Santo Domingo RD .- Hipólito Mejía cumple este miércoles 82 años de vida, y lo celebra en grande con un «nuevo flow»: gafas oscuras, calva más redonda y suprema, cara de abuelo alegre y contento.
También lo celebra en su condición de padre, viudo, expresidente de la República. La única gran ausencia es su señora doña Rosa Gómez de Mejía, fallecida el año pasado. Fue su esposa de toda una vida. Eran primos lejanos que se acercaron, vivieron juntos por largas décadas. Solo la muerte pudo separarlos: cumplieron el juramento eterno de boda.
Con cuatro hijos estupendos y laboriosos, don Hipólito aparece renovado en público, pero con el mismo ánimo peculiar y campechano. No pierde sus bríos ni su esencia. Disfruta su viudez. Viste sencillo, humilde. Habla con todos. Suelta sus ocurrencias con nítida espontaneidad. Hace reír a carcajadas. Lanza chistes y derrocha humor político o social. Vive rodeado de nietos y demás familiares. Ha acumulado grandes y riquísimas experiencias que desgrana en anécdotas hilarantes. La vida lo ha bendecido y coronado.
Aún puede contar su enorme experiencia de vida. Nacido el 22 de febrero de 1941 en Gurabo, Santiago, estudió en el politécnico Loyola, se hizo agrónomo, realizó una especialidad en Carolina del Norte. Siendo muy joven dirigió el Instituto Nacional del Tabaco. Muy ligado a la producción del campo, y al tabaco en especial, presidió la Asociación Nacional de Profesionales Agrícolas (ANPA).
En 1978 lo hicieron secretario de Agricultura. Tuvo que afrontar los embates terribles del ciclón David y de la tormenta Federico. En el 82 fue candidato a senador por Santiago, sin éxito. Ocho años después, en 1990, acompañó a Peña Gómez como candidato vicepresidencial. Eran los protagonistas del Proyecto Peña e Hipólito, el mentado PPH, «café con leche».
En el 2000 tuvo éxito y conquistó la Presidencia de la República, postulado por el PRD y acompañado de doña Milagros Ortiz Bosch como primera vicepresidenta de la nación. «Gobernaré para todos, sin olvidarme de los míos» fue su eslógan de campaña. Su gobierno se dividió a la mitad: dos años buenos, dos años malos. La ruina de unos bancos, la inflación, el desempleo, crearon un volcán económico que empobreció a más de un millón de dominicanos. Terminó admirando a Balaguer, con quien se reunió más de una vez.
Ahora, a sus 82 años bien vividos y trabajados con sudor, don Hipólito se refugia en el hogar, goza con sus cosechas, ve el trabajo admirable de su hija alcaldesa. Hipólito sigue siendo él, ahora decorado con unas gafas negras, una cara más redonda de abuelo contento y brioso. La vida lo ha bendecido. Se ve que sabe de piel femenina, y no solo del campo. Salud y larga vida.-