Cuando un opinante se expresa abiertamente en términos elogiosos de las políticas públicas o de proyectos específicos de un gobernante, corre el riesgo de que de inmediato sea alineado con los intereses partidarios de quien dirige el Estado.
Además, el peligro de ataque es mayor por estar ahora mismo inmersos en un proceso electoral donde el mandatario busca la continuación de su ejercicio gubernamental.
Tampoco podemos olvidar que vivimos en un ambiente plagado de una alta intolerancia e irrespeto hacia las ideas ajenas con características de mercancía súper abundante.
Sin embargo, es bueno actuar a priori, y señalar que preferimos el riesgo calculado de poner la cabeza en la guillotina de los deslenguados de oficio, antes que callar la realidad de que Pedernales tiene que ser visto como un antes y un después del presidente Luis Abinader.
¡Que no guste a algunos, lo sentimos! Porque es justo recordar que esta demarcación territorial es una de las provincias más deprimidas de la República Dominicana, con altos niveles de pobreza y una acelerada despoblación, esto debido a sus condiciones deplorables y a la falta de oportunidades, en especial para los más jóvenes.
Entonces, que un presidente se haya propuesto—casi como una saludable obsesión—encaminar sus valiosos esfuerzos para, por lo menos, plantar la semilla inicial de un cambio de destino, es algo que, sin importar lo que se alegue, tenemos que aplaudir.
Es nuestro deber por muchas razones, una de ellas porque en su momento fuimos parte de esa juventud que carecía de perspectivas y emprendió vuelo con vibrantes expectativas de superación y fe en un futuro alejado de situaciones de dificultades que, si ahora son abundantes, en aquellos tiempos se bordeaba una precarización material extensa.
Estamos convencidos de que, de haber existido entonces las perspectivas que se abren a la juventud de estos tiempos, la provincia de Pedernales no se hubiese despoblado, con el consiguiente perjuicio de una repoblación por inmigrantes irregulares que deprimen las pocas actividades productivas existentes, pauperizan el ambiente y laceran nuestra cultura.
La esperanza que abrigamos todos en la provincia de Pedernales—los que quedan y los que emigramos—es que el arranque inicial no se detenga hasta el afianzamiento de los proyectos e iniciativas que han marcado esta zapata.