Las alianzas son obligatorias para los partidos políticos con miras a las elecciones para alcaldes y regidores. Ahí medirán músculos los tres grandes, acompañados de los emergentes, con miras a buscar ganar en el renglón presidencial.
Las alianzas tienen doble cara. Traen simpatizantes de otros partidos que así aseguran cargos electivos de un momento a otro, pero disgustan a viejos militantes que se encuentran sumergidos en el abandono de sus aspiraciones.
Los partidos, para no sucumbir, lo que tienen que hacer es la valoración de si un viejo militante desgastado y sin ambiciones de futuro debe ser tirado al zafacón, para abrir trecho a una cara nueva, que entrará sin mayor esfuerzo al ruedo electoral.
Si los grupos políticos no hacen una valoración juiciosa, entonces conocerán las consecuencias, que podrían ser desbastadoras. En la oposición al que le quitan un cargo, solo le queda buscar en el gobierno lo que aparezca.
En este sentido el lado oficial tiene rejuegos, los que no llevan candidaturas pueden entrar a la administración pública, al servicio exterior o conseguir una contrata. Se trata de sobrevivir como se pueda.
Pero en sentido general estamos viviendo una fiesta antidemocrática. La selección por encuestas, por decisión de los máximos organismos partidarios o por el dedo del principal dirigente, es un regreso a épocas que pensábamos superadas.
Lo verdaderamente democrático es que todos los aspirantes concurran a primarias, donde tendrán la oportunidad de ser electos, en caso de que tengan las suficientes simpatías.
En todos los partidos se impone el autoritarismo, lo que convierte a las masas en números estadísticos para votar y más nada. Es necesario que la democracia florezca en los partidos, para que tenga una gran fuerza institucional.
Suena a hipocresía barata que se hable del fortalecimiento de la democracia si en los partidos sólo existe el dedo que señala y el puño que golpe. Para levantar los pilares de la democracia, hay que comenzar a construirlos paso a paso.
Si se va a las alianzas pensando que se puede intercambiar un apoyo ahora a un aspirante a alcalde, en base a un respaldo a largo plazo para la senaduría y o las diputaciones, se estará dando un paso al vacío.
En política-partidista las alianzas son del momento, coyunturales, del instante, el que ganó ahora, mañana tiene ya intereses propios y nuevas perspectivas, y necesariamente no consta en su bitácora cumplir con la segunda parte de los acuerdos. La marrullería política tiene fuerza de ley ¡Ay, se me acabó la tinta.