
Caracas/Washington — La creciente tensión entre Estados Unidos y Venezuela vuelve a colocar al país sudamericano en el centro de la geopolítica global. La retórica del presidente estadounidense Donald Trump, marcada por amenazas de bloqueo naval y una posible intervención militar, contrasta con décadas de diplomacia basada en el llamado “poder blando” aplicado por anteriores administraciones republicanas y demócratas.
Tras agotar el discurso centrado en el narcotráfico y la ilegitimidad electoral del presidente Nicolás Maduro, Trump ha endurecido su postura acusando a Caracas de malversar recursos, tierras y activos que considera vinculados a intereses estadounidenses. El mandatario ha llegado incluso a sugerir el uso de la fuerza para “recuperar” esas riquezas, evocando paralelismos con la invasión de Irak en 2003.
La relación entre ambos países ha estado históricamente determinada por la energía. Desde principios del siglo XX, el descubrimiento de petróleo transformó la economía venezolana y la convirtió en un socio clave para Estados Unidos, cuyas empresas —como Shell, Gulf Oil y Standard Oil— llegaron a controlar gran parte de la producción. Durante la Segunda Guerra Mundial, Venezuela fue uno de los principales proveedores de crudo para los Aliados.
El equilibrio cambió con la llegada de Hugo Chávez al poder en 1999. Su Revolución Bolivariana, de fuerte discurso antiimperialista, nacionalizó sectores estratégicos y fortaleció la empresa estatal PDVSA, responsable de cerca del 50% de los ingresos del Estado y el 80% de las exportaciones. Estas medidas afectaron a intereses estadounidenses y abrieron una etapa de confrontación política.
Tras la muerte de Chávez, Nicolás Maduro asumió la presidencia en 2013. Mientras las administraciones de Barack Obama y Joe Biden optaron por sanciones graduales y presión diplomática, Trump adoptó una estrategia de confrontación directa. En 2019, Washington reconoció al opositor Juan Guaidó como presidente interino, desconociendo a Maduro.
La crisis se intensificó en 2025. Maduro juró un tercer mandato en elecciones cuestionadas, y Trump regresó a la Casa Blanca. Entre las principales medidas adoptadas por Washington destacan la cancelación del Estatus de Protección Temporal (TPS) para unos 600.000 venezolanos, la designación del Tren de Aragua como organización terrorista, nuevas sanciones petroleras y un arancel del 25% a países que compren crudo venezolano.
En agosto, Trump ofreció una recompensa de hasta 50 millones de dólares por la captura de Maduro, a quien calificó de “líder terrorista global”, y reforzó operaciones navales en el Caribe, alimentando temores de una intervención militar.
Venezuela posee las mayores reservas probadas de petróleo del mundo, estimadas en 298.000 millones de barriles, además de gas natural, hierro, bauxita y un potente sistema hidroeléctrico que cubre cerca del 25% de su demanda eléctrica. También cuenta con importantes yacimientos de oro, diamantes y otros minerales estratégicos.
En medio de la escalada, China observa con cautela. Pekín ha rechazado cualquier injerencia extranjera en Venezuela y se ha convertido en el principal destino del petróleo venezolano, con compras de unos 268.000 barriles diarios en 2024. Aunque se descarta una intervención militar china, analistas señalan que el conflicto podría abrir nuevas oportunidades para la expansión económica y militar de China en América Latina.
Mientras crecen las tensiones en el Caribe, la comunidad internacional se pregunta si las amenazas de Washington se traducirán en acciones concretas o si forman parte de una estrategia de presión para forzar un cambio político en Caracas.