Cuando el presidente Luis Abinader realizó su primera salida de la capital tras asumir el poder en 2020, lo hizo a la ciudad de Pedernales, una de las provincias que ocupa uno de los primeros lugares en pobreza multidimensional, conforme el índice de calidad de vida, medido a partir de una serie de indicadores estándares.
Los dolientes de Pedernales—de hecho, de toda la subregión del suroeste—vimos en ese gesto del jefe del Estado el más claro indicio de que el aprovechamiento de los recursos naturales para beneficio de los humanos era una determinación inquebrantable.
Esta percepción se convirtió en una firme convicción luego de los sucesivos viajes del presidente Abinader a la provincia para insistir en que "la hora del sur ha llegado”.
Pero no solo eso, sino que se puso manos a la obra.
Sin embargo, en el camino de su determinación se han interpuesto intereses a los que les importa un coño la vida de los residentes de nuestra provincia y región, sino que utilizan el tema medioambiental como argumento para justificar intenciones inconfesables.
No queremos que la clara visión del presidente, definida en la necesidad de desarrollar la provincia, se estrelle en el abismo provocado por esos intereses ocultos que tienen en la supuesta lucha medioambiental su mecanismo de presión contra el bienestar de miles de personas.
Dudo mucho que el presidente Abinader caiga en la trampa en que cayeron otros mandatarios, quienes desistieron de proyectos fundamentales en atención al ruido mediático y las acciones directas que les montaron esos alegados “defensores del medioambiente”.
Y cito, a modo de ejemplos, no exclusivos, los casos de Leonel Fernández y Danilo Medina.
El presidente Fernández anuló el ambicioso proyecto de isla artificial frente al malecón capitaleño—de capital extranjero—por la tremolina de opinión montada sobre mentiras y manipulaciones, a pesar de estar de acuerdo, pues él sabe que las islas artificiales son excelentes atractivos turísticos y de inversión en muchos territorios donde sus gentes piensan en grande.
En su caso, el presidente Medina también sucumbió a ese bullicio medioambientalista y engavetó la construcción de la carretera Cibao-Sur, una obra llamada a impactar de manera primordial en la simetría necesaria para el desarrollo en ambas regiones.
Aunque era consciente del enorme empuje que esa obra daría a su propia región, prefirió ceder antes que ingresar a la historia como un gobernante de mirada amplia.
Ahora mismo asistimos a la misma conducta que pretende que el presidente Abinader se monte en el carro del miedo y los proyectos en Pedernales sean mediatizados.
Afortunadamente, estamos convencidos de que no lograrán su despropósito y el presidente continuará los planes desarrollistas.