
Los flujos migratorios de estudiantes internacionales están marcando nuevas dinámicas en el mapa educativo mundial. En 2023, aunque Asia concentró el 58% de la movilidad global —impulsada sobre todo por China e India—, América Latina y el Caribe reafirmaron su peso en este escenario, especialmente en Europa.
Datos de la OCDE muestran que el 47% de los estudiantes internacionales en España provenían de países latinoamericanos, confirmando la estrecha relación histórica y lingüística entre ambas regiones. Esta preferencia se explica no solo por la facilidad del idioma, sino también por el legado cultural y los lazos bilaterales que siguen influyendo en la elección de destino.
La movilidad estudiantil, además de ser un fenómeno académico, refleja dinámicas políticas y de poder. Durante décadas se ha usado como herramienta de “poder blando”, al promover el intercambio cultural y reforzar la reputación internacional de los países. En ese sentido, la región latinoamericana se mantiene como un socio estratégico para Europa, mientras sus propios sistemas educativos buscan atraer también a más estudiantes extranjeros.
El caso de América Latina y el Caribe contrasta con otros patrones globales: mientras Asia domina la movilidad internacional y África tiene un fuerte vínculo con Francia (52% de los estudiantes móviles allí), los latinoamericanos destacan en España y cada vez más en otros destinos europeos.
Los expertos apuntan a que la movilidad estudiantil seguirá en expansión, aunque factores como cambios en las políticas de visados —como los registrados en Estados Unidos con estudiantes chinos e indios en 2025— pueden alterar temporalmente las tendencias. Para la región, el reto es doble: aprovechar sus ventajas culturales e históricas como emisor de estudiantes y, al mismo tiempo, posicionarse como receptor en un mundo educativo cada vez más globalizado.