
Santo Domingo.-Hoy, 24 de septiembre, la República Dominicana se detiene para celebrar con devoción, alegría y profunda fe el Día de Nuestra Señora de las Mercedes, considerada desde 1844 como la Patrona de la nación.
En cada rincón del país, desde las zonas rurales hasta los centros urbanos, la figura de la Virgen de las Mercedes une al pueblo dominicano bajo un mismo símbolo espiritual: la madre protectora que intercede, consuela y guía.
En lo alto del Cerro de la Virgen, en La Vega, cientos de peregrinos llegan desde días antes, caminando por horas o incluso días, como muestra de fe y agradecimiento. Familias enteras, ancianos, niños y jóvenes, vestidos de blanco o con trajes alusivos a promesas hechas, se congregan frente al santuario erigido en su honor. El ambiente huele a incienso, a velas encendidas, a esperanza. En cada rostro hay una historia de gratitud o de súplica, de dolor aliviado o de fe renovada.
La historia de Nuestra Señora de las Mercedes está envuelta en mística y tradición. Algunos la remontan al 1 de agosto de 1218, cuando la Virgen se habría aparecido a tres figuras clave del cristianismo: San Pedro Nolasco, quien más tarde fundaría la Orden de la Merced; el rey Jaime I de Aragón, y San Raimundo de Peñafort. A cada uno, la Virgen les habría pedido la creación de una congregación dedicada a liberar a los cristianos cautivos bajo dominio musulmán. Así nació la Orden Mercedaria, una comunidad marcada por la caridad, el sacrificio y la redención.
Además, sitúan el inicio de esta devoción en tierras americanas. Algunos historiadores aseguran que fue el propio Cristóbal Colón quien trajo consigo a un fraile mercedario en uno de sus viajes al Nuevo Mundo. Desde entonces, la figura de la Virgen comenzó a echar raíces en el alma del pueblo dominicano, convirtiéndose, con el tiempo, en el símbolo espiritual más poderoso de la nación.
El nombre “Mercedes” —que significa merced, misericordia, ayuda— resume la esencia de esta advocación mariana. Durante siglos, los religiosos mercedarios dedicaron su vida a la liberación de prisioneros, ofreciendo incluso su vida a cambio de la libertad ajena. Hoy, esa misión continúa en forma de acompañamiento espiritual, asistencia a los más necesitados y defensa de la dignidad humana.
Hoy, más que una celebración religiosa, es un acto de unión nacional.