Día de los Inocentes: ¡cuídate de las bromas de hoy!

Cada 28 de diciembre el calendario se disfraza de sonrisa. Las calles, los hogares y las oficinas se llenan de guiños cómplices, de risas repentinas y de bromas que buscan sorprender. Es el Día de los Santos Inocentes, una fecha en la que la picardía parece tener permiso y donde muchos aprovechan para engañar —con mayor o menor gracia— a amigos, familiares y conocidos.

Pero detrás de la risa habita una historia mucho más profunda, marcada por el dolor y la memoria.

La conmemoración se remonta a un episodio narrado en el Evangelio de Mateo: el día en que el rey Herodes, temeroso de perder su poder tras oír hablar del nacimiento de un niño llamado a ser “Rey de los Judíos”, ordenó la muerte de todos los niños menores de dos años en Belén. Aquellos pequeños, víctimas de la crueldad y del miedo de un gobernante, fueron considerados mártires por la Iglesia Católica. En su honor se instauró esta fecha, no para el olvido, sino para el recuerdo.

Con el paso de los siglos, la solemnidad del duelo fue encontrándose con la irreverencia popular. Historiadores cuentan que la celebración se mezcló con la llamada fiesta de los locos, una tradición medieval celebrada entre Navidad y Reyes. En ella, los clérigos más jóvenes se vestían al revés, parodiaban a sus superiores y recorrían las calles en procesiones absurdas, cantando versos sarcásticos. Era una forma de romper, por un día, el orden establecido.

De esa fusión nació el espíritu contradictorio que hoy define la fecha: memoria y burla, tragedia y juego, lágrimas antiguas y risas presentes.

Así, cada 28 de diciembre, las bromas vuelven a aparecer. El jabón que no hace espuma, el café traicionado por la sal, la llamada inesperada o el plástico invisible en la puerta. Pequeñas trampas cotidianas que provocan sobresaltos y carcajadas, recordándonos que la inocencia también vive en la sorpresa.

El Día de los Santos Inocentes es, en el fondo, un espejo del ser humano: capaz de transformar el dolor en ritual, la historia en tradición y la memoria en una risa que no olvida. Porque incluso en medio del juego, la fecha nos susurra que hubo niños que no pudieron crecer, y que recordarlos —aunque sea entre bromas— también es una forma de honrarlos.