Las ideas no se pueden cercenar, ni ponerle barreras. Por el contrario, el libre pensamiento se tiene que disputar con argumentos y exposiciones válidas. Las ideas, aunque sean negativas y las veamos nocivas, hay que enfrentarlas con otras ideas.
Mario Vargas Llosa es un intelectual polémico, que mueve al debate, y es en el libre tránsito de la creación literaria o la exposición verbal que se tiene que enfrentar. Llevar al Premio Nobel De Literatura al ostracismo, es una idea incompatible con el mundo global que hoy vivimos.
Poca importan los premios o los éxitos editoriales Vargas Llosa es un escritor de pasiones, en la mayoría de los casos vierte odios y brumas, y a su paso por la política partidista ha sido negador del calor democrático.
A cruz y canto, sin importar sus cualidades literarias, Vargas llosa es un ente de exposiciones claras, pero ambientadas en creencias socio-políticas superadas por el devenir de la historia reciente, por lo que la solución no es tirar sus libros a la hoguera, sino ponerlos en la perspectivas del análisis.
Lo importante es que en la época de la globalización y el libre flujo de las ideas, es imposible impedir que una corriente de pensamiento plantee el debate. Veamos a Vargas Llosa como un expositor con el que no estamos de acuerdo, y tengamos nuestra posición en las manos.
La intolerancia a las ideas del otro es inaceptable. Se trate de un premio nobel o de un columnista de periódicos. Cuando se pone una cremallera en los labios del que opina o se le atan las manos para que no escriba, se comete un crimen imperdonable.
Somos claros y tajantes. Vargas Llosa nunca fue merecedor del Premio Internacional Pedro Henríquez Ureña. Nunca se le debió de conceder, porque sus escritos están emponzoñados contra la nacionalidad y el patriotismo dominicano.
Vargas Llosa no merece que se le dé una nacionalidad dominicana privilegiada. El presidente Luis Abinader, debe dejar sin efecto la decisión de convertir en dominicano a este escritor peruano. Vargas Llosa ha sido una voz que inventa, calumnia y menosprecia a los dominicanos.
Ese es su derecho, como es el mío a decir que no merece ser dominicano, y que se le debe retirar el premio internacional Pedro Henríquez Ureña. Si se cierran las ventanas al libre intercambio de las ideas, caeremos en el autoritarismo, el nacionalismo obtuso y en el crematorio de la feria de las vanidades. ¡Ay!, se me acabó la tinta.