image“Está sobradamente demostrado que una democracia sin un sistema de mercado es poco vital. Pero lo contrario no es cierto. Una economía de mercado puede existir y florecer sin democracia, o con anterioridad a la democracia…”. (Giovanni Sartori: La Democracia).
Vivimos en una democracia amputada, una democracia de papel, en un esfuerzo por refrendarnos a partir de otros. Una democracia con pocos contenidos reales para la inmensa mayoría de sus ciudadanos.
Democracia defectuosa que subvierte en derivación a la democracia empobrecida. ¡No basta la doxa si no podemos mirar de manera firme el mañana, si no podemos realizar una asunción real de la cotidianidad de nuestra existencia vital!
Esa democracia famélica deviene más por la cultura política y con ella, por la psicología política dominicana, que por el seno mismo de la sociología política. Cultura política, psicología política y sociología política entrañan nexos comunicantes, vasos sanguíneos que se conjugan de manera dialéctica, contradictoria. La sociología política, esto es, la estructura social (las clases sociales, los grupos sociales, los grupos de interés) hoy desborda materialmente la psicología política y la cultura política, que actúan en mutaciones para mantenernos en una cultura parroquial y provinciana, decimonónica.
¿Qué es la psicología política, de qué estamos hablando y cómo situarla en el accionar y el carácter decisional de la partitocracia dominicana? La psicología política es el campo de medición interdisciplinar que aborda la relación, la interrelación entre el individuo y el comportamiento político. Significa la comprensión, la internalización, de cómo la esfera de nuestros procesos mentales, esto es, nuestras creencias, valores, actitudes y aptitudes, emociones, sentimientos, marcan, expresan una impronta o, dicho de otra manera, influyen en el comportamiento político.
Nos ayuda a radiografiar el porqué del comportamiento del liderazgo. Sirve para asimilar la validez, pertinencia y cualificación que los individuos son entes autónomos, mediados por procesos, fuerzas sociales, contextos, coyunturas, donde al final, sus acciones, decisiones, comportan expresiones individuales, aunque no vivan aislados. Ahí radica la individualidad, el carácter distintivo de cada ser humano. La personalidad como fruto de un poder social, de un poder político, de una infraestructura, esto es, de una base material. Las sociedades paren a sus hijos y estos se disocian no como antípoda, sino como parte dinámica de la naturaleza viva: dialéctica, contradicción y paradoja.
En su libro Psicología del pueblo dominicano del psiquiatra Fernando Sánchez Martínez publicado en el 2001, este nos dice, parafraseamos, que somos muy estereotipados, prejuiciados, que nos encanta juzgar de manera superior todo lo extranjero, esto es, somos xenocentristas. Abunda el autor que el dominicano tiene una personalidad vital, cálida, expresiva, con una enorme capacidad de adaptación, creatividad y espíritu comunitario. La psicología, como mente, creencia, actitudes, reflejan el campo político, ese arcoíris de presencia histórico como sus costumbres, tradiciones, mitos, prejuicios, estereotipos, estigmatizaciones, que conforman toda una ideología, configurándose en el corpus del tejido social, en este caso del dominicano y su accionar en todos los roles de la dimensión humana.
Psicología política y sociología política constituyen imbricaciones donde la cultura política es su expresión visible, es su praxis de la vida del individuo como actor político, en medio de una estructura social que lo forja, lo desdibuja, lo petrifica y lo lleva a deconstruir todo el arsenal del pretérito con osadía. Como nos diría Anthony Giddens en su libro Un mundo desbocado, “Debemos librarnos de los hábitos y prejuicios del pasado para controlar el futuro”. Y, Carlos Marx nos ilustraba “Hemos de entender la historia para poder hacer historia”.
Tenemos que desarrollar una nueva cultura política que rupture el pasado, sobre todo, su práctica que no obedece a las leyes, en la que apelamos al ayer, cuando el presente, su evolución, ha generado una cantera de crecimiento que cambió gran parte de la estructura económica. Esto quiere decir, que en estos momentos hay un divorcio entre la infraestructura y la superestructura (el conjunto de aparatos jurídicos políticos), siempre hay una autonomía, empero, el subconjunto de la cultura política sobredimensiona muy en alto lo formal de las leyes, de las normas, de la Constitución. Verbigracia: De 277 artículos que contiene la Ley de Leyes, alrededor de un 47% no se cumple y, con respecto al contenido en favor de la ciudadanía, menos de un 30% se cumple a cabalidad. De ahí la falencia de institucionalidad, vale decir, entre las normas y su grado de aplicación.
La cultura política conforma el amplio espectro de creencias, actitudes y valores hacia su sistema político. Dicho de otra manera, la diferencia entre psicología política y cultura política es la praxis, es el accionar. El carácter diferenciador, distintivo, es el elemento decisional con respecto a lo público. La cultura política del sistema de partidos, en Dominicana, tiene una visión provincialista, miope, de la democracia, del crecimiento y desarrollo del país. Siguen con una cultura política de los años 70, 80, 90 del siglo pasado.
Hoy, con avances en lo normativo, en la tecnología, sin embargo, el peso del clientelismo, del neopatrimonialismo, de la acumulación vía la corrupción, es cuatro veces peor que hace 50 años, 40 años.
Aquí vemos como la cultura política del sistema de partidos bloquea, subvierte, trastoca, transforma, cuasi se convierte en la cultura general, a una gran parte de los ciudadanos. De tal manera que, en la Encuesta de Cultura Política del Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo de 2024, ausculta que al 87% de los dominicanos no les importa la corrupción si con ello se beneficia.
En esa cultura parroquiana, el dominicano no “sabe” distinguir entre lo público y lo privado. El nepotismo lo ve como normal. La familia hay que ayudarla, apuntan. En la psicología del pueblo dominicano ha sido así desde el 1844, no obstante, se desarrolló de manera potencial, exponencial, con una generación de jóvenes con expectativas de modernidad y creación de nuevos espacios de transparencia, de institucionalidad. El Estado se vulgarizó, al extremo que un diputado llegó a decir que se creó una nueva categoría “Primera base, segunda base y hasta tercera base”, mantenida con el dinero público. La prostitución se erigió al más alto nivel: Toda relación íntima que implica una determinada transacción de algo, más allá del encuentro de los dos cuerpos.
La cultura política del “Dame lo mío”, de estar en un partido para cuando llegue ir a un puesto público. En el imaginario de la psicología del pueblo dominicano, conexionado con la psicología política, se desarrolla la cultura política, esta vez más extendida con elementos más dañinos para la sociedad dominicana. Ahora se añaden las mentiras, la manipulación, la desinformación, como parte del juego del poder que se solidifica en la cultura política.
La cultura política nuestra entrará en una verdadera crisis en los próximos 3 – 5 años, pues la misma correrá en paradoja, en contradicción con la sociedad digital y con ello, con la gobernanza más efectiva.
Esa cultura no podrá ser con más populismo, ni de ultraderecha ni de izquierda. Lo importante aquí es pensar más allá de las urnas para adentrarnos en la innovación de repensar nuestra democracia, que no es otra que dejar atrás la psicología política y la cultura política del sistema de partidos: El clientelismo, la corrupción, la opacidad, la concepción del poder que tienen con respecto al Estado y su dominación, el despojo político y la falta de institucionalidad.
Para ello, lo importante, insistimos, es como construimos un contrato social en este arduo proceso que hoy vive la humanidad, con la necesidad de transformar el capital a través del conocimiento y ver como la desigualdad emergerá, en esta era digital, con la pérdida de trabajo y la problemática de la desigualdad.
Como nos dice Paloma Biglino Campos en el libro Partidos políticos y mediaciones de la democracia directa, en una parte de sus conclusiones “… En efecto, ni la influencia de los partidos es igual en todos los países, ni tiene la misma intensidad en todas las formas de participación. Es más, hay que admitir la hipótesis contraria, esto es, que las instituciones de democracia directa incidan sobre el ideario y las estrategias de los partidos, obligándoles a asumir planteamientos inicialmente no previstos…”.
¿Qué es la sociología política? Rama especializada de la sociología que se ocupa de estudiar los fenómenos políticos en su aspecto social. Las consecuencias sociales en la vida política. Es el campo de la relación entre la sociedad y la política, verificando y ahondando como las estructuras sociales, esto es, las clases sociales, grupos sociales, estratificación social, las fuerzas sociales, operan en una sociedad, como se generan los equilibrios con los diferentes actores estratégicos de una sociedad determinada (empresarios, iglesias, universidades, sindicatos, asociaciones).
Esta instrumentalización de los diferentes actores estratégicos propicia determinados procesos, observa como el poder político afecta la vida social, se distribuye el poder. Como gestionan los actores sociales y políticos los conflictos y el grado de tensiones sociales y movimientos sociales con potenciales grados de emergencia, de irrupción, por la procrastinación en las soluciones de los problemas estructurales y de los nuevos desafíos de la sociedad digital.
El sistema de partidos nuestro es débil y se mantiene por el equilibrio de factores exógenos. La elite empresarial se nutre de ellos y la partitocracia, conocedores de las necesidades de la sociedad, postergan los avances necesarios, pues tenemos una burguesía con trinchera en el discurso y anafe de carbón en las cristalizaciones. No alcanzan a comprender lo que debería ser su rol en la sociedad de mercado, del capitalismo digital. Estratégicamente deberían coadyuvar al logro del desarrollo democrático del país, contribuyendo con la transparencia y una gobernanza desde los hilos de los diferentes actores, permeando sus roles.
La sociología política ha de comprender los procesos políticos que se articulan y anidan en el tejido institucional, como es la dinámica y evolución de los actores, como se están configurando los actores políticos y sociales: la mirada de ayer, el escrutinio de hoy y la observación de mañana. Sociología política, psicología política y cultura política tienen que trascender en esta disyuntiva sin ideas, sin diseños ni pensamiento crítico.