La justicia dominicana comienza a caminar por la senda de la independencia, pero le falta todavía un largo recorrido. Se están sentando las bases de su independencia. Hay que erradicar que haya un personal judicial, sobre todo en la cúpula, que tenga que ser designado mediante un decreto.
Por más independencia, en lo personal y lo institucional, que tenga la justicia siempre pesará sobre ella la sombra de que la permanencia de un Procurador General o adjunto dependerá de una firma presidencial.
Hay que buscar otro mecanismo para lograrlo. Desde luego, son simples ideas tiradas al aire, porque para darle total independencia al poder judicial, habría que modificar la Constitución. La Carta Magna es intocable. No hay condiciones para nuevas reformas.
Con una Procuradora General de posiciones verticales, se puede lograr la plena institucionalidad de todo el sector judicial, desde el ministerio público hasta los jueces. Lo que se debe evitar es la tradicional cuota de los partidos políticos.
Desde hace varios años, la justicia ha ido caminando hacia su institucionalidad, pero todavía hay manchas. Lo trascendente no es ocultar los yerros, sino enfrentarlos de forma individual, y tratar de hacer efectivo, de manera colectiva e institucional, a Doña Justicia.
Pero la justicia no camina sola. Están las autoridades encargadas de perseguir el delito en el terreno de los hechos. Con la anunciada reforma policial se espera que quizás por primera vez, la policía sea un atentico representante y auxiliar de la justicia.
Hay que cambiar viejos parámetros. Dejar en el olvido la época de la intolerancia, donde a un ciudadano se le detenía, para luego ser investigado. Tiene que ser todo lo contrario, salvo la detención durante la ejecución de un delito, el ciudadano debe primero ser investigado y luego apresado. No al tráncalo y después veremos.
Se encuentra también el sistema carcelario dominicano. En una ocasión se denominó a La Victoria, como el cementerio de los hombres vivos. La penitenciaría lo sigue siendo: también es el embrión de delitos que se cuecen entre los barrotes, de cobros por beneficios, y de abusos que nadie quiere parar.
La cárcel no regenera al delincuente, no es piedra de salvación para el que es procesado sin juicio final. Solo pasar un día en la cárcel es una condena. Es la universidad entre barrotes para la preparación de los profesionales del delito. La regeneración del delincuente es parte de hacer operativa la justicia. !Ay!, se me acabó la tinta.