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Política 
  • Por: Mayte Feliz M.
  • viernes 15 agosto, 2025

Rendición de cuentas del PRM: cinco años de gestión y tareas pendientes

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Santo Domingo.-Mientras el Puerto Sans Soucí se prepara para una noche de luces, discursos y vítores políticos, gran parte del país sobrevive entre el colapso de hospitales, la falta de agua potable y una creciente ola de suicidios silenciosos. El presidente Luis Abinader rendirá cuentas este 17 de agosto, acompañado por más de 3,000 dirigentes del Partido Revolucionario Moderno (PRM), en lo que promete ser un acto multitudinario cargado de triunfalismo. Sin embargo, más allá de los aplausos, en los barrios y campos se respira desesperanza.

La salud mental, por ejemplo, es uno de los temas más invisibilizados en la agenda pública, aunque su deterioro es cada vez más evidente. En un país con más de 11 millones de habitantes, apenas hay 100 psiquiatras en el sistema público. La pandemia dejó una secuela de ansiedad, depresión y adicciones que sigue cobrándose vidas. En las últimas semanas, los suicidios han aumentado alarmantemente, mientras el gobierno trata de ignorar y guarda silencio. “Estamos perdiendo jóvenes, y nadie hace nada”, denunció una psiquiatra en declaraciones a 7dias.com.

Tampoco hay motivos para celebrar en el sector educativo. La Asociación Dominicana de Profesores (ADP) ha denunciado un déficit de más de 7,000 aulas y una alarmante escasez de personal docente. Escuelas que llevan años sin terminar, clases improvisadas en patios o bajo árboles, y miles de niños condenados a la ignorancia por la desidia del Estado. La llamada "revolución educativa" se ha convertido en un eco vacío que no llega a las zonas rurales ni a las periferias urbanas.

En los hospitales públicos, el panorama no es menos sombrío. Provincias como Elías Piña, Monte Plata y Bahoruco carecen de medicamentos, equipos básicos y personal médico suficiente. El 70% de los especialistas está concentrado en Santo Domingo y Santiago, lo que deja al resto del país en una situación de vulnerabilidad extrema. Las emergencias están colapsadas, y las familias, al borde de la ruina por tener que pagar exámenes y medicinas que el sistema debería cubrir.

La inseguridad ciudadana suma otro ingrediente a la crisis. En sectores marginados, la falta de empleo y oportunidades ha abierto paso al crimen, mientras la presencia policial es casi inexistente. Los apagones nocturnos se han vuelto cómplices del miedo, y la violencia no da tregua. En este contexto, las estadísticas oficiales poco significan frente a la angustia de quienes viven bajo amenaza constante.

Rendir cuentas no es hablar de cifras, ni llenar auditorios con militantes; es mirar de frente a la gente, asumir los fracasos, y trazar un camino que realmente responda a las necesidades urgentes de un país en crisis. República Dominicana no necesita más promesas; necesita acción, empatía y soluciones concretas. De lo contrario, la distancia entre el poder y el pueblo seguirá creciendo, y con ella, la indignación.

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