El refrán popular ‘mal de muchos consuelo de tontos’ no se aplicaría para el salario mínimo regional si consideramos que las cifras sin contexto no reflejan el valor real del dinero en cada país.
Las elevadas tasas de interés, el bajo crecimiento económico, la inflación y otras variables económicas propias de cada nación; afectaron el rendimiento del salario mínimo en América Latina en 2023.
A eso se sumó el alto precio de los alimentos en la región. El promedio regional de la inflación anualizada de los alimentos fue de 43,9% en septiembre de 2022, mientras que globalmente no superó el 23%, de acuerdo con datos de la FAO.
El incremento de los precios significó, por lo tanto, una pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores e impactó su consumo privado, de acuerdo con el ‘Balance preliminar de las economías de América Latina y El Caribe 2023’ de la Cepal.
Los gobiernos latinoamericanos decretaron el reajuste del salario mínimo para 2024, que en Colombia, por ejemplo, fue del 12,07% y quedó en un millón 300 mil pesos colombianos (US$335) y en México, que registró uno de los aumentos más relevantes de la región, fue del 20% y el mínimo se estableció en torno a los $440 dólares.
Cerca del 60% de la población trabajadora de América Latina vive de la informalidad, gana el diario para sobrevivir, no cuenta con ningún contrato, seguro de salud o de vejez, y sus bolsillos sobreviven a la escasez en todos los sentidos.
Se estima que en Latinoamérica y el Caribe, la tasa de población activa fue del 62,6% en 2023 (320 millones de personas), porcentaje ligeramente inferior al 63,5% de 2019. En 2024, se prevé que la tasa caiga al 62,5% y en el 2025 al 62,4%.
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El desempleo seguirá siendo, por lo tanto, un dolor de cabeza para América Latina en 2024 porque, aunque mermó globalmente, no sucedió lo mismo en la región y deberá empeorar debido a la fragilidad de la economía, según expertos.
Se estima que unos dos millones de latinoamericanos se sumarán a las filas del desempleo en 2024, de acuerdo con la agencia laboral de la ONU, que calcula en 6% la tasa de desocupación para este año, lo que elevaría al 5,2% el porcentaje global y lo que sería un retroceso respecto al 5,1% en 2023, de acuerdo con la OIT.
Según el estudio de la entidad sobre Perspectivas Sociales y del Empleo en el Mundo: Tendencias 2024, aunque el desempleo cayó globalmente a niveles inferiores a los registrados antes de la pandemia, aumentará este año al igual que las desigualdades y habrá estancamiento de la productividad. Sobre América Latina y el Caribe, reporta que las tasas de empleo no han vuelto del todo a los niveles anteriores a la pandemia, aunque sí se ha reducido la brecha de género, que es igual a la registrada antes de la Covid 19.
La OIT estima que aunque la creación de empleo contribuyó a reducir la tasa de desempleo, las perspectivas para América Latina son débiles y el desempleo regional se mantendrá en torno al 6% en 2024 y en 2025 debido a la desaceleración económica.
El Fondo Monetario Internacional, FMI, que revisó sus pronósticos para 2024, acaba de afirmar que el crecimiento económico regional del PIB, no será del 2,3%, como lo había proyectado, sino del 1,9%.
Por eso y por otras razones, los salarios regionales mínimos más altos son como una especie de ilusión para quienes ganan menos. En Costa Rica, Chile y Uruguay, donde el salario mínimo regional es el más alto, entre los $550 y los $650 dólares, no alivia el bolsillo de los trabajadores.
En Costa Rica, por ejemplo, se quejan de que los $650 dólares que reciben no les alcanza para ahorrar y, mucho menos, para cubrir los gastos fijos del mes y que tienen que buscar otros ingresos extras.
“También, que el 70% del salario mínimo se les va en el pago de la luz, agua e internet, transporte, ropa y comida como arroz, fríjoles, café y leche, etc. Que, si alcanza, compran pollo o carne pero que, casi nunca, consumen huevos porque están carísimos”, según dijo a la BBC la costarricense Ana Yancy Segura. “Ahora compro salchichón o chorizo, que es más barato y dura una semana”.
El costo mensual promedio de la canasta básica de alimentación en Costa Rica era estimado por el Instituto Nacional de Estadística en $109 dólares hace 3 años pero, todo se multiplicó después de la pandemia, según expertos.
En Chile y en Uruguay, también hay quejas. En el primer país, son por el alto costo de los alimentos y en donde se estima que los trabajadores emplean el 70% del salario mínimo en comprar comida. El restante 30% lo utilizan para pagar luz, agua, gas, transporte y productos de aseo, al que agregan el gasto de la parafina para calentar la vivienda en invierno pero en el que no incluyen la salud ni, tampoco, el alquiler.
En Chile la línea de pobreza por persona se sitúa en unos US$280 al mes, es decir, la mitad de un salario mínimo aproximadamente.
En Uruguay, a Valeria Avondet, de 24 años, que trabaja como operadora de ventas telefónicas, la mitad del salario mínimo se le va en alquiler y servicios. El resto en comida y otros menesteres básicos y, según BBC, “ensaya un difícil equilibrio para vivir con el equivalente a los $550 dólares”, que recibe como pago mínimo cada mes.
Poco más de dos millones y medio de personas devengan el salario mínimo en Colombia, según el Dane, y el reajuste del 12,7% para 2024 fue defendido por el presidente Gustavo Petro y parte de los trabajadores pero, también, criticado. Jaime Alberto Cabal, presidente de Fenalco, por ejemplo, lo calificó de “exagerado” y lo consideró como “un error para la reactivación de la economía” porque podría aumentar la informalidad laboral y obstaculizar la reducción de las tasas de interés del Emisor. Ante la incertidumbre local, por lo tanto, ‘Amanecerá y veremos’, como reza el dicho popular.