuerza del Pueblo el Congreso Nacional Elector “Dr. Manolo Tavárez Justo”, en el que participaron 1,471 aspirantes para elegir 610 plazas de la Dirección Central (local y nacional) y 73 presidencias territoriales, entre los 75,746 dirigentes con derecho al voto que fueron convocados a dicho cónclave electoral. En total, sufragaron a nivel nacional e internacional 63,400 electores.

Acto seguido, la Fuerza del Pueblo deberá abocarse a una reestructuración de su dirección política, incluyendo a su presidente (como hacen los demás partidos mayoritarios del sistema), ya que, de mantenerla configurada como hasta ahora —elegida de manera dedocrática—, esta sería una dirección política de facto. “No me puede representar alguien a quien no he elegido para que me represente, ni ha sido elegido por alguien previamente comisionado por mí para hacerlo”.

Según afirman sus directivos, el padrón de inscritos supera los 2 millones de electores, lo que representa un 25% del padrón de la Junta Central Electoral. Si a ello le sumamos los simpatizantes no formalizados en el padrón, la preferencia electoral de ese partido debería rondar no menos del 35%; sin embargo, un PLD con cinco gobiernos de respaldo afirma estar ocupando el segundo lugar del electorado. De ser cierto que la matemática es una ciencia exacta, cualquier persona con apenas la educación básica colegirá que el oficialismo está ocupando un lejano tercer lugar, o que, en su defecto, el concepto de “porciento” ha sido modificado.

Un partido con una simpatía del 35% no puede darse el lujo de imponer un candidato presidencial sin exponerlo al escrutinio de sus simpatizantes, pues enviaría una señal de dictadura que, en estos tiempos, sería un suicidio. Exponerlo a la base tendría que hacerse a padrón abierto, semiabierto o cerrado. De ser cierto que su padrón representa actualmente un 25% del electorado general, es lógico pensar que, incluso antes de las elecciones primarias, aumentaría significativamente a no menos de 2.5 millones, por lo que la mejor opción para elegir un candidato sólido con un porcentaje superior al 90% sería la de padrón cerrado.

Si se realizasen unas primarias con un padrón cerrado para elegir a su candidato presidencial, es lógico pensar en la obtención de ese porcentaje entre los participantes; pero si no fuese cierto ese nivel de miembros y acudiesen a esa consulta popular 200 mil o 300 mil personas, estaríamos hablando de un porcentaje real de entre 7.2% y 10.8% de su propio padrón, lo que produciría algo muy similar a la candidatura de Abel Martínez, que al obtener 274,821 sufragios de un universo de 6,097,368, representó una aceptación del 4.5%.

Un candidato con un respaldo popular del 4.5% en su elección no podría obtener un resultado diferente al 10.39% que le otorgó el pueblo, siendo muy generoso con él. Es ahí donde radica la prueba de fuego de la Fuerza del Pueblo en la elección de su candidato presidencial. Sea cual fuere la realidad de su posicionamiento, esta quedará al desnudo en el proceso de elección de su candidato, y el resultado electoral en las elecciones generales dependerá de la fortaleza con que sea elegido.