Varias décadas después, se reveló el monto aproximado de lo que le adeudaba el padre de la Chilindrina al dueño de la vecindad de El Chavo del 8
VARIEDADES.- Si existió un personaje emblemático en la vecindad de El Chavo del 8 ese fueDon Ramón. La criatura caracterizada por el actor Ramón Valdés tomó tanto protagonismo a lo largo de los episodios como el mismísimo Roberto Gómez Bolaños y hasta le llegó a competir en el cariño del público.
Muchos fueron los personajes que aparecieron en esta vecindad plagada de problemas. El Chavo, Chilindrina, Quico, Doña Florinda, La Bruja del 71, Ñoño, Godínez, el señor Barriga, el profesor Jirafales, el carteroy, claro, Don Ramón. Pero es este hombre delgado, con bigotes, piel arrugada, que vestía siempre con la misma ropa (remera negra, pantalón de jean y gorro celeste) el alma del cuento, quien con sus pequeños grandes gestos les arrebató una sonrisa a los televidentes durante los años en los que participó del show. Y con todo en contra, porque si algo no caracterizaba al padre de la Chilindrinaera su buena fortuna ni ser políticamente correcto.
Vago, charlatán, mentiroso, violento, absolutamente todo le salía mal, pero tenía a su vez un corazón enorme y es esa actitud justamente la que generaba empatía y hacía que los televidentes roguemos para que “una le salga bien”. Era quien siempre tendía una mano a sus vecinos cuando lo necesitaban y protegía al Chavo en situaciones extremas. Era lo más parecido a un padre que podía tener ese niño huérfano, incluso con sus carencias y limitaciones (afectivas y económicas), sus malos modos y su poco tacto, su figura le brindaba al niño de 8 años refugio y amor.Amor y odio, una relación compleja existía entre Don Ramón y El Chavo
Ocupaba el departamento número 72 de la vecindad y vivía con su hija, la niña con pecas y anteojos que interpretaba María Antonieta de las Nieves. Si bien no era el primer trabajador, sobrevivía gracias a changas y tuvo diferentes oficios: vendedor de globos, carpintero, peluquero, ropavejero, vendedor de churros, boxeador, torero, vendedor de leche, pintor, fotógrafo, yesero, músico y zapatero. Y un único factor común: la mala suerte. Todas las experiencias fueron erráticas. Ninguna profesión pudo sacarlos de la pobreza y arreglar la crisis habitacional en la que se encontraban.
El dueño de la vecindad era el Señor Barriga, quien cada mes pasaba a cobrarle el alquiler a cada uno de los inquilinos pero en el caso de Don Ramón además, los 14 meses de renta que le adeudaba. Las excusas para no pagarle se multiplicaban y eran de lo más ingeniosas, y así se iba abultando la deuda que parecía cada vez más incobrable.
Una de las divertidas formas de evadir el cobro de la renta fue cuando durante un episodio se hizo el loco y actuaba como tal, diciendo que era un militar. En otra ocasión, fingía el fallecimiento de algún familiar. Durante un tiempo escapaba por una ventana lateral cuando golpeaban a su puerta y luego perfeccionó el método de fuga cuando desarrolló junto con la Chilindrina y el Chavo como cómplices, palabras claves que anunciaban que llegaba el Señor Barriga. “Ya llegó el platillo volador”, gritaban los chicos y Don Ramón sabía así que le quedaba poco tiempo para huir.
La deuda total
Años después, una inmobiliaria de México, Nuroa, hizo un cálculo de cuánto era el valor total que el moroso le debía al propietario de la unidad 72 y para eso se hizo un exhaustivo análisis. Primero, se tuvo en cuenta la cantidad de metros cuadrados de la vivienda, que serían 32 aproximadamente. Después, se estipuló la zona donde supuestamente se encontraba la vecindad, que por referencias se infería que era en una zona céntrica cerca de El Zócalo, en ciudad de México.
Con estos datos se sacó un monto estimativo de lo que valdría ese alquiler en los años ‘70, que se estipuló en unos 63 dólares mensuales. Así las cosas, los 14 meses de renta que le reclamaba el señor Barriga a Don Ramón, habrían ascendido a la suma de 882 dólares, sin contar los intereses por mora.
Sin embargo, teniendo en cuenta que el personaje de Ramón Valdés participó de varias temporadas del programa (entre 1971 y 1979), se hizo el cálculo por los 110 meses que habría vivido escondiéndose de su acreedor y se llegó a la conclusión de que el total de la deuda habría alcanzado los 6.930 dólares.
No tan incobrable
Pero pocos recuerdan que el moroso alguna vez pagó el alquiler, o al menos tuvo intención de hacerlo o bien, se fue achicando la suma total por diversos motivos. En dos episodios (uno de 1973 y otro de 1976) el Señor Barriga le perdona dos meses de renta gracias a que Don Ramón lo invita a una fiesta que se organizaba en la vecindad. Fue tal la emoción por participarlo del festejo que le propuso descontar parte de la deuda en señal de agradecimiento.
Por la prestación de servicios, El Señor Barriga le perdonó varios meses de alquiler a Don Ramón
Ese gesto de perdonarle meses de alquiler vuelve a repetirse cuando el inquilino trabaja de ropavejero y en ese comprar y vender bienes para ganar algo de dinero, encuentra una bola de boliche que le interesó al personaje de Édgar Vivar, quien le perdona 5 meses de renta por el intercambio.
En otro momento, los hombres pactan una quita de la deuda a cambio de la prestación de un servicio: pintar la vecindad. Años después vuelve a suceder lo mismo, pero el trabajo es enyesar las paredes del patio trasero.
Y en varios episodios el pago se efectuó de forma accidental. Don Ramón por fin había podido reunir algunos billetes y los llevaba ocultos debajo de su sombrero de tela, sin ninguna intención de pagar. Y luego de inventar pretextos para ahuyentar al cobrador, cuando casi lo estaba logrando una vez más, ambos se pusieron de pie para despedirse y en señal de cortesía se retiraron sus sombreros con tanta suerte que se produjo una lluvia de billetes. “Es caspa”, argumenta el dueño de casa rápido de reflejos pero su flojo argumento terminó con sus ahorros y el botín alcanzó para pagar un mes de alquiler. Algo similar sucedió en otra ocasión, con un chanchito que usaba de alcancía, que impactó sobre la cabeza de Barriga, se rompió, volaron los billetes y adiós dinero.